El oficio de odiarse entre cubanos.

El odio y nosotros nos conocemos hace años. Por odiar, odiamos hasta a hermanos. Buen trabajo que hicieron con nosotros que a pesar de años “libres”, alimentamos odios; como si de odiar dependiera nuestra vida.

Siempre recuerdo aquella tarde que me encontré con Huber Matos, nadie, tal vez , con más derecho para odiar, destilar bilis y morder con furia. Recuerdo su hablar pausado, su sonrisa, su paz, su no dejar que el odio lo dominara y destruyera, hablamos de todo y de todos, sin que el odio salpicara nuestro encuentro.

Nosotros odiamos con furia, dividimos, inventamos muros. Discípulos aventajados de quienes decimos odiar, les rendimos tributo en este reeditar memorias y desencuentros.

No, no damos la mano, solo palabras con furia, no dialogamos, insultamos. Si usted no piensa exactamente como nosotros es tremendo comemierda y hay que convencerlo de su error.

No faltan tristes y oscuros personajes que por un minuto de fama, avivan odios y rencores y allá va el rebaño enardecido, a morder con furia, a destilar odios; a pedir venganza.

Si a nuestros cantantes en el exilio, no los dejan dar conciertos en la otra orilla, pues que los de allá no puedan venir acá, ojo por ojo y diente por diente. No hemos aprendido de tolerancias, no somos capaces de hacer la diferencia, que cante quien quiera y tenga voz para hacerlo y que vaya a verlo y a aplaudirlo quien quiera; nosotros no tenemos miedo al diversionismo ideológico.

Ahora fue con Haila, cantante que si conozco es por el revuelo armado y a quien no iría a ver, ni gratis y con transporte incluido. Muchos se sienten exitosos por la cancelación de su concierto. Bravo, grita más de uno y alguien disfrazado de pavo Real se pasea orondo y orgulloso. Este Miami, repleto de problemas que no voy a enumerar para no agobiar y aburrir, ciudad con estafadores y ladrones, con rentas por el cielo y trabajos de bajos salarios y el alcalde dedica su tiempo a excomulgar a una triste cantante. Haila no dará su concierto y muchos respiran aliviados, a mi, ni fu, ni fa, no es una victoria que me anoto, no cambia nada, solo demuestra intolerancia y odio. Hubiera preferido que diera su concierto y que Miami digno y respetable no asistiera, que se enfrentara a un local vacío, eso sí sería una victoria y una lección de tolerancia y principios, pero no, repito, aprendimos muy bien la lección y seguimos odiando y mordiendo con furia. Olvidamos que el odio destruye a quien lo alberga y no al objeto de odio. No evolucionamos, nos detuvimos en el tiempo y así queremos que nuestros hermanos de la otra orilla sean mejores, buen ejemplo el que les damos; así se camina en círculos cerrados y no se llega a ninguna parte.

Despojémonos de odios y rencores, guardemos en la memoria lo que sea necesario, para no olvidar a quienes tienen deudas que pagar. Abrámonos a los nuevos tiempos y demostremos al mundo que estos cubanos de Miami, son gente buena, trabajadora, tolerante; no lo duden, aquí hay gente empingá.

Que me perdonen o mejor aún, que me condenen los que avivan odios y rencores. Yo tengo una memoria del carajo, pero opté, para siempre, por amar.

Fotografía tomada de Google

Un cumpleaños al que los perros, no fueron invitados.

La Habana se ilumina en cumpleaños, mientras le matan, uno a uno, perros y esperanzas.

Motica corre asustado por la ciudad, tratan de atraparlo y escapa. Dicen que hacemos daño, que vienen unos reyes y no quieren que nos vean, se dicen unos a otros espantados. Motica sigue corriendo, no se detiene, está su vida en juego, no quiere morir entre dolores y espasmos y corre entre calles, salta montones de basura, se escapa una y otra vez. Un basurero lo cobija, mientras le dice al oído: con nosotros no se meten, parece que tenemos algún amigo en el gobierno, cada vez somos más, nadie nos detiene. Motica lo escucha y piensa; si alguien se apiadara de nosotros.

La Habana se maquilla y espera cumpleaños. Unas calles con luces, un poco de colorete, no alcanzan a ocultar años de abandono, olvidos, destrucciones.

Motica logra dormir entre escombros y basuras, sueña un milagro que lo salve a él y a sus hermanos. Motica no tiene amigos en el gobierno, no tiene bolsillos con dólares para sobornar a corruptos funcionarios. Motica piensa en su hermana Milly que tuvo mejor suerte y encontró hogar y familia una mañana, cuando arrañaba un pan viejo en El Rincón. Milagro, milagro gritaron sus hermanos cuando la tomaron en brazos y se la llevaron al auto, para darle pan, amor y familia.

Un milagro piden Motica y sus hermanos, un milagro que los salve de una muerte anunciada. ¿ Sabrán los reyes que visitan que los perros habaneros están de luto? Muchos no sobrevivieron a la matanza. Son malos para la salud, gritaba una, mientras volteaba el rostro para no ver un basurero y las aguas albañales corriendo por la acera.

La Habana celebra cumpleaños, son 500 años y aún me espantan, comenta con amigas: una nunca sabe que puede suceder en estas calles.

Dos habaneros se saludan, hoy he tenido un día de perros, dice uno. Motica piensa que todos sus días son de perros y se niega al exterminio.

Vienen Santiago, Cienfuegos,Matanzas, muchas más, a saludar a La Habana en su gran fiesta. La ciudad de 500 años pregunta a sus amigas:¿Ustedes tienen perros? A mi, me han matado a todos mis cachorros.