Sory, una niña pobre, muy pobre.

Sory, Yohandry Leyva
Solangel, Sory, como le decían los amiguitos del barrio, nació en un barrio pobre de La Habana. A pesar que en su entorno la pobreza era algo común, Sory era algo más que pobre. Sus amiguitos decían bromeando que cuando le dieron el de pie a los pobres, Sory ya había desayunado.

Mercedes, vivía a unas cuadras de Sory. Su papá tenía un buen trabajo que le permitía “resolver”. Sus padres la vestían bien y siempre le preparaban una buena merienda.

Sory y Mercy, se encontraron un día en el receso, en el patio de la escuela. Cuando Mercy saco su merienda, sintió una mirada fija, al levantar la vista se encontró con los ojos de asombro de Sory.
– ¿Quieres? Es mucho para mí, vamos a compartirlo y la Pepsi cola también. Ven, siéntate a mi lado.
Sory era tímida, le daba pena, pero el hambre pudo más. Se sentó al lado de Mercy y compartió su merienda. Desde ese día, cada vez que sonaba el timbre anunciando el receso, cuando Mercy salía al patio, buscaba con la vista a Sory. Le hacia una seña y corrían a sentarse juntas en un rincón. Al tercer día le dijo a su mamá.
– Mami, ponme algo más para la merienda, me estoy quedando con hambre.
Su madre se alegró, al fin Mercy estaba comiendo bien. Creyó que su inapetencia había desaparecido.

Cuando llego el viernes, Mercy le dijo a Sory.
– Mañana ve a jugar a mi casa, lleva tu muñeca. Te espero, no dejes de ir.
Sory se apareció con una jabita vieja y descolorida en la mano. Saco de la jaba una botella de cerveza vacía con un pedazo de soga deshilachada colgando de la boca de la botella. Miro a Mercy y le dijo mientras le daba un beso a su botella.
– Se llama Lily, hace tiempo que la tengo.
Mercy, le dio un besito a Lily, tragándose su asombro y tristeza. Salió corriendo al patio mientras gritaba.
– ¡Voy a buscar a Cuquita!
Busco una botella de cerveza vacía, le puso un trapito negro en la boca y entro muy oronda exclamando.
– Tuve que despertarla, todavía estaba durmiendo.
Así pasaron toda la mañana jugando hasta que la mamá de Mercy las llamo para almorzar. Sory se sorprendió con la fuente llena de bistecs, hacía tiempo, mucho que no veía un bistecsito. Almorzaron en silencio, se deleitaron con el helado de chocolate de postre. La mamá de Mercy, las miraba en silencio, una lágrima corrió por su mejilla mientras pensaba.
– Si Manuel no hubiera encontrado el trabajo en el hotel, Mercy fuera Sory y tal vez no encontrara una amiga como mi hija.
La amistad de Sory y Mercy duraba ya dos años, lo compartían todo, meriendas, ropas, alegrías y tristezas. Una mañana Mercy se despertó a las 9 de la mañana, miro el reloj y se sorprendió que su mamá no la despertara para la escuela. En ese momento su mamá entró al cuarto, con una muda de ropa, jeans, pull -over y tenis.
Toma, vístete pronto y ven a desayunar.
Mercy se vistió a la carrera y fue para el comedor.
– ¿Qué pasa? ¿Por qué no voy a la escuela hoy?
– Nos vamos para Miami, tu padre tiene problemas en el trabajo, problemas serios y tenemos que irnos.
Mercy no tuvo tiempo de despedirse de Sory. Subió a la lancha llorando. Su madre trato de consolarla.
– Volveremos Mercy, en Miami tendrás de todo y harás nuevas amiguitas.
– Es por Sory mami, por Sory, ¿Qué será de ella?

El tiempo paso, Mercy y Sory se hicieron mujeres. Sus vidas fueron diferentes, tanto que espanta contarlo. En sus quince Mercy estreno muchos vestidos, la fiesta en el mejor Banquet Hall de Miami, fue un suceso en la ciudad. El viaje a Europa con sus padres, un regalo de lujo. Sory allá, en un solar habanero, picaba un cake con sus amiguitas más cercanas y estrenaba un vestidito de la shopping que con mucho sacrificio su madre logró comprarle. Ambas estudiaron, se graduaron con honores. Mercy recibió como regalo de graduación un auto del año. Sory un beso de su mamá y la ubicación en una fábrica lejana y destartalada.

Cuando los padres le dieron a Mercy las llaves del BMW por su graduación, su mamá le dijo.
– ¿Hay algo más que quieras? ¿Algo que quieras hacer en estas vacaciones antes de empezar a trabajar?
– Si mamá, quiero ir a Cuba, buscar a Sory, no he podido olvidarla.
– Está bien mi hijita, iras a verla, yo me encargo de todo.
Mercy salió del aeropuerto de La Habana, fue al hotel, se cambió de ropa y tomo el maletín con los regalos para Sory.

Al chofer del taxi le costó encontrar la dirección. Parqueo frente al solar. Mercy se bajó y le pregunto a una niña.
– ¿Conoces a Sory, sabes dónde vive?
La niña la guio hasta la puerta del cuarto apartamento donde vivían Sory y su mamá. Tocó a la puerta, Sory abrió la puerta. Se reconocieron al instante, se abrazaron entre besos y lágrimas.

Después de conversar un rato, Mercy abrió su maletín y empezó a sacar regalos.
– Mira, estos zapatos de colegial son los que hubiera querido mandarte cada año. Este vestido de quince, es el que quería que lucieras ese día. Este reloj hubiera querido dártelo el día de tu graduación.
Se abrazaron emocionadas, mientras la mamá de Sory colaba café mezclado, endulzado con lágrimas de felicidad.
Saco un paquete del fondo del maletín.
– Este dinero es para que montes un negocio. He leído sobre eso allá. Una buena cafetería o un restaurante, lo que quieras, yo te mandaría lo necesario.
Sory negaba con la cabeza y los ojos llenos de lágrimas.
– No me voy sin convencerte, míralo como un negocio que las dos hacemos. Hasta nombre tengo para el restaurante; Lily y Cuquita, ¿Qué te parece?
– Rieron como cuando eran niñas.
Mercy regreso a Miami. Sory abrió el restaurante que pronto se hizo muy popular y exitoso, todos los que llegaban a La Habana, querían probar la comida que servían en “Lily y Cuquita”, la mejor de la ciudad.

Sory se compró un apartamento modesto, lo amueblo y allá se mudaron ella y su madre. No acumulo riquezas, ni ostentaba ropas caras, solo usaba lo necesario para vivir cómodamente sin escaseces. El resto del dinero lo gastaba ayudando a niñas pobres, a esas Sorys que no encontraron una amiga como Mercy.

Fotografia de Yohandry Leyva.

18 thoughts on “Sory, una niña pobre, muy pobre.

  1. Conmovedora la historia y me hizo recordar a mi maestra de cuarto grado que cuando vino para aca, jamas se olvido de mi y me mandaba todos los principios del curso escolar los lapices de colores y muchisimos regalos. Se llamaba Laura de la Portilla, nunca la olvidare. Gracias por todo lo que escribes.

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  2. Desgarrador y hermoso al unisono, me trajo recuerdos de mi primaria, conoci unas cuantas Sory y tambien algunas Mercy, lo que nadie nos quitara nunca a los cubanos es la capacidad de ser solidarios. Un abrazo para ti.

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  3. Una dura realidad que pasa en muchos lugares de nuestra cuba bella, que sigan existiendo muchas mercy para que puedan ayudar a muchas sory

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  4. He leído dos de sus historias muy emocionantes.el niño con dos papas y sory,una niña pobre ,muy pobre.ambas me soltaron lagrimas.quiero leer todo…

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