Entre traidores anda el juego.

Entre traidores anda el juego y los insultos llueven, abundantes e inoportunos.

Allá y acá padecemos del mal de atacar a todo el que no piense igual, de querer destrozar a dentelladas a todo el que se atreva a pensar diferente, a pensar por sí mismo.

Todo aquel que ose pensar por sí mismo, desgajarse del rebaño, decir no estoy de acuerdo, se busca tremenda salación; un, eres tremendo comemierda o tú estas equivocado o eres un traidor, pretende frenarlo en seco.

Donde quiera que estemos pretendemos reeditar la unanimidad, amamos los robots que obedecen sin objeciones, que siguen orientaciones de arriba ciegamente, obedientes y dóciles. Si Luis Alberto Montaner se atreve a criticar a Trump, allá van a despedazarlo, ¡estas equivocado! le gritan, vergüenza del exilio cubano, le dicen otros. El que hasta ayer era orgullo de muchos, ahora es tremendo comemierda por no sumarse a la comparsa proTrump, así andamos o mal andamos ¿seremos capaces algún día, de este lado del mar, de aprender que la unanimidad es imposible y que el que piensa diferente merece atención y respeto?

Si allá, al otro lado del mar, ven una foto de Leoni Torres con Willy Chirino, le gritan traidor y cuando anuncia una canción en la que unirán voces y talentos, cubren sus cabezas con cenizas espantados de tanta osadía. Lo que debería ser un motivo de orgullo y fiesta de la cultura cubana, se convierte en el objetivo de ataque. Willy Chirino no tiene sus manos manchadas de sangre, no ha financiado bombas, no ha ordenado fusilamientos, sólo, como muchos, no está de acuerdo con el gobierno cubano. Cubano de pura cepa, busca a otro cubano y en ese abrazo de las dos orillas, más allá de ideologías y fanatismos, esta el orgullo de ser cubano. Entendamos de una vez y por todas, que Cuba no es un partido, no es un gobierno.

Muchos que gastan tinta y voces en criticar a Leoni Torres, las ahorran para preguntar por la suerte de Luis Manuel Otero Alcántara. Hubiera sido hermoso que esos que hoy llaman traidor a Leoni Torres, aunque no compartieran las ideas de Luis Manuel, se preocuparan por él, apoyaran su pensar diferente, aunque no lo aplaudieran, pero no, es mucho pedir y en un chapoleteo constante dicen amar libertades, mientras las reprimen.

Entre traidores anda el juego, porque al final la Patria es la traicionada, la que espera, impaciente, ser “de todos y para el bien de todos”.

Fotografía tomada de Google

Una fiesta de recuerdos.

Un día los recuerdos decidieron reunirse, convocar una fiesta de memorias. Estaban cansados de venir de uno en uno, de ser convocados por una foto, un sueño, un olor o un suspiro ¡queremos una fiesta con todos reunidos! que no falte nadie, exclamación a coro. A Pepe le gustó la idea, nos reuniremos en abril, un día cualquiera, la dijo a sus recuerdos.

Llegó el día señalado, estaban todos, hasta recuerdos perdidos allá en el inicio de los tiempos, llegaron de uno en uno, en grupos, saludaban y ocupaban su lugar, apretados uno al lado del otro, para garantizar espacio a todos.

Allí estaba su primer llanto, el primer beso de su madre, pañales cambiados y noches de desvelos; recuerdos que creía perdidos para siempre le sonreían, le hacían guiños. Se vio niño del brazo de mamá, adolescente, joven, estudiante, trabajador, hombre, temba, amante.

Disfrutó especialmente los recuerdos de mamá, esos días que la hacía feliz y orgullosa, que su risa era capaz de borrar penas y distancias. Se detuvo en esos recuerdos, porque saben, eso somos, recuerdos; cada instante vivido es un tesoro, revivirlos es un placer especial, hondo. En el balance final sólo lo que podamos recordar será lo que realmente vivimos, lo importante; recordar tiene la suerte de hacernos volver a vivir en la memoria.

Decidió recibir a sus recuerdos, con su recuerdo mayor entre sus brazos, apretando fuerte a su madre, haciéndola eterna en su memoria. Ella es su talismán de la buena suerte, su refugio y consuelo, su resguardo. Recordó sus años de estudiante, sus compañeros del pre, de la carrera, esas ganas de graduarse, su desconocer que vivía uno de sus mejores tiempos. A veces sucede que los recuerdos nos hacen trampas, nos preguntamos, ¿realmente fue así, no me parece? La nostalgia y los años nos juegan sucio y endulzan o borran los recuerdos. En esta fiesta de recuerdos todos llegaron sin adornos, tal y como fueron, estaban sus éxitos y también sus fracasos, sus risas y sus lágrimas, su vida entera.

Pepe miró frente a frente a sus recuerdos, sólo con el recuerdo de su madre entre sus brazos pudo hacerlo, es duro eso de enfrentarse de golpe a todos los recuerdos, de repasar de una vez, toda la vida.

Frente a él, exámenes, graduaciones, escuelas al campo, actos de repudio, salidas del país, abrazos en la distancia, amores olvidados, llamadas los domingos, viajes a sus raíces, cada recuerdo lo emocionaba y conmovía, le hacia reflexionar.

Cuando estuvieron todos Pepe los miró y les dijo: no me abandonen nunca, le tengo terror a vivir en el olvido, a la terrible desmemoria. Los recuerdos rieron: vinimos a alegrarte, a una fiesta gigante, ¡disfrútala! y allí en el recuerdo aparecieron cakes de cumpleaños, fiestas junto a mamá y su familia, con sus amigos, risas desbordadas, abrazos multiplicados, fuertes, necesarios. Los recuerdos lo rodearon, competían por llamar su atención, por hacerlo vivir de nuevo emociones y momentos.

Pepe los abrazó a todos muy fuerte, ¡no me abandonen nunca! Gritó como una orden, una súplica, mientras disfrutaba de todos, reviviendo uno a uno, instantes de su vida.

Los recuerdos esos traviesos que apuntalan el hoy y aseguran el mañana, que se aparecen sin avisar, nos traen sonrisas y lágrimas, sin ellos no existimos, por eso siempre los invito a mi fiesta, ¡a mi vida!

Fotografía tomada de Google.