Rosita, una habitacion, recuerdos, fotos, historia!

Cada encuentro con ella, tiene la magia y el encanto de ignorar que edad tendrá la persona que nos recibirá. Puede recibirnos una  muchacha o una señora de más de 80 años. La señora, puede convertirse en una muchacha al influjo de un piropo o de un recuerdo feliz evocado. La muchacha, a veces es una niña, riendo con toda la inocencia del mundo,  interrumpe la conversación y dice; yo hice eso? Este ser especial, es capaz de sorprendernos, aún a sus más cercanos seguidores, con una belleza y una sonrisa deslumbrante. Extraña flor que cambia de colores y pétalos según la ocasión. Saber que vamos a verla, es prepararse para un encuentro con nuestro arte, con una de las cumbres de nuestra cultura. Cada encuentro con ella, nos hace parte de la historia. Una puerta se abre, nos recibe, nuestra Rosita.

Nos habíamos encontrado anteriormente en diferentes lugares, en fiestas en su honor, en el cuarto de un hospital, en casa de un amigo, en el camerino de The Place of Miami. Compartimos juntos el escenario una tarde. Lloro de emoción con la lectura de un escrito mío sobre ella, me premio con un beso al final. Mientras leía, me tomo de la mano, éramos como viejos amigos evocando recuerdos.

Su casa, en La Habana, encierra todo el misterio del lugar donde vive una diva. Ella, que vive en el corazón de muchos cubanos, reside allá, al oeste de la ciudad, tranquila, con sus perros, su gato, sus recuerdos, sus trofeos. Su residencia, lejos del bullicio de la ciudad, no esta en silencio, en cada esquina, resuenan los aplausos de su público. Me parecía escuchar bravos y gritos de otra, otra!  Cuando  Rosita avanzaba a darnos la bienvenida.

Por supuesto que no fui solo a visitarla, me acompañaban mi hermana, mi sobrino y mi madre. Mami, se asombra y emociona en cada encuentro con Rosita, para ella, es un regalo especial, cada vez que la visitamos. La primera vez, le dijo a Rosa; me parece mentira estar aquí, frente a ti, conversando, Rosita, río, ambas se tomaron de la mano, intercambiaron afectos y emociones.

Les confieso que desde que llegue a casa de Rosita, me moría de ganas de entrar a la habitación donde guarda fotos, recuerdos, trofeos y premios recibidos. Me senté frente a la puerta del cuarto secreto, del cuarto que tantas veces vi en fotos, reportajes y videos. Conversábamos y yo miraba de reojo, tratando de ver, de adivinar todo lo que encerraba. Varias veces mencionó esa habitación, la llama, entre risas; “el cuarto del culto a la personalidad”. Yo, la escuchaba y me decía; no me invitara a pasar al “cuarto”. De pronto, la conversación giro alrededor de un amigo común, el mas fiel de todos los fans de Rosita y quien me sirvió de puente hacia ella, le dijo a  mami, venga, le voy a enseñar una foto del cuarto de Robertico.

Entré al cuarto de los recuerdos y trofeos, del brazo de Rosita y de mami, ambas eran mis trofeos, encerraban entre las dos montones de recuerdos felices, capaces de desbordar no un cuarto, todo un edificio.

La Fornes, de pie, en el centro de la habitación a media luz, nos mostraba fotos, diplomas, reconocimientos. Toda una vida dedicada al arte, a su publico, desfilaban ante mi, Girasoles de Opina, medallas, diplomas, fotos históricas. Fue un recorrido por la vida y obra de una figura que admiran y siguen, 3 generaciones de cubanos, un recorrido especial de la mano y voz de su protagonista. No importaba la media luz de la habitación, la luz de Rosita, ilumino, cada recuerdo, cada evocación. Su voz, sin edad ni tiempo, contaba anécdotas, historias. Al influjo de su risa y su luz, volvió a vestir su bata cubana, sus trajes de brillo y lentejuelas, paseo en trusa por la habitación, que de pronto resumió todos los escenarios del mundo, donde nuestra Rosita ha brillado y reinado.

No, este cuarto especial, casi mágico y mítico, no es el cuartito del culto a la personalidad, es tal vez, un rinconcito del recuerdo, de la historia. Es un poco la biografía en fotos y recuerdos de nuestra Rosita. Es un reflejo, un resumen material, del lugar que ella ocupa en el corazon de muchos cubanos, que amamos  y recordamos siempre a esta mujer extraordinaria. Solo unos días antes, abarrotaba el teatro América, en el espectáculo en homenaje a sus 73 años de vida artística.

Conversábamos y hablaba de proyectos futuros, de su ultima película, en proceso de edición, de cómo analiza cada propuesta de trabajo antes de decidirse a hacerlo. No, no es  una diva, no es una estrella, es, nuestra Rosita, una mujer sencilla, que no necesita poses de estrella ni de diva, su nombre le basta para reinar por siempre sobre su publico.

Al despedirnos, nos acompaño hasta la puerta, nos despedimos con un beso y un, nos vemos pronto. En mi mente, ya daban vueltas las ideas sobre mi próximo escrito; Rosita y su cuarto especial.

Regresar del regreso!

Regresar del regreso es, tal vez, el mas difícil de todos los regresos. Uno cuenta los días, las horas que faltan para que se nos acabe el tiempo del regreso. Queremos como la Massiel, un reloj de 30 horas o la semana de Manzanero, con más de 7 días. Mientras dura, disfrutamos los días al máximo, nuestro regreso, me recuerda aquel anuncio de mi infancia, “tiene vida limitada”. Me sorprendo siempre por todo lo que hago en tan pocos días; la intensidad, puede vencer al tiempo. Cuando regresamos, los días son nuestros aliados, se extienden y valen por meses y las semanas por años.

Una noche antes de regresar del regreso, me llamo la mamá de un amigo su pregunta fue; ¿estas triste? ¿Triste?  En un segundo repase los días vividos, me sitúe en tiempo y espacio, mi respuesta no tardo; triste, no ¡feliz! Inmensamente feliz por poder regresar dos veces al año a los brazos de mi madre, a recorrer las calles de mi Habana, a andarlas del brazo de mi madre. Feliz, por dibujar sonrisas en el rostro de mis seres queridos.

Cada vez que regreso a Cuba, a  mi madre, mi corazón se desborda de felicidad. Cuando el capitán dice; en unos minutos aterrizaremos en La Habana, miro por la ventana, me parece sentir el olor de las palmas dándome la bienvenida, el perfume de mi madre acariciarme. Cada regreso es un regalo de Dios, una bendición, un motivo mas para dar gracias mirando al cielo más azul y hermoso del mundo.

Los vecinos y amigos me dicen; Concha, sólo sale cuando tú vienes. A veces, cuando creo que he exagerado un poco en las salidas en un día, le pregunto; ¿estas cansada? Ella sonríe, me dice que no, sigue de mi brazo, incansable en salidas que duran más de 8 horas con almuerzo y cena incluidas.

No, cuando el regreso termina, no me invade la tristeza, siento esa extraña sensación que tenemos todos cuando algo que disfrutamos termina. Cuando consumo los últimos minutos del regreso, no estoy triste, llevo conmigo la alegría compartida y multiplicada de mi madre. Llevo  en mis zapatos el polvo de las calles habaneras, en mi cámara cientos de fotos y en el alma, una fiesta sin final.

Regresar del regreso, volver a Miami, es llegar a casa. Regresar a donde decidí vivir, a la ciudad donde hago realidad muchos de mis sueños, donde invento y recreo nuevos sueños. Regreso del regreso, sin angustias ni tristezas, feliz y agradecido. Miami me recibe, abriéndome los brazos. Mis amigos, la Caridad del Cobre, desde su ermita, San Lázaro desde su rincón, me dan la bienvenida.

Desciendo del avión con una sonrisa de felicidad, en mis oídos aún siento, las sentiré por siempre, las palabras de mi madre al darnos el breve beso de despedida, he sido muy feliz, muy, muy feliz estos días. No, no regreso del regreso triste, vuelvo feliz y renovado, ¡llegue a casa!

Mami, el barrio, recuerdos y yo.

Anduvo todo el barrio, una y mil veces, hizo mandados, colas. Recorrió tiendas buscando lo necesario para la casa, para nosotros. Nunca fue de visitar vecinos, no tenía tiempo para visitas, cocinar para 7 personas, limpiar la casa, tener la ropa de todos lista, le consumían prácticamente, todo el tiempo del día, del año, de su vida.

Recuerdo cuando se arreglaba, para acompañar a mi padre a recepciones en embajadas y a comidas importantes. La mirábamos salir del cuarto, transformada, bella. Los que la saludaban y hasta piropeaban en sus salidas, no podían imaginar que antes de maquillarse y con las uñas pintadas, fregó hasta el ultimo plato, la ultima cazuela. Al regresar, siempre nos traía algo en su cartera, no podía disfrutar la noche, si no compartía aunque fuera un bombón con nosotros.

El tiempo ha pasado, ha visto partir a muchas de las vecinas de años, a todos sus hermanos. Un día, me miro a los ojos, me dijo; sabes tu padre, siempre me decía que yo iba a vivir muchos años, que seria muy longeva. Suma años, amores y afectos, muchos se dejan conquistar, no se resisten a su encanto. Sin saberlo, se ha convertido, poco a poco, en un símbolo en el barrio. Es como si los años y su experiencia, le hubieran otorgado un cargo especial, es punto de referencia, un ejemplo.

En uno de mis viajes a La Habana, una amiga de mi hermana, experta en asuntos de amores, demasiado experta tal vez, me dijo; es increíble, ella, me aconseja, le cuento mis problemas y su consejo es siempre el mas acertado. No se si un día irán personas de diferentes rincones del país o el planeta a pedirle consejo. Ella, los recibirá, les sonreirá, los escuchara y les dirá que hacer, sin alzar la voz, como acariciándolos con las palabras.

Se sienta en el portal, mira la gente pasar, la saludan. Muchos, le dicen; tomando el fresco? Sonríe, asiente, no es capaz de decirles que espera. Aunque falten meses para mi regreso, se sienta en su sillón, se mece, cierra los ojos, me imagina junto a ella. Siempre espera, en un lugar, donde muchos ya no esperan nada. Ella, no pierde la esperanza, ni la sonrisa. Desterró, para siempre, las lagrimas, solo se da el lujo de llorar de felicidad en cada reencuentro, en cada emoción compartida.

Hace unos años, la primera vez que mi sobrino, pasaba días fuera de casa,  mi hermana desolada y triste, le pregunto; como pudiste soportar la partida de todos tus hijos, como puedes soportar tener lejos a Joseito, su respuesta fue corta; sólo yo se de ese dolor!

Siempre pareció frágil, hasta débil, tras esa aparente fragilidad, hay una mujer de acero, que ni penas ni ausencias, logran vencer. Recuerdo cuando murió mi padre, llegue a La Habana a las 3 de la tarde, el entierro había sido en horas de la mañana. Cuando entre en la casa, mami dormía, llevaba dos noches sin dormir. Mi hermana, la despertó, se abrazo a mi llorando y riendo, fue la primera vez que comprendí que alguien puede estar muy triste y muy alegre a la vez, sus ojos lloraban  y su boca reía. Esa imagen se grabo en mí, para siempre.

Una vez, en unos de mis viajes, aprovechó unos minutos  a solas, me miro a los ojos y me dijo; cuando ya no este, no quiero que llores, ni sufras, me iré, sin que me debas nada, todo me lo diste en vida, eres el mejor hijo del mundo, cuando ese momento llegue, quiero que estés tranquilo. La abracé llorando, solo le dije, pero mami, para eso faltan como 50 años, nos reímos juntos.

Me confeso algo que nadie sabe, cada noche besa dos fotos mías, en una estoy alegre, en otra triste, pensativo; es una forma de estar junto a ti, en tus alegrías y en tus tristezas, me dijo. Tal vez por eso, mis alegrías se multiplican y mis tristezas duran poco, ella, desde La Habana, hace el milagro.

Una tarde, conversando con una amiga, me decía, nada malo puede pasarte, cuando se tiene una madre como la tuya, pensando constantemente en ti, pidiendo por ti, estas protegido. Mami, desde La Habana, mira al cielo, habla con Dios, sabe que él la escucha. Se interpone ante las penas y abre el camino a alegrías. A veces, me pregunta, cuando vas a enamorarte? Quiero verte con una buena persona a tu lado, tal vez, me enamore pronto y la complazca, tal vez no y así se quedara muchos años mas entre nosotros, sabiéndose necesaria, imprescindible.

Una vez, escribí algo corto, dedicado e inspirado por un joven mejicano, que fue abandonado por su madre. El la busca desesperadamente, solo para darle un abrazo y decirle que es un hombre de bien, que no tiene que avergonzarse de él. En mi escrito, yo, que guardo montones de besos y abrazos de mi madre, le regalaba uno, uno solo bastaba para hacer el milagro y darle la fuerza necesaria para continuar en su búsqueda.

Pensé no escribir mas hasta mi regreso de Cuba, pero la cercanía del viaje, la certeza que me esperan los brazos de mami, han revuelto ideas y recuerdos en mi mente. Mami, allá, en el barrio, desde su portal, me espera, los vecinos pasan, la saludan, preguntan por mí, una sonrisa gigante les responde, vuelve pronto!

REGRESAR!

Partir, la primera vez, todas las veces; partir, es siempre difícil. Regresar, volver una y otra vez, es una mezcla de sentimientos y  emociones. Regresar, aunque solo sea por unos días, acelera el ritmo cardiaco, provoca un estado de ansiedad, que no disminuye ni el mejor ansiolítico conocido, ni siquiera hacer el amor.

Mucho hablamos de cuando nos fuimos, de esa primera vez, que nos desgarro el alma, que tenso el cordón umbilical que nos une a tantas cosas, que casi lo rompe! Partir, fue, es sin dudas, difícil, regresar, también lo es. Cada viaje de regreso, nos revuelve los sentimientos, los recuerdos. Aunque sepamos que la felicidad, esta garantizada, que nos esperan brazos amorosos y todo el amor del mundo en un beso. Regresar, nos alegra, pero también nos tensa, nos desata emociones contenidas, nos desboca en una carrera a un abrazo, a una nueva partida.

Cada vez que regresamos, cambiamos planes, gastamos más de lo debido, sacamos mil cuentas. Siempre se nos quedan un montón de cosas por llevar. Vamos una y mil veces a las tiendas y al mercado, todo nos parece poco.

Recuerdo mi primer regreso, mientras esperaba la salida del avión, escuche a uno de los pasajeros decir; he regresado mas de  20 veces a Cuba, cada vez que veo desde el avión a La Habana, no puedo contener las lagrimas! Volver, es siempre un reencuentro con nosotros mismos, con recuerdos, con raíces.

Muchas veces, fui al aeropuerto a recibir a amigos y hermanas, regresando de visita. Presencie encuentros desgarradores, hermanos, hijos y madres, reencontrándose, después de años de separación. Un día, fui yo, el que regresaba, mi sobrino-hijo, se abrazó a mi llorando. En el auto, rumbo a casa, al reencuentro con mami, me tocaba y lloraba a gritos, se decía a si mismo; existe, esta aquí, no desapareció para siempre. Tuve que hacer un gran esfuerzo, solo le dije; ayúdame, aún me falta ver a mami. Poco a poco controlo sus emociones, se bebió sus lágrimas. Hice el viaje a casa, pensando en el momento del abrazo a mami. Dios, La Habana, mi madre, hicieron el milagro; cuando abrí la reja del jardín, fue como si regresara del trabajo, como si nunca me hubiera ido. Mami y yo, nos abrazamos, como si solo ayer me hubiera ido. Dios, estuvo con nosotros, en ese primer regreso, ha estado en todos.

Son las 5 de la mañana,  me desperté y vinieron a mi mente los preparativos del viaje, del próximo regreso, faltan apenas 4 días, no pude volver a conciliar el sueño. Los últimos días, antes del regreso, son los más difíciles, dormimos poco, el corazón, se nos quiere salir del pecho. Quisiéramos que los días volaran, estar ya en nuestro destino. Siempre le digo a mis amigos, que quisiera obviar preparativos y tramites, transportarme directo a La Habana, a los brazos de  mi madre.

Se que muchos, no han podido regresar nunca, sueñan con hacerlo, imagino  su dolor. Conjugaron el verbo partir una sola vez, para todos los tiempos y esperan por su regreso. Los respeto, pero esconder mi alegría y emoción por mi regreso, seria hipócrita de  mi parte.

Estoy feliz, para serlo, basta la certeza que me esperan los brazos de mi madre, que ella es feliz, repletando congeladores de tamales y croquetas, adornando, aún más, su alma, para la fiesta que se avecina.

Si, el regreso, desata emociones, nos desboca el corazón, nos quita el sueño. Aunque solo sea por unos días, aunque al final, volvamos a partir, regresar, es mirarnos nosotros mismos a los ojos, hacer balance, ensanchar el pecho. Regresar, partir, ser nosotros, ser otros, tener dos casas, dos ciudades. Al partir, solo habrá un pequeño beso, un vuelvo pronto, al regresar, los abrazos serán interminables, los besos inundaran la ciudad. Los brazos de mi madre me esperan; iré a La Habana!

Gracias por Miami!

Cuando publique,  La Habana y Miami, semejantes o diferentes?  Un amigo, me llamó para comentarlo, estuvimos más de una hora conversando. Me contó, que cuando llego a Miami, en el 80, marielito forzado, la ciudad, no le gusto, se fue a vivir a Tampa, tampoco le gusto. Buscando una ciudad, donde integrarse, llamarla suya, fue hasta Los Ángeles, allí sintió que había llegado a una gran ciudad. Logro, finalmente vivir en una ciudad que lo deslumbraba, pero donde, a pesar de luces y rascacielos, se sentía extranjero, inmigrante. Nunca logró integrarse a Los Ángeles, todo le era ajeno y distante, no podía hacer suya la ciudad. Era un extranjero más.

Mi amigo, me dijo, que al cabo de  5 o 6 años, regreso a Miami. Se reencontró con el café cubano, recién colado. Entraba a los restaurantes, disfrutaba feliz, de frijoles negros, picadillo, puerco asado, yuca hervida. Visitaba las dulcerías y cafeterías, endulzaba el alma con pastelitos de guayaba. Escuchaba hablar cubano, sus oídos agradecían ese acento, que hacia años no escuchaban. Por vez primera, en muchos años, no se sintió extranjero. Cuba, se hacia presente en cada esquina, en cada rincón de la ciudad. Mi amigo, comprendió que, había llegado a casa. Miro hacia atrás, recordó a los primeros cubanos que llegaron a Miami, con lágrimas en los ojos, en silencio, les dio gracias, por hacer de Miami, nuestra casa, por traer a Cuba, hasta la Florida.

A los primeros cubanos que llegaron a Miami, todo les fue más difícil, mas duro. Tuvieron que inventarse la ciudad que no existía, hacerla crecer, forjarla. Cuba, era un recuerdo. No tenían posibilidad de regreso, ni siquiera una vez cada 5 años, nunca!  Las llamadas telefónicas, eran dificilísimas y las cartas, tardaban meses o no llegaban nunca. No se como pudieron, si les preguntara, se que ni ellos mismos tienen la respuesta. Convirtieron la nostalgia y el  dolor en fuerza creadora, construyeron una ciudad y la hicieron suya. Se inventaron a Cuba, 90 millas al norte.

Muchos, hemos llegado después a Miami, todos hemos aportado algo  a la ciudad, nos hemos integrado a ella. Ninguno de nosotros, ha sido nunca extranjero en esta ciudad, los primeros cubanos que llegaron, se encargaron de hacerla nuestra, todos los que llegamos después, tenemos mucho que agradecerles cada día.

Ser inmigrante, aprender otro idioma, enfrentarnos a una nueva vida es mucho más fácil, desde Miami, como me dijo mi amigo; aquí, no somos extranjeros! Al salir de Miami, termina la magia, no importa los años que llevemos en el país, somos extranjeros.

Recuerdo la sobrina de un amigo especial, llego de Cuba, directo a New York, lloraba todos los días. Cuando llego a Miami,  el sol la calentó, las palmas le alegraron el alma, se sintió de pronto en Cuba. No lloro mas, la nostalgia y las lagrimas, se rindieron a la ciudad, que en cada esquina, le recordaba a Cuba.

Una vez, fui a Tampa, a visitar amigos, con un amigo-hermano que la vida y el exilio me regalaron. Antes de salir de viaje, los llamamos, les preguntamos si querían algo; por favor, traigan pastelitos de guayaba! Fue lo único que pidieron. Se que no era un antojo, era la necesidad de algo nuestro, que aquí en Miami, es cotidiano y en otros sitios, solo recuerdos.

No, nunca hemos sido extranjeros en Miami, es nuestro. Aunque al principio, la ciudad no nos gustara, termino robándonos el corazón. Tomamos juntos una colada gigantesca e inagotable de café cubano, miramos el cielo azul, respiramos el viento que viene del sur y nos decimos entre recuerdos; estamos en casa. Miami, no nos conquisto, los cubanos, conquistaron a Miami, la ciudad, no ofreció resistencia, dejo hacer a esos primeros cubanos que llegaron, segura que estaba en buenas manos.

Yo, también doy gracias, junto a mi amigo, junto a todos los cubanos que llegamos después, a esos primeros cubanos que conquistaron y engrandecieron a Miami. Levanto mi tacita de café, brindo por lo mejor de ellos, por la ciudad que nos hicieron, por los recuerdos que trajeron con ellos. Saboreo el café, seco una lágrima, les doy gracias de nuevo, ser inmigrante y no sentirse extranjero, es una bendición. Traerse un país, reinventarlo, no es fácil, ellos lo lograron, nosotros, solo continuamos, lo que ellos comenzaron, hace ya, muchos años, cuando todo, era mas difícil. A ellos, gracias multiplicadas cada día, en cada rincón de esta ciudad, nuestra!

Mi amigo Travesti!

La primera vez que conocí, converse y tuve amistad con un travesti, fue por los años 90s, en una de las famosas fiestas de diez pesos. No les niego, que antes de conocerlos, tenía mis prejuicios, a veces, juzgamos lo desconocido, solo por la apariencia, no llegamos a la esencia de las cosas. Por muy liberales que nos creamos, todos tenemos nuestra parte conservadora y rígida que a veces se nos sale.

En las fiestas que un buen día, vistieron de lentejuelas y colores las noches habaneras, conocí muchos travestis, me hice amigo de algunos. Conocerlos de cerca, entenderlos, me enriqueció como ser humano, me enseño a ver los matices de la vida, a ampliar horizontes. El travesti, es  un ser humano, con inquietudes artísticas, el travestismo, con rigor y respeto, un arte, aunque algunos se escandalicen, volteen el rostro y prefieran ignorarlo.

Recuerdo a Tahomi, sus ansias de ser actor, lo llevaron a travestirse. Para él, subirse a un escenario, era una meta, el camino no importaba, si al final, lo esperaban luces y aplausos. En uno de mis viajes a La Habana, me lo encontré caminando por Obispo, me contó, emocionado, que estaba en un grupo de teatro, que próximamente haría un personaje en una telenovela. Tahomi, lo aplaudía desde el recuerdo, aunque vestidos y pelucas, se llenaran de polvo en un rincón.

Detrás del maquillaje, los vestidos y las pelucas, hay un hombre con un gran corazón y unas ganas enormes de triunfar, de  hacer algo que transcienda, de ser artista.

En Miami, he conocido a muchos travestis. Sachy, ya retirado definitivamente, hasta libretos le escribí para sus shows. Aún guardo la esperanza que un día salga de su retiro, aunque sea solo por una noche y me regale su actuación en mi, “Monologo para un travesti”.

Una noche, en un restaurante familiar, donde un grupo de amantes de lo bohemio y la descarga se reúnen, sin previo aviso, un travesti, hizo su entrada. Les confieso, que comente con un amigo, que no me parecía apropiado un travesti en ese lugar. Esa noche, leí por vez primera en publico, uno de mis escritos. Cuando termine y aún saboreaba los aplausos y comentarios, el travesti, se  me acerco, me pregunto mi nombre, quería que fuéramos amigos en Facebook, no quería perderse mis escritos; tengo que seguir leyéndote, me dijo. Mi amigo, me miro, solo me dijo, que te parece? Sigues pensando que este lugar no es apropiado para un travesti?

LadyCharisse, se adueño de  las noches de Tinima y de mi amistad, sumo amigos y admiradores. Una vez, nos regalo un número especial, fue el mejor regalo de cumpleaños que alguien pudo recibir. Cuando comenzaron los acordes de “Amor perdido”, sin proponérnoslo, nos transportamos a esas noches habaneras, donde los amores, nunca se pierden, siempre terminan encontrándose. Me acompaño en la primera lectura de mis escritos en The Place. Un día, le dije que le haríamos un homenaje a Rosita, le explique lo que quería, como siempre, no me defraudo. Su actuación, un regalo extra a Rosita y  a sus admiradores.

Los travestis, son como mariposas de la fantasía,  gente talentosa y atrevida, hombres que enfrentan la vida, con o sin maquillaje. Seres humanos con virtudes y defectos. Hombres capaces de esconder por horas su virilidad, para darnos su arte. Ellos, como la vida, están llenos de matices, de  ilusiones y sueños. Están entre nosotros y junto a nosotros, aquí o allá, son parte del presente y del futuro. Si, tengo, tuve y tendré amigos travestis, como tengo y  tendré amigos camioneros, estibadores, escritores, obreros; el oficio, no cuenta, importa el ser humano.

Enamorarse en La Habana.

Cualquier ciudad, puede ser buena para enamorarse, para sucumbir ante Cupido, para dejarse llevar por la pasión y el deseo. Por alguna extraña y desconocida razón, la mañana, que iban a repartir la cuota diaria de enamoramientos por ciudad, La Habana madrugó. Se levanto temprano, coló su café cubano, marco primera en la cola. No se movió, tardaban en comenzar el reparto, colgó un cartel que decía; solo la presencia física, le dará el derecho a su turno. Terminada la asignación de enamoramientos por días, se fue feliz, dichosa. Cargo, para siempre, con el mayor número  posible por día, por minuto. Ciudad enamorada, donde entregarse al amor, enamorarse, es tan cotidiano y normal, como andarla.

En La Habana, para enamorarse, cualquier día es bueno. Cuantas veces despertamos solteros, jurándonos solterías largas, seguros de no enamorarnos más. Subíamos agresivos y malhumorados a la guagua, bajábamos, sonrientes, felices, guardando un teléfono en el bolsillo o con la promesa de una cita en alguna esquina habanera. A veces, ese amor a primera vista, era más fuerte, dejábamos pasar paradas, viaje sin final, hasta el amor. En otras ocasionas, nos seguían o seguíamos, al bajarnos de la guagua y convertíamos bancos y parques, esquinas y paredes en monumentos al amor.

Quien no camino cansado por esas calles de La Habana y de pronto, sintió una mirada que lo atrapaba o atrapo a alguien con la mirada. Así tejiendo redes, atrapando a dejándose atrapar, transcurre la vida de los que andan por sus calles, en esa ciudad, donde el amor, espera a la vuelta de cada esquina. Donde a veces, no espera, sale a buscarnos y siempre nos encuentra. Nacer en La Habana, nos marcó para siempre, necesitamos amar.

Hay ciudades, donde el amor es esquivo, puede encontrarse sexo, citas, noches de locura, pero el amor se vuelve inatrapable, difícil. Cuando termina la noche, borramos teléfonos y recuerdos, sufrimos de amnesia amorosa. En La Habana, de escaceses y racionalizaciones, el amor habita, seguro y eterno, constante. Lanza flechas, hace blanco una y mil veces, vive en nosotros.

Recuerdo  que mis amigos, me llamaban y decían; estoy enamorado, quince dias después les preguntaba si seguían enamorados, me respondían; si, claro, pero de otra persona. Así somos, enamorados del amor, viviendo pasiones intensas aunque duren  un par de días. Entregándonos al amor, sin temor a decepciones ni a  lagrimas, sin miedo a nada.

La Habana, una ciudad, donde todo puede suceder, el amor sucede a cada instante. Nace de una mirada, basta ese contacto y la flecha hace diana, el amor se manifiesta. Andamos enamorados la ciudad y ella, nos da amor, nos lo ofrece, constante  y multiplicado, en cada rincón.

Hace días, comentaba que hace tiempo que no me enamoro, que no siento una pasión que me trastorne, no encuentro unos ojos que me cautiven y enloquezcan. Siempre recuerdo la frase; “de amor, hasta morirse es bueno” Si, quiero volver a enamorarme, aunque dure poco, aunque me cueste alguna pena, quiero volverme a enamorar.

Quiero volver a esperar encuentros, a extrañar voces y besos. Los habaneros, los cubanos, sin amor, nos marchitamos un poco. Un buen amor, aunque dure poco, es como una inyección de vida, de ilusiones y fuerzas. Enamorarse, en La Habana, Miami o Madrid, es reestrenarse, desplegar alas, volar al sol, sin importarnos nada, sólo el amor.

Un habanero, un cubano, donde quiera que se encuentre, sin amor, esta incompleto. El punto no es necesidad de pareja, aunque parezca lo mismo, no lo es, es necesidad de  amor, de días  o horas, de años o meses, pero de un amor que nos trastornes los  sentidos y las hormonas. No tenemos la culpa de haber nacido en una ciudad, en una isla, a la sombra del amor. Acostumbrados a enamorarnos  a diario, a estrenar amores  y amantes, aún lejos de La Habana, necesitamos la fuerza del amor, de su impulso. Nacimos del amor y  para amar, nos enamoramos hasta de las sombras. Lejos de La Habana, seguimos intentando encontrar unos ojos que nos cautiven, un rincón donde enamorarnos del amor! Allá en La Habana, los que quedaron y nuestros fantasmas, estrenan el amor cada día, sin creer en crisis, ni limitaciones. Estallan, enamorados, en explosiones de amor incontenibles, interminables, seguros que, el amor, hará el milagro.

Fotografia tomada de Google.

Croquetas en La Habana!

Todos coincidimos que el puerco merecía un monumento. Cuando publique mi escrito, algunos, hasta se ofrecieron para recoger firmas a favor del alimenticio y recordado animalito. Alguien me recordó las croquetas, fue como una pregunta; y de las croquetas, que? nadie se recuerda? Creo que es muy justo y merecido el monumento al puerco. A las croquetas, tendremos que dedicarle alguna tarja, en un sitio céntrico de la ciudad. Algún homenaje se merecen, por esforzadas y humildes.

Las croquetas, nunca andan solas, siempre en grupo, acompañadas. De forma silenciosa se adueñaron de cafeterías y Kioscos, de mesas  y panes, de bocas y estómagos.

Las teníamos de todos los tipos,  de “ave”, averigua que es lo que tiene. Hasta de “cielo”, esas que se pegaban al cielo de la boca y ni un vaso de agua, lograba despegarlas. Cuando el pollo o el pescado de la cuota, escaso y racionado, no bastaban para alimentar a  la familia por varios días, la croqueta, se presento, hizo actos de magia. Tuvimos croquetas  para varios días. Las magas de casa felices, cuando veían la fuente repleta de croquetas en el congelador, suspiraban. Al menos, por unos días, el plato diario, estaba asegurado.

Tanto nos acostumbramos a las croquetas, que muchos, ya no pueden vivir sin ellas. Un día, en un Versalles del aeropuerto, un amigo pidió pan con croqueta, lo miraron sorprendidas; no tenemos! Mi amigo, les dijo, tienen tostadas?  Si y croquetas? Si, pues ponme un par de croquetas dentro de las tostadas y ponlas en la plancha. Tengo ganas de comer, pan con croqueta!

La relación del pan y la croqueta, fue amor a primera vista. Se hicieron inseparables. Los recordamos unidos por fuertes lazos. Unión, que ni el exilio y la abundancia, logran romper.

Todos comimos, muchas veces y en cantidades, croquetas. No hay habanero que no saciara su hambre con un pan con croqueta o un par de croquetas solas,  a veces, sólo de harina ,sal y algo de grasa.

Muchos, entre los que me cuento, aprendimos a hacer croquetas y hasta intentamos  alguna vez un pequeño negocio cróqueteril. En una ocasión, en pleno periodo especial, un conocido, comentaba con un amigo mío, que el sueldo no le alcanzaba para nada; mi amigo le dijo, por que no haces croquetas para vender? Tu estas loco, yo vendiendo croquetas!  Mi amigo, le soltó, Jose, hace y vende croquetas, la ganancia es  alrededor de 300 pesos a la semana. Jose, vendiendo croquetas! Con esos perfumes que usa, no lo  creo! Solo se convenció, una tarde que nos vio, con bermudas, camisetas, tenis y pesadas mochilas cargadas a la espalda. Nos pregunto, si íbamos para la playa, nos reímos; no vamos a la TRD de 5ta y 96 a venderle croquetas a las dependientas, ya son clientes habituales. Hasta para fiesta nos encargaban. Así, inventando 200 croquetas con 3 chorizos que traía una señora de Pinar del Río y sazones que mami nos daba, nuestra ganancia superaba el salario medio de un medico especialista de 2do grado.

Si la croqueta no hubiera existido, nosotros la hubiéramos inventado. Los libros de historia, hablan de la toma de La Habana por los ingleses, se, que en un futuro, tendrán que incluir; la toma de La Habana, por las croquetas. Croquetas que nos conquistaron, que llegaron para quedarse, para hacerse tan cubanas, como la carne de puerco, los moros y la yuca hervida.

Croquetas inolvidables, que salvaron más de una vida  y ayudaron a llenar estómagos. En algún momento, se levantara un monumento a la croqueta desconocida. Una fuente gigantesca, con croquetas o un pan con croqueta, algo significativo. Tal vez convoquemos a  un concurso nacional, mientras tanto, todos les damos las gracias a las croquetas, sin ellas, todo hubiera sido distinto. Saben, esto de escribir sobre comida por la noche, me abre el apetito. Creo que me iré para Chico’s un restaurante de Hialeah, que no cierra, tengo ganas de un buen pan con croqueta!

La Habana y Miami, semejantes o diferentes?

Entre La Habana y Miami, hay  un parecido, una complicidad especial. Aunque al ojo inexperto, resulten dos ciudades completamente diferentes. No es la arquitectura, ni las calles. Vistas de pronto, son dos ciudades, sin puntos en común.  A simple vista no hay coincidencias, no convergen, no hay parecidos. Una cuantos nombres de calle, traídos a la fuerza  y a la nostalgia, no bastan para darle a Miami, un aire habanero. Al conocer a Miami, se encuentran semejanzas, más allá de arquitecturas y costumbres.

Cuando conocí Madrid, me emocione viendo lugares que me recordaban mi ciudad. Cuando pise las calles de Madrid, les dije a mis amigos, yo soy de aquí! Creo que la sangre de mis abuelos, hablaba por mí. Me cuenta un amigo que vive en Barcelona, que hay sitios tan parecidos a La Habana, que  me asombraría y lloraría frente a ellos. Al llegar a Miami, la mire con recelo, no sentí pertenencia, la sentí ausente, lejana. Esto es Miami?! Le dije a mis amigos y familiares.

Miami, en nada nos recuerda a La Habana, ni edificios, ni plazas, ni malecones. Venia de Europa, de rendirme ante Madrid  y hacerla mía. Me burlaba entre amigos de la ciudad; San Antonio de los Baños, con súper carreteras y anuncios lumínicos, le decía. Lo que más me disgustaba de Miami, era la ausencia de personas por las calles. Acostumbrado a andar La Habana, eso de recorrerla en auto, la distanciaba, no me dejaba hacerla mía. Soy de los que piensa que una ciudad se apropia de  uno, cuando la andamos de arriba abajo, cuando hurgamos en sus misterios, en sus laberintos.

El tiempo pasó y poco a poco, sin saberlo, aprendí a descubrir a Miami, a verle similitudes con La Habana. Donde antes veía solo diferencias, comencé a descubrir semejanzas. Imposibilitado de caminarla toda, he andado una y otra vez, por los pocos lugares donde caminar, es un habito. Me se Lincoln Road, Miracle Mile y otros sitios de memoria. He recorrido sus iglesias, desde la modestísima del Rincón de San Lázaro, hasta la majestuosa de San Judas Tadeo. En todas he pedido, orado y llorado con la misma fe que me traje de Cuba.

No, Miami, y La Habana, no son dos ciudades completamente diferentes. Basta una razón para hacerlas parecidas; nosotros. Los mismos que un día esperábamos horas en paradas de guaguas, hacíamos largas colas o sudábamos a mares recorriendo la ciudad, hoy, estamos aquí, inventándonos la vida y la ciudad en cada esquina, en cada mañana. Nosotros que un día dejamos un mundo atrás, dispuestos a conquistar una nueva vida. Nosotros, los de allá, aunque ahora estemos acá.

Una ciudad, no son solo sus calles, edificios, sus recuerdos o fantasmas, una ciudad, son sus gentes, sus esfuerzos y sueños. Para ser una nueva Habana, Miami, no necesita reeditar lugares; inundada de habaneros y cubanos que la han acogido como suya, se levanta al otro lado del mar, como la segunda ciudad de los cubanos. Creció al empuje y esfuerzo de cubanos. Comparte con La Habana, su clima, su frío y su calor, las baña el mismo mar, la habitan la misma gente. El mismo pueblo, que lleva en su corazón su Habana, dispuesta a desbordarse, deslumbrarnos e hipnotizarnos al menor pretexto. Al final, nosotros, hacemos a Miami y La Habana semejantes, porque ustedes y yo, sabemos que, para los cubanos, no hay imposibles!