Un filólogo en La Habana o Hablando en cubano.

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Cuando a Francisco lo llamaron a formar parte del equipo del Instituto de investigaciones de la lengua española, se sintió feliz. Solo hacía dos años se había graduado y publicado dos o tres trabajos sobre la evolución del idioma español. Sabía que le esperaban arduas tareas, que tendría que esforzarse para estar a la altura de sus colegas con años de experiencia y libros publicados. No sintió miedo, confiaba en su capacidad y su rapidez para aprender.

Su primer día de trabajo en el instituto, comenzaba con una reunión muy importante de todo el colectivo. Francisco, miro a su alrededor, todos eran circunspectos profesores, eruditos, casi sabios en el uso e investigación del idioma español, por un minuto pensó que su invitación a esa reunión, era un error. El director del Instituto comenzó a hablar.
-Antes de comenzar nuestra ágora quiero presentarles al nuevo integrante de nuestro colectivo; el joven Francisco Jiménez. Su trabajo sobre el uso de la lengua española en otros países, nos decidieron a incluirlo en nuestro equipo.
Algunos lo miraron por encima de sus espejuelos, escépticos y hasta con cierto aire de burla. Más de uno pensó; ¿y este pobre tonto, qué podrá aportar a nuestra investigación?
-Todos sabemos, continuo el presidente del Instituto, que la lengua española, ha sufrido cambios, si Cervantes sufriera una metempsicosis, y caminara por cualquier ciudad de habla hispana, pensaría que hablan otro idioma. Hemos decidido enviar a cada uno de ustedes a diferentes ciudades. Deberán recopilar información que pueda ser utilizada en enriquecer nuestro idioma y mantenerlo puro, fiel a su origen. Frente a cada uno de ustedes hay una tarjeta con el nombre de la ciudad que visitaran por un mes. Debemos ser empáticos, evitar sofismas y la verborrea excesiva en el informe y nunca comportarnos de forma peyorativa con las personas que encontremos y hablemos con ellas, en esas ciudades.
Francisco, miro la tarjeta frente a él; La Habana, apuro un vaso de agua, se pasó la mano por la frente y casi, casi que renuncia en ese instante. Solo su amor propio, la intrepidez de la juventud lograron que hiciera maletas y partiera hacia la Habana, decidido a demostrar a todos que era capaz de cumplir su misión.

Se alojó en el hotel Meliá Cohíba, llego a su habitación, se ducho, se vistió, pasó por la cafetería a comer algo y se decidió a comenzar su investigación de la mejor manera posible; andando La Habana.
Un taxista le ofreció sus servicios.
-Gracias, prefiero caminar.

Se encontró dos muchachos conversando.
-Acere ayer le metí tremendo paquete a la jevita le dije que estaba con fiebre y me fui con Lolita pa’ la disco. Eso fue mucho con demasiado, le di candela al jarro hasta que soltó el fondo.
-Eres la candela mi hermano, tú siempre estas encima de la bola. Pasa esta noche por el gao que la pura va a hacer arroz con pollo y tú sabes que le queda especial. Ahora voy echando que voy a recoger un paquete que me mando mi tía de la Yuma con uno que vino de mula.
-Candela y picapica, después me enseñas la pacotilla mi hermano. Yo también voy echando. Deja ver si invento algo pa’ conseguirme unos fulas que estoy atrás.

Francisco, sudaba a mares, hasta sintió mareos. Su primer intento de escuchar el uso del idioma español en La Habana y no entendía ni jota. En su cabeza daban vueltas las palabras. Paquete, mentira u objeto o conjunto de objetos que están atados o envueltos para ser transportados con facilidad. Mucho con demasiado, pleonasmo o disparate. Gao, pura, acere, fulas. ¿Cómo esta gente pueden estar encima de la bola y no caerse? Tomaba notas a toda prisa, mientras seguía su andar La Habana.

Se encontró dos muchachas conversando.
-Ay mi santa y esa cara de yo no fui que tú tienes. Ponte pa’ tu numero mi amiga.
-No me digas ná’ Yusimi. Anoche me encontré con Mayito el mango que se mudó para el solar donde vive Yenilyesita y me dejo con la cabeza malita. Ese niño está hecho a mano, tenía un short puesto y se le marcaba un bulto, ahí si hay mi amiga, pa’ comer y pa’ llevar.
-¿Y que tú esperas pa’ partirle el brazo? Mete caña esta tu niña, que pa’ luego es tarde. Mira que aparece cualquier piruja y te lo levanta.
– Me hice la difícil, le di mi numero.
-Me extraña que siendo araña te caigas de la pared, que te compre el que no te conozca. Lo tuyo es, carretera y pelo suelto y que pare el que tenga frenos.
-Déjate de jodedera, lo que pasa que lo quise impresionar. Tú veras que dentro de poco anda bobito atrás de mi, el hueso que esta pa’ ti, no hay perro que te lo quite. Me voy echando que llegaron los huevos y estoy partía del hambre.
-Tú eres de las que goza más que gozón. Voy a la shopping a comprar aceite con unos fulitas que le pasme a Albertico noche.

Francisco se recostó a un muro, tenía palpitaciones y se le nublo la vista. ¿El mango es una fruta o una persona? ¿Cuándo las cubanas se enamoran, le parten un brazo a su novio? ¿Estarán las cubanas numeradas y tendrán que ponerse su número en algún lugar visible o ponerse en línea según su número? ¿El hambre puede hacer que una persona se parta en dos? ¿Los huevos llegan y se van a su voluntad? Tomo notas, se secó el sudor de la frente y siguió su recorrido por la ciudad. Se detuvo en una cafetería privada, improvisada en el garaje de una casa, en una esquina.
-Un refresco, por favor.
-¿No quieres mejor una fría, mi santo?
Le respondió una escultural mulata.
– Si claro, el refresco que este frio.
– ¿De donde tu saliste este niño?
– Soy de Islas canarias, pero vivo en Madrid.
– Haberlo dicho antes, pensé eras cubano mi santo, ¿Quieres una cervecita bien fría y un bocadito pa’ que vayas haciendo boca?
– No, no, solo un refresco. Será que tengo la boca chiquita y esta mulata quiere darme algo para que se me agrande, pensó Francisco.
A Francisco la mulata lo tenía nervioso, con sus ropas ajustadas y sus pechos que parecían querer romper su blusa. Mientras esperaba, llegaron dos muchachos.
– Ecobio mira que se lo dije a Manolo, deja eso que vas a parar en el tanque.
– El se cree que se las sabe todas, se tiró con la guagua andando. Yo le voy a tirar un cabo a su familia, pero sin coger lucha.
– Ese es tu maletín mi hermano, yo mucho que se lo advertí; mantén tu latón con tapa.
– Tumba eso mi hermano y vamos a echarnos un par de frías.
Francisco tomaba su refresco mientras escribìa de prisa. ¿En Cuba meten a la gente en un tanque cuando cometen algún delito? ¿Es un delito tener el latón de basura destapado? ¿Qué le pasa al que se tira con la guagua andando? ¿Los cubanos tumban las palabras, como lo hacen? Mientras escribía no podía dejar de mirar a la mulata, que le sonreía a cada instante. Pagó y le dejo una buena propina, ella le echó en el bolsillo un papel.
-Es mi número llámame cuando quieras papi.

Siguió su caminar por esa ciudad alucinante, tomando notas, escuchando conversaciones. No podía quitarse de la cabeza a la mulata de la cafetería. Llego al hotel, se bañó. Mientras se vestía, cayó al piso el papel con el número de teléfono de la mulata. No pudo resistirse, marco el número.
-Soy el cliente que estuvo hoy en la cafetería, me diste tu número.
-Si papi, he estado todo el día esperando tu llamada.
-¿Quieres que pase por ti y comemos juntos?
-Seguro mi santo te espero a la hora del cañonazo.
-¿A qué hora?
-A las 9 papi, no te me demores.
Comieron juntos, conversaron, al terminar, ella lo invito al cuartico del solar donde vivía. Cuando llegaron, Francisco estaba nervioso, le pidió un trago, ella se echó un poco de ron en la boca y se le acerco invitándolo a tomarlo. Fueron horas de sexo desenfrenado, de besos sin final y orgasmos repetidos, de éxtasis y furia sexual. Cuando amaneció, Reglita le llevo el café a la cama.
-Toma papi.
-¿Qué es eso?
-Cafecito cubano, pruébalo.
Lo saboreo mirándole a los ojos, tratando de adivinar su alma. Ella adivino su mirada, su intención.
-Si papi, me gustas, podría vivir contigo en este cuartico y seria la mujer más feliz del mundo. Me gustas tú, no tu dinero. Te quiero aquí conmigo no para una noche, pero eso es soñar, yo creo que tengo guayabitos en la azotea. No vas a dejar tu vida por una pobre mulata habanera.
-Tráeme el maletín con la laptop y siéntate a mi lado.

Francisco empezó a escribir un correo electrónico al director del Instituto de investigaciones de la lengua española.
Acere, me encontré tremenda jevita en La Habana y voy echando, que pare el que tenga frenos. Adjunto envió algunas notas para que entiendan el correo, los quiero y me quedo corto.
Paquito.

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