La bolsa negra cubana.

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A nosotros que no nos hablen de mercado negro, ni contrabandos; todo lo que se resuelve y vende a espaldas de la legalidad es bolsa negra. Una bolsa gigantesca donde cabe todo o casi todo. Donde puede resolverse, desde una caja de muerto, hasta un vestido para los quince de la niña, desde un pitusa, hasta una tirita de diazepam, desde leche en polvo y carne de res, hasta lo imposible. La bolsa negra hace una parodia de la canción del Benny y dice, elige tú, que resuelvo yo.

Creo que ninguno de nosotros, pudo escapar a la bolsa negra, de un modo u otro, todos terminamos resolviendo algo necesario e imposible de encontrar en el mercado estatal. Con esto de la bolsa negra, me acusara alguno de racista o de culto a la magia negra, na’ que hay mucho loco suelto pero, no hay que exagerar. La llamamos bolsa negra, tal vez por andar en lo oscuro, escondiéndose de miradas y oídos atentos.

No faltaron medidas e intentos de frenarla, de restarle fuerza. Hasta nuevos delitos aparecieron, como el de receptacion, que se le aplicaba al que era sorprendido comprando algo de la inmensa y casi omnipresente bolsa negra. Nada logro frenarla, donde quiera que un producto escaseaba, se aparecía ella, coqueta y seductora, diciéndonos al oído; yo tengo.

En mi última visita a La Habana, comprobé que la bolsa negra, gozaba de buena salud. De nada han valido medidas y redadas, decretos y discursos. La bolsa negra hace su versión de aquella famosa rima de Becquer y declara; mientras exista una escasez real, habrá bolsa negra.

Una amiga me contó una conversación telefónica que manifiesta la buena salud de la bolsa negra. Fue entre una persona que tiene un trabajo de esos que requieren discreción y su hija. Ella intenta decirle a la hija que están vendiendo carne de res.
– Oye están vendiendo pullovitos rojos, ¿quieres?
– Mamá como que pullovitos rojos ¿de que tú hablas?
– Si niña, pullovitos rojos y están buenísimos, de un pullovito, te salen varios, están gordos. Tú sabes que a mi nieta le encantan los pullovitos rojos.
– Ya entiendo mamá, si claro que quiero pullovitos rojos.
– ¿Hasta que nivel tu puedes llegar?
– Hasta el nivel que tu quieras mamá, tráeme todos los pullovitos rojos que puedas. Tú sabes que soy hija de Changó.

Así, en el día a día del cubano de a pie, la bolsa negra va resolviendo y ayudándonos a sobrevivir. No solo ayuda a encontrar lo que escasea, a veces encuentras productos más baratos, como el tabaco.

Escuche también otra conversación telefónica digna, de figurar en el mejor teatro costumbrista. Suena el teléfono en casa de una amiga que estaba visitando y dice.
– Oigo, si claro que quiero desayuno ¿Cuándo puedo pasar a recogerlo? Perfecto, nos vemos, chao.

Les juro que pensaba que en las Paladares, estaban vendiendo desayuno a módicos precios y mi amiga podía darse el lujo de encargarlo y pasar a recogerlo. Cuando se lo dije se rió. Me explico; no, desayuno quiere decir que tiene leche en polvo, era el bodeguero, me aclaro que el desayuno era de primera calidad, ó sea que estaba buena. Nos reímos durante un rato.

En estos tiempos de Internet y globalización, la bolsa negra no se ha quedado atrás. Hasta tiene su pagina Web, Revolico.com. Quien se lo iba a decir, somos la candela.

Realmente, la bolsa negra, la creo la escasez, la necesidad y mientras exista, siempre habrá alguien que se aproveche para hacer negocios o para resolver lo que no se encuentra, ni en los centros espirituales. Tal vez un día digamos adiós definitivamente a la bolsa negra y entre abundancias y recuerdos, alguien dirá, ¿bolsa negra? Que imaginación la del habanero este.
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Fotografias tomadas de Google.