El que tiene dólares resuelve y el que no, que se joda.

Nena escucha, sin abrir sus ojos, el televisor encendido con la mesa redonda donde hablan de nuevas tiendas, dolares, tarjetas plásticas y abundancia de mercancías. Nena no quiere abrir sus ojos, piensa que así, todo será como un mal sueño, lo que nunca sucedió. Hace un recuento de su vida, prefiere refugiarse en el pasado, cuando aún tenía esperanzas, cuando tenía una venda en sus ojos y creía en promesas y consignas.

Nena recuerda cuando tenía 10 años en el 65 y su tía con sus primas se fueron para el norte “revuelto y brutal”. Su padre le prohibió ir a verlas y despedirse de ellas, son traidores, le repitio una y mil veces. Nunca más supo de ellas hasta el 79, aquello de la comunidad fue el acabose, pero ella y su madre estaban felices, volver a ver a su tía y a sus primas, parecía un regalo de Navidad adelantado. Por un milagro de “arriba ” ya no eran traidoras, venían, reyes magos de nuevo tipo, cargadas de regalos y de historias. Así supo de la vida al Norte, de trabajos y logros.

Nena recordó escuelas al campo, trabajos voluntarios, guardias, domingos de la defensa, reuniones, las viejas consignas se le atragantaban; le faltaba el aire y no era por el coronavirus.

Se negaba a abrir los ojos, a aceptar una realidad que le recordaba aquel cuento del hombre que amaneció convertido en cucaracha y que su profesora de Literatura nunca supo darle una interpretación creíble. Sonó el timbre de la puerta y Nena no tuvo más remedio que abrir los ojos e ir a abrir la puerta. Del otro lado Asunción le gritaba: ábreme rapido mi santa que me voy a caer muerta redonda aquí en el portal.

Nena se levanta, arregla los girasoles que están en un bucaro sobre la mesita y abre la puerta, Asunción se le abraza y le dice entre sollozos: dime que esto no es verdad, dime que lo de las tiendas y los dolares es mentira .

Nena respira hondo, traga en seco y le dice: es cierto Asunción, es cierto, ahora lo bueno habrá que pagarlo en dólares y usar una tarjeta plástica.

Asunción se deja caer en un sillón se zafa el moño y deja caer su pelo canoso sobre sus hombres y su rostro.

– ¿De dónde cojones saco yo dólares para que Manolo pueda comer carne y se le quite la anemia? ¿ De qué valen las medallas y los diplomas que tenemos en la casa? Tú tienes a tu tía y a tus primas que siempre te han ayudado, pero yo no tengo a nadie Nena. Sabes mi orgullo siempre fue tener a toda mi familia de este lado, que mis tres hijos estaban comingo, pasábamos trabajo, pero juntos todos, nada de llamadas los domingos y visitas por el día de las madres. Te voy a decir algo que nadie sabe, en el 94 mi hijo mayor quiso irse en una balsa, es ingeniero, pero estaba cansao de pasar trabajos y que el sueldo no le alcanzara, yo lo convencí que se quedará. No quería verme como la vieja Cacha que tiene a todos sus hijos del otro lado y aunque no le falta nada y ellos vienen a verla dos veces al año, no se le quita la tristeza de sus ojos y se le aprieta el pecho cuando habla de su hijo Joseito y lo acaricia en la distancia; yo no quería que me pasará a mi. Logré convencerlo y se quedó, hoy es jefe de producción en una fábrica destartalada, pero al menos la familia esta unida.

Nena le trae un vaso de agua, las palabras se le traban en un intento de consolar a su amiga.

– Ay vieja, nada fue como nos lo prometieron, las consignas se volvieron viejas e inservibles, la esperanza se nos volvió agria y el azúcar amarga. Tanto hablar de la igualdad y hoy somos diferentes, tanto que espanta. Tú y yo hemos vivido mucho, tal vez demasiado, ya estamos retiradas, pero aún estamos fuertes, para algunos seremos una viejas de mierda, pero vamos a salir de esta como sea, Dios aprieta pero no ahoga, aunque a veces parezca que si y una crea que ya no aguanta más. Yo no quería creerlo, pero sabes qué, no me va a destruir.

La puerta de la sala está abierta , Cacha, cargando sus 90 años toca a la puerta y entra, se arregla la mascarilla y pregunta.

– ¿ Qué pasó aquí? Y esas caras de velorio.

– Asunción que se ha tomado muy a pecho lo de las tiendas en dólares y las tarjetas plásticas, hasta un vaso de agua tuve que darle. A mi me golpeó duro la noticia, pero hay que apretar el culo y darle a los pedales, no hay de otra. No quiero que mi hijo vea que me doy por vencida, quiero darle una esperanza de que no todo está perdido, si me ve destruida, no sé que rumbo tomaría.

– A mi ya nada me coge de sorpresa, la vida da tantas vueltas que a veces termina volviendo al punto de partida. Hace tiempo que se acabaron las historias bonitas y sólo quedan las de horror y misterio. Mis hijos viven todos en Miami, muchos pensaron que yo no iba a soportar la salida del país de Joseito, pero ustedes no saben que yo fui la que le dio el empujón para que se fuera. Una tarde le miré a los ojos y le dije: mi hijo, yo no quiero morirme sabiendo que te dejo de este lado, cuando cierre mis ojos quiero saberte haciendo tu sueño realidad y así se decidió aquella tarde de abril que se fue, su vuelvo pronto quedó flotando en la sala, esperándolo, multiplicándose en cada regreso, en cada llamada por teléfono. Él está lejos, pero soy feliz de saberlo bien, aquí no tenía futuro, desde su intento de salida del país cuando el Mariel, le cerraron todas las puertas y nunca mas pudo ejercer su carrera. Ahora anda nuevos caminos y yo desde aquí, iluminó la ruta de su vida.

– Ay Cacha que lindo tú hablas, pareces más poeta que tu hijo.

– Son cosas que le salen a una del alma, no se vive tanto por gusto. Y ustedes, levanten ese ánimo, nadie se va a morir de hambre aquí. Muy negras que nos la vimos en el período especial y aquí estamos y asi vamos a seguir. Que hace tiempo sabemos que la felicidad no nos la dan gobiernos , ni decretos, esa la luchamos nosotros. Dicen que vivimos momentos difíciles y yo hace más de 60 años que sólo recuerdo momentos difíciles. Que no somos iguales y que esto está de sálvese quien pueda, lo sabemos, pero también sabemos que nosotras podemos. Las madres de ustedes y yo pasamos mucho, tanto que recordarlo duele en la memoria y en el pecho y nunca nos dimos por vencidas. Si ahora nos ponen la comida en dolares y con tarjeticas plásticas, pues ya resolveremos. Aquí lo que hay que estar vivos y no renunciar a soñar y a luchar, que la vida es del carajo y lamentándonos, sólo logramos llantos y angustias. Oye Asunción pasa luego por la casa para darte unos bistecs de puerco y una jamonada pa’ Manolo, Joseito no sé como se las arregla, pero no deja de mandarme algo siempre. Vayan las dos más tarde por la casa y así les cuelo un poco de café, todavía me quedan dos paquetes de Bustelo. Vamos cambien esas caras, no dejemos que la esperanza muera, no dejemos que nos aplasten con decretos y medidas absurdas. A nosotras no hay virus, presidentes, ni partidos que nos puedan joder la vida. Levanten ese ánimo, unidas, todo es posible.

Un gracias Concha, gracias, iluminó la tarde, mientras los girasoles de la sala apuntaban al futuro, buscando, ansiosos, esa patria “con todos y para el bien de todos”.

Fotografía tomada de Google.

Coyuntura en un barrio habanero.

Una tarde, en cualquier barrio habanero, Micaela, al borde de un ataque de nervios toca a la puerta de Regla, su vecina y amiga de años.

-Abre la puerta Micaela que esto es el acabose; tenemos un problema coyuntural.

Micaela abre la puerta, saluda a Reglita y le dice:

-Claro que tenemos un problema coyuntural mi santa, si la artritis me tiene loca, mira como tengo los dedos y ni me hables de la rodilla, cuando me siento parece una bisagra oxidá.

-Ay chica no te hagas la graciosa que yo estoy hablando de otra coyuntura. Que se avecinan tiempos difíciles, que la cosa está de apaga y vámonos.

– Ahora la que me está cogiendo pa’ sus cosas eres tú. La cosa lleva muchos años difícil, que ya no hay pa’ donde virarse.

-Esta niña yo creo que se avecina un período especial. Ay por tu madre, ¡ Que calor!

-Ay Regla yo creo que a ti te cogió el alemán. Mi santa cuando fue que se acabó el período especial, aquí seguimos con lo mismo de lo mismo. Eso es la continuidad mi negra que seguimos igualito.

Micaela enciende el ventilador para que refresque la salita.

-Ay Micaela por tu madre, aguantate esa boca, tú estás ya que no te quieres.

– Una se cansa de lo mismo, Reglita que todos son promesas y consignas, cuentos que una se creyó y nunca se hicieron realidad. Yo ya estoy vieja, tenía 11 años en el 59, toda mi vida la he vivido en esta conyuntura. Con anuncios de tiempos difíciles que se avecinan, amenazas de guerras, discursos y movilizaciones. Yo creí en esto, te lo juro, pero ya sé me cayó la venda hace muchos años; no vamos a ninguna parte, aquí el asunto es sobrevivir.

– Me haces llorar, pero tienes razón. Ahora no hay gasolina porque dicen que un barco se retrasó, ayer no había pollos, ni huevos, mañana no tendremos café. Es siempre lo mismo, el problema coyuntural es más grande de lo que parece, pica y se extiende.

– Manolo sigue yendo a las reuniones del partido y discutiendo materiales de estudio, yo lo dejo. Son casi 80 años, yo no me atrevo a hablar con él, no porque vaya a discutir conmigo, mi miedo es que despierte y se me muera de tristeza, de pena de tanta consigna inútil y prefiero dejarlo así, en su mundo.

– Tienes razón, eso es lo mejor y hablándo de mejoría, mira lo que tengo aquí, un paquete de café Bustelo, me lo regaló Patricia que su hermano le mandó. Esto si es café mi Santa y quise saborearlo contigo que pa’ eso somos amigas de los años.

Micaela y Regla van para la cocina, el aroma de café inunda la humilde casita de CentroHabana.

– Ay si hasta huele distinto. ¡ Que aire mas puro, que vida más sana! Caballero y que hay que esperar que alguien de Miami mande un paquete para poderse tomar un buen café. ¡Le zumba la berenjena! Si mamá Inés ve esto, le cambia la letra a la canción, porque ya to’ los negros no pueden tomar café.

– Ay Micaela, disfruta el café y olvídate un minuto de conyunturas y continuidades.

– Tienes razón, total, hablando y recondenándome la vida no voy a resolver nada, que la Habana tiene 500 años y yo na ma tengo setenta y pico.

– Tómate el café, relájate y coopera. Que con coyuntura o sin coyuntura, tú y yo somos unas salá y a pesar de to’ no hay quien nos borre la sonrisa, ni nos mate la esperanza. Nosotras somos la que somos.

Fotografía tomada de Google

Una tarde de sombras y arco iris!

Hoy, me invitaron a ver una película mejicana, tenía mis reservas. Falto poco para que después de almorzar sugiriera ir al Mall o al cine. Las buenas maneras prevalecieron, por suerte, vi  una película excelente; “La otra familia”, de tema gay, refleja con rigor y respecto, un mundo que no todos se atreven a abordar.

En un momento de la trama, no se asusten, no voy a contárselas, el niño que esta viviendo con una pareja de hombres y tiene ciertas dudas, les hace preguntas. ¿Por que se besan? Uno de ellos, les responde; porque nos amamos, en el sexo, pasa como con la comida y otras cosas de la vida, a unos le gusta algo y a otros no. El niño los mira sonriente, el personaje termina su explicación; eso nos no hace mejores, ni peores, solo diferentes!

Me contaron que la película estuvo solo dos semanas en exhibición en Méjico, terminaron retirándola del mercado. Se las recomiendo. Se que van a disfrutarla mucho, dinamita tabúes e incomprensiones.

Disfrute mucho la película, pero créanme, no fue lo mejor de la tarde. Tampoco lo mejor fue  el delicioso almuerzo que preparo otro amigo. Después de ver la película, conversamos sobre diferentes temas, cine, cantantes, conciertos, flores arrojadas al suelo en la cara de admiradores atónitos, de éxitos y fracasos, de la vida. Lo mejor de la tarde, fue una historia sobre su vida  que me contó un nuevo amigo.

Salio de Cuba en los 90s, vino a vivir con su padre, un desconocido. Mi amigo, con menos de 20 años, dejaba atrás su madre, amigos y  sueños, dispuesto a empezar una nueva vida en un país extraño al lado de su padre biológico.

A solo unos días de su llegada, su padre descubrió que era gay, lo espero al regreso del trabajo, sus palabras fueron tajantes; no quiero un hijo maricon, recoge y vete inmediatamente de esta casa.

Afuera, nevaba intensamente, mi amigo, recogió lo poco que tenia y fue a sentarse en una cafetería cercana. Conocía  a la camarera, siempre le daba alguna Doughnut extra, estas muy flaquito, tienes que comer, le decía. Lo vio tan triste que le pregunto. Le contó su historia, vamos para mi casa, le dijo. Vivió con ella hasta que logro su independencia económica. En la actualidad los unen fuertes lazos, de esos que ni la distancia ni el tiempo pueden romper.

Pasaron los años, el padre de mi amigo enfermo, lo llamo, quería pedirle perdón. Conversaron, mi amigo, tiene un gran corazón, un corazón en el que caben todos los buenos sentimientos, hasta el perdón a lo imperdonable. Perdono a su padre, lo visita, su padre le pegunta si tiene pareja, cuando la tengas, puedes traerlo a verme, me gustaría conocerlo, le dice. Un día, conversando, le dijo; sabes no sabia que se podía ser gay y ser a la vez todo un hombre, un maravilloso ser humano, pensé que serias un monstruo y fui yo, quien termino siendo monstruoso.

Soy de los que lloran fáciles con las películas, pero las lagrimas más fuertes de la tarde, me las arranco la historia de mi amigo. Estuve unos minutos sin hablar, no podía y no quería que descubrieran la causa, ya se habían burlado bastante de mi cuando mirábamos la película. A veces, nos creemos dueños de las historias mas terribles y llega alguien con cara de ángel y nos cuenta una historia, que no podremos olvidar jamás.

Quise compartir con ustedes el recuerdo de una tarde especial, entre amigos e historias, lágrimas y risas. Una tarde, como la vida, con todos los colores del arco iris y con sombras también.