Una Isla donde todos, no somos iguales.

La supuesta y prometida igualdad, se quedó en promesas, palabras y consignas y una Isla muy diferente a la anunciada se hace real, al paso del tiempo y discursos.

La Cuba de hoy no es, ni se acerca a las promesas de igualdad para todos. No, hoy las diferencias entre los cubanos se acentúan, se abren abismos entre ellos, como si de dos Cubas se tratara.

Me contaron de un señor habanero que goza de muy buena posición económica, que fue a un restaurante y le pusieron servilletas de papel, él muy serio, las pidió de tela, de hilo, para ser más exactos. Allá en la otra esquina un grupo hacía cola para alcanzar su pan prometido, que pasaba de la mano del vendedor a la suya, compartiendo sudores y miserias.

No, hoy no somos iguales los que heredaron o se hicieron de una buena casa, en una buena zona, hoy rentan habitaciones a extranjeros o han montado Paladares o cafeterías. Los pobres de siempre, los de los barrios marginales, son hoy más marginales que nunca, ni esperanza de que alguien les rente el cuartico del solar o se siente a su mesa a compartir cuotas y racionalizaciones.

Recuerdo cuando llegó la comunidad a Cuba, sin previo aviso, ni materiales de estudios, en una de esas asambleas universitarias organizadas de corre, corre, alguien dijo: antes solo los hijos de los pinchos grandes se vestían bien, ahora los que mejor se visten son los que tienen familia afuera, FE, como muchos decían en abreviatura de familiares en el extranjero. Aquello fue el acabose, los dirigentes de la reunión pálidos, sin palabras, prefirieron repetir consignas, en vano intento de negar verdades. Los familiares de los altos dirigentes del país y los que tenían FE, poco a poco fueron diferenciándose del resto del pueblo, del cubano de a pie. Hay niveles de vida del otro lado, que muchos, apenas podemos imaginar y da pena y dolor, tanto esfuerzo inútil

Pretendieron hacernos iguales por decretos y hoy somos diferentes, no, no hay igualdad del otro lado del mar, hay dos Cubas diferentes, muy diferentes. Una que lucha el pan y el plato de comida, día a dia y otra que disfruta de un alto nivel de vida, más alto que el nivel de vida del trabajador medio de Miami, mucho más.

Me contaba un amigo que fue a un restaurante, aquí en Miami, un amigo llevó a unas amistades que habían llegado de Cuba, de visita. Cuando fueron a pagar la cuenta, el camarero les dijo que las amistades que estaban de visita ya la habían pagado. Mi amigo se moría de vergüenza. Les dijo a las señoras: como van a gastar su dinerito pagando la cuenta del restaurante, ustedes que vienen de visita, la señora, muy señora, le respondió: lo hicimos porque podemos, tenemos dinero, vinimos solo por una semana a comprar la canastilla para mi nieta, no se preocupen. Mi amigo se quedó con la boca abierta; no sé si la pudo cerrar esa noche, a mi la historia aún no se me acaba de acomodar en mi mente.

Mientras unos pasan las vacaciones en hoteles en Varadero o en Europa y lugares exóticos, otros se bañan en las costas y hacen largas colas para tomarse un helado en el Coppelia reparado y encarecido. Las clases sociales existen, lamentablemente no es el médico especialista de 2do grado, el ingeniero destacado o el científico de renombre los que alcanzan un alto nivel de vida; una nueva clase de ricos se impone, burlándose de títulos y esfuerzos. No es Petra, se acuerdan de ella, la machetera destacada, la que viaja a Miami a comprar canastillas o pide servilletas de hilo en restaurantes habaneros, no es ella quien renta habitaciones a extranjeros o tiene un Spa o dos en La Habana y viene a Miami a comprar equipos y productos. Ella se sigue comiendo un cable, mientras nuevos ricos acentúan diferencias y hacen añicos promesas de igualdad.

No son los trabajadores destacados, vanguardias nacionales quienes abren bares y clubes en La Habana de todos. Ellos no tienen ni para pagar la entrada. Mientras Juana, Regla o Chencha cuentan los centavos para poder comprar una botella de aceite, una libra de pollo o un jabón de baño, otros, más hábiles y más vivos se dan la gran vida.

Hoy, allá, del otro lado del mar, la supuesta igualdad para todos, se exilió en la mente de ancianos que se refugian en el olvido, que se niegan a aceptar el presente. A veces algunos deciden perder la memoria para no perder la razón.

Nunca fuimos iguales, pero tampoco nunca fuimos tan rocambolescamente diferentes, como ahora.

Se tenía que decir y se dijo.

Fotografías tomadas de Google.

Un sueño, un niño y la guerra.

Guerra, fotografia tomada de Google.
Los niños entraron corriendo, se sentaron. En el aula el escudo nacional de Cuba y en un rincón el busto de Martì con la bandera cubana. La maestra escribió la fecha en la pizarra, 8 de septiembre de 2095. Les hablo de la Caridad del Cobre, les contó como hace años, muchos cubanos se lanzaron al mar. Como la Virgen viajo con ellos, muchos fueron los Juanes por el mundo implorándole, inventándose vidas y conservando a Cuba en el corazón. Robertico levanto la mano.
– Maestra, mi abuelo vivía en Miami, me ha hablado de la Ermita de La Caridad. Cuando regresaron, sus padres trajeron con ellos la imagen de la Virgen que tenían en su casa en Hialeah.
– Muchos cubanos regresaron. En La Plaza de la Reunificación familiar, hay un museo dedicado a esos años, hay muchos testimonios. La semana próxima prometo llevarlos a visitarlos.

Rosita levanto la mano.
– Maestra mi abuela vivía en Madrid, era una niña cuando sus padres regresaron. Siempre me habla emocionada del regreso de los cubanos a su patria, llora mucho, pero dice que es de felicidad.

Muchos levantaron la mano, todos conocían a alguien que vivió el regreso y querían contar su historia. La clase transcurrió así, entre historias contadas, risas y alguna lagrima de emoción.

Al terminar la mañana la maestra le dijo a sus alumnos.
– Para la semana que vienen quiero que me traigan una composición sobre la guerra. Se que ustedes no saben lo que es eso, pueden buscar en los libros de la biblioteca y preguntarle a personas mayores, aún viven muchos que sufrieron la ultima gran guerra.

Robertico llegó a su casa, dejo los libros en su cuarto y fue directo a la cocina.
– Mami, tú sabes ¿Que es la guerra?
– Si mi hijito, claro que lo se, he leído sobre ella. Mejor pregúntale a tu abuelo Pedro, el vivió la ultima guerra. Ten cuidado, se emociona mucho con esos recuerdos.

Robertico, salio al patio, allí estaba su abuelo Pedro, sentado en su sillón, acariciando al perro, con los ojos cerrados, perdido en los recuerdos. Se sentó en el suelo, recostó su cabeza en las piernas de su abuelo.
– Abue, ¿Qué cosa es la guerra? La maestra nos pidió que escribiéramos sobre ella y no sé qué es. Mami me dijo que tú sabias, ¿es verdad?
El abuelo abrió sus ojos, dejo de acariciar al perro.
– Ven siéntate en mis piernas, solo así podría soportar el dolor de recordarla.

Pedro, con su nieto sentado en sus piernas y estrechándolo en sus brazos, comenzó a contar una historia, a revivir recuerdos. A veces recordar es terrible, tal vez por eso algunos optan por perder la memoria cuando envejecen.

– Las guerras son algo terrible, por suerte ya no existen, son grupos de personas, países, luchando unos contra otros, matándose entre si. Mueren muchos inocentes y los que quedan vivos, como yo, no pueden olvidar nunca tanto horror. Hace años, yo tenia 9, en un país que desapareció durante la ultima guerra, estalló una guerra entre el gobierno y los que estaban en contra de él. El gobierno en su afán de conservar el poder utilizo hasta armas químicas, murieron niños y personas inocentes. Muchos países decidieron unirse y castigarlo, Estados Unidos, lidéreo los aliados. Después de muchas reuniones, conversaciones y promesas, bombardearon el país. El gobierno del paìs respondío lanzando misiles contra Israel. Las tropas de Israel se lanzaron con todo contra él. Estalló la guerra mas terrible que la historia recuerda. Rusia y China, intervinieron apoyando al gobierno de ese paìs, los aliados con Estados unidos al frente, apoyaron Israel. Fue una guerra larga y dura, desgarradora. Hubo muchos muertos, más de 300 millones, unos por las armas, otros por hambre. En esa guerra murió mi hermano, era 12 años mayor que yo, recién se había alistado en el Army. No tienes idea de cómo nos queríamos, han pasado ya 80 años y lo recuerdo todos los días. Mamá, perdió la razón, no pudo sobreponerse al golpe, papá nunca la interno. La trajo con él de Miami, cuando todo cambio. Siempre pensó que el aire de Cuba le haría bien, cuido de ella hasta el último instante, cerró sus ojos con un beso.

Las guerras son terribles Robertico. Después de 5 años guerreando, la humanidad estaba agotada, sin fuerzas. Todos comprendieron que no habría vencedores, todos serian vencidos. Los jefes de estado se reunieron y firmaron la paz incondicional. Todas las armas fueron destruidas, se prohibió fabricarlas. El mundo se levanto de sus ruinas, todos los países se ayudaban unos a otros. Ni las ideas, ni las religiones, dividieron mas a los hombres, todos se hicieron hermanos. Así hemos vivido desde entonces, la guerra es cosa del pasado de la historia, aunque el dolor que me provocó siga vivo en mi, como el primer día.

Robertico abrazo a su abuelo, las lágrimas de ambos se mezclaron. Quedaron así durante más de una hora, abrazados, llorando juntos. Casi un siglo después, aún los hombres lloraban por la última guerra.

Sonó la alarma del reloj, Pedrito despierta de su sueño, se despierta aturdido y confundido, con la almohada húmeda por sus lagrimas. Su mama entra al cuarto.
– Pedrito, vamos levántate se te hace tarde para la escuela, ¿Qué te pasa?
-No se mamá, anoche me quede dormido viendo las noticias sobre la guerra que se avecina y tuve un sueño hermoso, pero también fue una terrible pesadilla, no sé. ¿Dónde esta mi hermano?
– En el trabajo, ¿Que pasa mi hijito? Estas llorando.

Pedrito tomó el teléfono.
– Mi herma soy yo, Pedrito, quiero pedirte algo muy importante, no vayas a ir a la guerra. No puedes ir, me entiendes, no puedes. No me preguntes por qué, pero si vas, te van a matar y mami perderá la razón, lo sé.

Del otro lado del teléfono su hermano no entendía lo que pasaba, pero dejo que el amor entre ellos decidiera, tomo la planilla de inscripción en el Army y la rompió.
– Tranquilo mi hermanito, no iré a la guerra.

Su madre se volvió a la imagen de la Caridad del Cobre.
– Protégenos Cachita, ¡Cuídamelos siempre!

Pedrito, sentado en la cama, miraba a su mama, sus ojos inundados de lagrimas.
– ¿Qué te pasa mi hijito?
– Ay mami, si pudiera hablar con el presidente y contarle mi sueño.

Fotografia tomada de Google.