Luisa cuela café, se sienta en el sillón de la sala a saborearlo y a evocar recuerdos; hay muchos que viven de recuerdos, los ayudan a soportar la realidad, la suavizan. Luisa piensa en sus hijos dispersos por el mundo, Joseito en Madrid, trabajando en un hospital y terminando su carrera. Un buen día armó maletas, se fue unos meses después de aquel día que lo llamaron a la oficina del rector para decirle que su comportamiento no estaba acorde con los principios de la revolución, que no cumplía los patrones del hombre nuevo, blah, blah, blah y lo expulsaron sin dejarlo defenderse, sin derecho a réplica. Recuerda como su hijo se deprimió y paso días encerrado en su cuarto sin querer comer, ni hablar con nadie, recuerda la conversación que tuvieron cuando entró a su cuarto sin tocar a la puerta, como un huracán.
– “Yo no te parí para que al primer contratiempo te dejaras vencer y tiraras la toalla, yo parí un hombre capaz de comerse el mundo, de reinventarse ante los golpes de la vida. Qué no puedes terminar tu carrera de medicina aquí, pues la terminas en otro lugar y te conviertes en un gran médico. La vida hay que vivirla, lucharla, golpe por golpe, si te da duro, tu la superas con un triunfo mayor, algun día esos que te negaron la oportunidad de ser médico aquí lamentarán su decisión.
– Pero mami ninguna Universidad de este país me aceptará, ni enfermero podría ser.
– No estoy hablando de las Universidades de este país, yo pienso en grande, no por gusto he soportado golpes y penas y las he vencido, como harás tú. Hablé con Manuel, fue un gran amigo de tu padre, le hablé de ti, él vive en Madrid, una tía lo reclamó hace años, cuando lo botaron del trabajo porque lo vieron besando a un hombre, como si los besos de amor pudieran condenarse; hemos vivido momentos muy duros, tú no eres el único que ha sido golpeado y discriminado, la lista es larga. Manuel ya te consiguió la visa para España, aquí tienes el dinero para que saques el pasaporte y vayas a la embajada cuanto antes.
– Mami, pero irme y dejarte sola, no puedo, Luisita está en Miami con su esposo y su hijo, no mami, yo no te dejo sola.
– Mirame a los ojos, ¿Quién te dijo que voy a estar sola? ¿ Quién te dijo que soy débil, qué tenerlos lejos sería terrible para mí? Tengo 48 años y fuerzas me sobran para retar a la vida. No voy a estar sola, voy a estar con mis recuerdos, con mis sueños y los sueños de ustedes. Tú, te vas y vas a triunfar y tu triunfo será otro triunfo mío, que a la vida se le mira de frente, sin miedo. Tú te vas cargado de sueños, porque hijo, los sueños nada ni nadie puede atrapartelos, ni quitártelos, son tuyos, solo tuyos, atrapados, guardados, para siempre, en tu alma y tu acción. Vas a encontrarte mucha gente queriendo robarte tus sueños, pero tú les vas a demostrar que tus sueños son tan fuertes como para que nadie pueda atrapartelos, solo tú los vas a atrapar fuerte y luchar por ellos”.
Luisa se enjuga una lágrima del recuerdo, saca su celular y mira la foto de su hija con su nieto, suspira y sonríe.
Su hija Luisa siempre quiso ser escritora, presentó unos cuentos a un concurso literario y fueron eliminados; no reflejan la realidad del pais, tienen rezagos pequeños burgueses, le dijeron, fue un duro golpe para sus sueños de ser escritora. Recuerda el viaje de su hija, el adios, su primer libro que le envío con un amigo, sus lágrimas de emoción cuando lo apretaba fuerte contra su pecho.
Luisa toma un sorbo de café, cierra los ojos, alguien toca a la puerta. Es Juana, su vecina de toda una vida, le brinda café, conversan.
– ¿Y esos ojos húmedos mi santa? Pensando en los muchachos seguro.
– Si Juana, son mi vida, soy feliz de saberlos bien, triunfando, haciendo realidad sus sueños y los míos, pero se extrañan; soy fuerte, pero una no es de hierro, aunque lo parezca.
– Tú eres una cojonua, contigo se rompió el molde. Cuando tu marido murió muchos creyeron que ibas a morirte de tanto dolor, a la semana empezaste a trabajar y a echar palante, cuando se fueron tus hijos los despediste con una sonrisa, nadie te vio llorar en las despedidas. Otra parecería un alma en pena, tú no, tú eres brava, no hay golpe, ni ausencia capaz de borrarte tu sonrisa.
– Si, soy fuerte, pero soy humana, una puede con todo o casi todo, pero a veces una lágrima a solas, alivia el alma.
– Yo no sé como puedes Luisa, te admiro.
– Sabes , los recuerdos y los sueños me sostienen y alientan. Ya en unos días es Navidad, este año mis hijos no pueden venir, pero no estaré sola; tengo un montón de hermosos recuerdos y otro montón de sueños que me acompañan siempre.
-Los recuerdos esta bien, nadie te los puede arrebatar, pero los sueños, esos mi santa nos los han robado a todos. Una solo piensa en poner un plato de comida en la mesa y en sobrevivir el día a día; en este país no tenemos sueños, solo pesadillas repetidas. Que es como si un atrapa sueños gigante nos hubiera arrebatado los mejores sueños; como si un cartel gigante dijera, ¡prohibido soñar! Los jóvenes sólo piensan en irse, nadie quiere echar raíces en esta tierra, todos quieren volar, ¡que nos estamos quedando sin gente y sin sueños! Que la gente vende hasta su alma para salir echando. Esto no mejora mi santa, cada día está peor. Cuando una cree que tocó fondo, la cosa empeora, si el período especial fue duro, con esto del ordenamiento nos tienen cagando pelos sin comer mango. Ahora reconocieron el fracaso, recién se dieron cuenta, y no se meten todos en la cárcel o renuncian, coño que no somos un batallón de conejillos de India, somos un pueblo; nos están matando los sueños y las vidas.
– Tienes razón, pero sabes, los sueños nadie puede arrebatarnoslos, son nuestros. Hay que soñar en grande, no darse por vencido, que no hay mal que dure 100 años, aunque parezca que si, ni pueblo que lo resista. Esta Isla dormida un día hará realidad sueños y empeños, se vestirá de gala y hará pagar por sus culpas a tiranos y oportunistas. Cuba se pondrá de pie y con un puñado de sueños en las manos y en la frente nos dará, uno a uno, la realidad de nuestros sueños. Será como si fuera un atrapa sueños gigante que ha ido guardando los sueños de su hijos. No lo dudes, el sueño mayor de “una patria con todos y para el bien de todos” será realidad.
– ¡Que lindo tu hablas! Me emocionaste mi santa.
Las amigas se abrazan, seguras de sueños y voluntades.
Fotografía de una obra de Michel Blazquez. Un día me la envió y me sugirió una historia para ella.