Un grito enorme por la libertad y la patria.

Allá al sur, en el origen de mi historia, de la de muchos, arden rebeldía, ansias, ganas, hay un fuego que nace, que calcina miedos; allá hierve la sangre de tanta consigna inútil, de tanto resistir lo irresistible, de soportar y sufrir sin límite o medida. Arde y duele la ausencia de pan y libertad, de futuros.

No bastan vientos de tormentas para apaciguar los fuegos que estallan en gritos de libertad. Hace falta algo más que un huracán de granizos para enfriar el ardor, para apagar el clamor de libertades, derechos y pan.

En esa Isla nuestra andan Pancho, Juan, Luis, aceres, Reglita, Cuca, Teresa, muchos cansados, agotados. Hartos de esperar un vaso de leche se hicieron viejos, se les agrio la sonrisa de tanto aplauso inútil, de tanto discurso sin acciones, de palabras borradas, torcidas, machacadas.

Allá, al sur de mis memorias, arde un futuro que puja por nacer entre relámpagos de libertades y Patria renaciendo. Ellos, solo ellos son capaces de ayudar al parto del milagro, de crecerse en el intento y alcanzar la gloria.

Allá, al sur, no alcanza todo el granizo para apagar los fuegos, ellos lo saben. Cachita los mira emocionada, escucha plegarias, abre sus brazos, les susurra: no flaqueen, no desmayen, el futuro vale la pena, ¡hagámoslo juntos!

Ese fuego que no hay hielos que apaguen va derritiendo miedos, abulias, barrotes y decretos, se fortalece en la memoria de mambises, de historias dignas.

Allá al sur, vibra mi Isla y se anuncia un futuro “con todos y para el bien de todos”. No puede apagarse ese fuego, no hay viento ni tormenta capaz de hacerlo. Allá, al sur hay un pueblo que pierde el miedo, sabe que libertades y derechos dependen de su fuerza, tensa músculos y ansias. Que los Juanes multiplicados remen con fuerza, que ese fuego consuma decretos, represiones, erizamientos de comedia . Señor aviva ese fuego, no los abandones.

Fotografía tomada de Google.

Deseo de año nuevo.

Que allá al sur, nuestra Isla haga realidad nuestro sueño mayor, que nuestra bandera ondee libre y feliz anunciando cambios, derechos y libertades. Que el Morro nos guíe en el regreso, que la Caridad del Cobre bendiga nuestro hacer, que las campanas repiquen, libertad, libertad y un abrazo gigante nos una, de una vez y por todas, en esa prometida ” patria con todos y para el bien de todos”.

¡Al sur y al norte, mi Habana!

Allá al sur, ella sufre del mal de ausencias, se aprieta el pecho que le duele; hay despedidas que duelen más que un parto.

Se niega a perder sus hijos, a esta angustia constante del próximo adiós. Sabe que un día se quedará sola si no logra detenerlos, quiere volver a reunirlos, ni uno más cruzando las fronteras; lanza un grito que desgarra la noche, sacude su pelo al viento.

Un viejo amigo la saluda, a él también le duelen despedidas, le susurra al oído: temo que él último me apague, sabes, yo quiero iluminar el camino de regreso.

Ella se recuesta en el muro inmenso, trata de componer sus vestidos viejos, de maquillarse un poco el abandono, de dibujarse una sonrisa. Recuerda el pasado y se aburre y duele de adioses sin final.

Mira al este, allá su amiga viste de amarillo, le pide un milagro que detenga estampidas, que ilumine regresos, que rompa cadenas y decretos, que sacuda templos y arroje tiranos. Su amiga le susurra: ten fe, que todo llega.

Allá al norte de la historia muchos sueñan con ella, volver a verla, aunque sea una vez, breve e intensa. Un habanero la dibuja en el recuerdo y le suplica: ¡no te rindas mi Habana, no te rindas!

El rostro de La Habana.

Un día dije que la Habana era una ciudad de mil rostros, hoy tiene el rostro tenso, contraído de angustias y escaseces, de espantos, prohibiciones y adioses, a veces ríe para no perder la razón, mientras una lágrima delata su tristeza.

Mi Habana sufre en silencio males y éxodos, teme un día amanecer desierta, con políticos encerrados en oficinas y calles desiertas de lágrimas y risas.

Ya no usa maquillaje, ya no trata de esconder miserias, sería ridículo en momentos de espanto, de colas interminables, apagones repetidos, de precios por las nubes, de ancianos y niños abrazados, sin sueños, ni futuro.

Hoy la Habana duele. Toda Cuba duele, es un dolor que no se calma, que sólo una acción mayor calmaría.

A su lado, arde Matanzas y un humo negro cubre el cielo, no deja ver el sol, ni la esperanza.

Hoy Cuba se estremece, cansada de promesas obsoletas, de éxodos sin fin, prohibiciones impuestas, discursos sin sentido.

La Habana lava su rostro en aguas del futuro, se refresca la mirada, sobre derrumbes se levanta, mira al Cobre y grita: Cachita, dales la fuerza para hacer el milagro y seamos, de una vez y por todas, “de todos y para el bien de todos”

¡Hasta siempre Rosita!

¡Ha muerto Rosita! No por esperada deja de ser menos dolorosa y terrible la noticia. Rosa simboliza toda una época del arte, arte ella misma, sentó pautas, caminos, dejó luz y aplausos a su paso por escenarios del mundo; se hizo mito e historia.

Es cierto que físicamente nos ha dejado, su alma está hoy en otra dimensión, pero su arte, su entregarse a su público en cada salida a escena, quedan con nosotros, para siempre.

Rosita, reunió, con creces, atributos y virtudes para triunfar y ser amada. Cubana por adopción y decisión, el mar, el cielo y nuestra tierra la bañaron de eternidades y ensueños. A su belleza física, sumó su belleza interior, su sencillez, su mano tendida a todo artista que la necesitara, su saber hacer y hacerlo bien. A belleza, talento, voz, Rosa sumó un carisma especial, un Ángel que hacia pequeños escenarios; su presencia en escena, desbordaba escenarios y conquistaba pueblos, los hacía suyos.

Al nacer Rosita, en extraña y única conjunción, se unieron estrellas y deidades. De polvo de estrellas configuraron su cuerpo, la Caridad del Cobre la ungió de miel y girasoles, la vistió con bata y gracia cubana , Afrodita le regaló belleza y seducción, los Ángeles le regalaron bondad y dulzura, Dios la bendijo; mientras uno a uno se abrían los pétalos de una Rosa sin final.

Su paso por la televisión, el teatro, el cine, la radio queda como constancia de versatilidad y excelencia, de ese ser estrella en géneros y pueblos. Recuerdo en una conversación que preguntó a su hermano el número de zarzuelas y operetas que había centralizado, mientras ella reía como niña traviesa que olvida éxitos y se siente ajena a luces y aplausos.

Rosita, tuvo el encanto de ser una estrella absoluta y tener la inocencia de una niña. A veces se sorprendía por la reacción del público y como niña grande decía: si yo solo hice una canción. Ese era su misterio, su embrujo, su dar arte sin pretensiones ni poses de diva, su hacerse eterna en el corazón de un pueblo. Ella vive en el corazón de ese pueblo que la hizo suya.

Cuando publiqué mi libro, se lo llevé como regalo; ella es parte de las memorias de este habanero. Me daba las gracias una y otra vez, mientras yo le decía al oído: gracias a ti por existir.

Hemos tenido el privilegio de coincidir en tiempo y espacio con Rosita, de aplaudirla, en teatros, de extasiarnos frente al televisor en esos programas que centralizó; disfrutarla ha sido nuestra suerte, admirarla, amarla, dejarnos conquistar, nuestro placer y voluntad.

Varias veces le hablé a Rosita de la celebración de un siglo con ella, una celebración que pueblos y admiradores harían suya, ella reia y me decía: 100 años, no, eso es mucho. Ella es otra más que indispensable y amada no asiste en persona a celebrar sus 100 años.

No puedo negarles que he llorado esta mañana y mucho. Con Rosita se nos va nuestra infancia y adolescencia, nuestra juventud; tenerla era como un talismán de la buena suerte que nos protegía de años y penas, nos hacia eternamente jóvenes.

Su arte, su misterio, su ser un mito, quedan, por siempre, con nosotros.

No Rosita no ha muerto, la noticia ha sido mal interpretada. Ella vive invencible y vital en el recuerdo de generaciones de cubanos, alienta en su arte, en sus éxitos. En los escenarios que hizo suyo resuenan aplausos y gritos de bravo, bravo, mientras ella vuelve a vestir de lentejuelas y terciopelo y eternamente bella y vital, se hace mito y leyenda y habita en la memoria de un pueblo que no entiende de adioses, ni partidas.

Gracias Rosita por existir y ser nuestra.

Con Martí en el corazón y en los brazos.

Pedrito nacio en Nuevitas, un pueblito al norte de Camaguey. Siempre fue un niño muy despierto, con ansias de saberlo todo y con un corazon enorme donde cabía todo el amor del mundo. Pedrito es de esos niños que lo preguntan todo, parecía tener tatuado en la frente; quiero saberlo todo.

Su abuela Margarita , fue maestra muchos años, una mujer profundamente martiana. Enseñó a leer a Pedrito con libros de Marti, le enseñó a entenderlo y a amarlo.

Pedrito hizo suya la frase del apostol, “ser cultos es el único modo de ser libres” y él estaba decidido a ser un hombre libre; en el sentido exacto de la palabra libertad. A los 5 años ya se había leído Ismaelillo, La Edad de oro y hasta los versos sencillos de Marti.

En todos los actos públicos en su escuela, Pedrito leía algo del Apóstol. Muchos se asombraban de los conocimientos de ese niño de 1er grado, capaz de recitar versos y citar frases de Martí.

En las noches de apagón en su pueblo, se sentaba al lado de su abuela Margarita y le pedía le contará historias de Martí . Su abuela le contaba de como organizó la guerra de independencia, de su amor por la patria, por su hijo, de su sacrificio por la libertad de Cuba.

Una vez su papá le trajo de regalo las obras completas de Martí. Le costó trabajo conseguirlas en La Habana, pero sabía que para su hijo ese era el mejor regalo posible. Pedrito las guardó como un tesoro junto a una foto del Apóstol.

Un mes de septiembre, todos corrían por el pueblo, cerraron la escuela y la tienda que vendía en cuc que estaban una al lado de la otro, compartiendo una pared. Viene el huracán, va a arrasar con todo, es un monstruo, gritaban todos por el pueblo. Aseguraron las casas, se encerraron. Margarita se arrodilló frente a la imagen de la Caridad del Cobre, juró no levantarse hasta que el ciclón pasara y todos estuvieran sanos y salvos.

Afuera el viento rugía con fuerza, como una fiera dispuesto a devorarlo todo. Todo el pueblo quedó sin electricidad, las casas destruidas, los arboles por el suelo; la destrucción era casi total

Cuando el viento comenzó a disminuir y el huracán se alejaba, Margarita dio las gracias a la Caridad del Cobre y se levantó del suelo con ayuda de Pedrito, se asomó a la ventana.

-La escuela y la tienda estan destruidas, el viento las derribo. Gritó Margarita.

Pedrito abrió la puerta de la casa y cruzó la calle, nadie pudo detenerlo, ni siquiera el viento que aún soplaba con fuerza. Corrió directo en dirección a la escuela y a la tienda. Algunos, desafiando los vientos buscaban entre los escombros conservas y refrescos de la tienda; Pedrito comenzo a remover los escombros de la escuela, entre ellos estaba el busto de Martí . Lo tomó en sus manos, lo limpio un poco, lo apretó contra su pecho protegiéndolo de vientos y lluvias y regresó a su casa.

Su mamá comenzó a pelearle.

-Me vas a matar del corazón, Pedrito, casi me muero del susto cuando te vi entre los escombros de la escuela.

-Dejalo mujer, él sabe lo que hacía.

Pedrito los miró y les dijo.

– Perdonenme si los asusté, pero no podía dejar que el viento se llevara a Martí. Sería como si se llevara el futuro de Cuba y yo quiero un día, con Martí en los brazos y en el corazón, ayudar a construir esa patria “con todos y para el bien de todos”. No podía permitir que el huracán se lo llevara, perdonenme.

Margarita lo abrazó emocionada, le acarició el pelo y le susurro al oído; sabes, Martí esta orgulloso de ti, no murió en Dos ríos, vive en niños como tú; en el futuro de la patria.

Fotografía de Yander Zamora, tomada de Internet, un buen amigo me la envío

¡Mamá regresó! ¡Mamá esta de vuelta!

Amanece en un barrio habanero, las vecinas cuelan el primer café  del día,  de pronto unos gritos estremecen la mañana;  !Mamá regresó,  Mamá está de vuelta! . Es Yeniley, la hija de Panchita que cuida a su madre desde haces 6 meses; cuando una caída,  se llevó su salud y su memoria.

Las vecinas se sorprenden y preocupan; Panchita hace meses que no camina. Desde la caída esta postrada, perdida en un mundo del que se niega a salir, no pudo haberse ido y regresar, todas piensan que la angustia y el dolor se han llevado la razón  de Yeniley que delira.

Nena decide preparar un jarro de tilo para llevarselo, mientras dice para si; pobrecita Yeniley, sus nervios la han traicionado, ya no puede mas y ha enloquecido.

Micaela, la santera de la esquina, agarra unas velas y dos mazos de hierbas mientras invoca a sus santos; yo le quito ese muerto oscuro que la ha poseído,  esa niña es de oro y no podrá llevársela.

Elena, catolica devota, coge un crucifijo enorme; los demonios no podrán vencerla, Yeniley no se merece perder la razon, es una gran hija, pobrecita mi niña. 

Lourdes, toma la biblia de su padre, pastor de una iglesia bautista, oraré  junto a Yeniley por que recobre su razón, el señor escuchará mis oraciones.

Cunda busca en la gaveta de la mesita de noche y coge un sobre de meprobamato; los guardaba por si me hacían falta,ayudaran a calmarla.

Todas las vecinas se reunen en el jardin de la casa de Panchita, dispuestas a ayudar a Yeniley, a no permitir que pierda la razón por la pena y el dolor.

Elena,  con su crucifijo enorme en la mano, toca a la puerta, escuchan la voz de Yeniley.

-La puerta esta abierta entren que estamos desayunando.

Asustadas las vecinas abren la puerta y entran, se encuentran a Panchita sentada a la mesa, devorando un pan con queso y una taza de café con leche. Panchita detiene su desayuno,  sonrie y saluda a las vecinas, una por una, por sus nombres. Las vecinas se sorprenden,  Panchita había perdido la mente despues de una caída y vivía  en un mundo extraño,  del que sólo salía unos instantes, a veces.

-¿Qué  es esto Caridad del Cobre? ¡Panchita ha recobrado la memoria!

-Mama regresó,  esta de vuelta, es un milagro, un sueño hecho realidad. Ya habló  con mis hermanos,  todos están felices.

Las vecinas se abrazan emocionadas; los milagros siempre conmueven y asombran.

Micaela abraza a Panchita mientras le dice. 

-Voy a comprar un ramo grande de girasoles para ponerselo a mis santos que mucho les he pedio  por ti mi vieja, ¡Que alegría verte asi Panchita!

Elena, Lourdes, Cunda y Nena, sonrien emocionadas y cada una decide dar gracias, a su manera, por el regreso de Panchita. Saben que volveran a escuchar las historias de Panchita, a pedirle consejos, a contagiarse con su risa.

Reina que pasaba y ve la puerta abierta entra.

-¿Qué es esto? Pancha sentá  a la mesa y conversando con las vecinas, como antes, esto es un milagro, ay Santa Barbara bendita, gracias San Lazaro, gracias Caridad del Cobre, gracias Dios mío. 

Yeniley abraza a Panchita y con lagrimas en los ojos les dice.

-Si, es un milagro, el milagro del amor de sus hijos que la hicimos regresar de olvidos y desmemorias, mamá esta de vuelta y con ella la alegría y la felicidad mía y de mis hermanos.

-De todos nosotros Yeny, tu madre es una santa y todos la queremos muchos, bendito sea Dios por su regreso.

¡Panchita está  de vuelta¡
Fotografía tomada de Google.

Un balsero a mitad de camino; sin puerto de entrada.

Juan salio de la costa norte de La Habana en la noche del 12 de enero. Preparó con cuidado su balsa, acumuló recuerdos, alientos; su balsa era casi, casi una réplica en miniatura de su Isla. Girasoles, palmeras, sinsontes, colibríes, una enorme bandera cubana hacía de vela y una pequeña Caridad del Cobre era su brújula, guiandolo siempre a sus sueños. Juan llevaba unas cuantas palomas mensajeras bien entrenadas, serían la comunicacion entre él y su madre; ella quedó allá, en su barrio, cuidando recuerdos y asegurando regresos.

En la mañana del 14 de enero regresó una paloma, traía un mensaje urgente de su madre; regresa hijo, no te dejarán entrar, regresa, evita que te deporten mi hijo.

Juan no podia creer lo que leía, pero sabía que su madre no le mentiría. Envió la paloma con una pregunta inmensa; ¿Qué pasó mamá? . La respuesta que recibió horas despues le congeló los sueños. Obama firmó una ley, no mas cubanos, regresa hijo, te deportarán al entrar.

Juan recorrió su balsa con la vista. Tenía todo lo necesario para vivir, sueños y recuerdos. Decidió quedarse, para siempre, a mitad de los sueños. Viviría en el mar, sería un monumento vivo al balsero sin puerto de entrada, a todos los que como él, se le rompieron los sueños al chocar con la costa.

Así pasó varios días, jugaba dominó, oía a los sinsontes, se alimentaba de recuerdos y sueños. Una noche, mientras dormía escuchó una voz. Se despertó asustado.

-No temas hijo, soy yo, Caridad, que vine a rescatar otro Juan perdido en el mar.

-Yo no estoy perdido madre, yo decidí quedarme en alta mar.

-Hijo, es cierto que te rompieron un sueño, pero allá, al sur de tus recuerdos, quedan un montón de sueños que esperan por ti, no los condenes a morir.

-Estoy cansado de promesas y consignas, quiero alzar mi voz y decir verdades, quiero un mundo mejor para mis hijos.

-Tus hijos esperan por ti para nacer, como esperan los sueños por hacerse. La patria es una hermosa mujer dormida que espera el gesto que le convoque a ponerse de pie. Ella también sueña con ser de todos y para el bien de todos. Ayúdala, no te refugies en este rincón del mundo, si no puedes hacer realidad un sueño, inventate otros. Hombres como tú han cambiado el destino del mundo. No te me acobardes hijo, no te me quedes a mitad de un camino roto, cuando tienes fuerzas y ganas para construir otros caminos. Eres cubano, perteneces a tu tierra, vamos ve y despiertala en tu gesto; haz que los sueños sean mas altos que las palmas.

La Caridad del Cobre desapareció en el mar, antes que Juan pudiera reaccionar. Escribió un mensaje a su madre, tomó una paloma y lo envió.

Allá en el centro de los sueños y la vida, su madre leyó el mensaje y sonrío feliz; regreso mamá, voy a inventarme sueños y construir caminos.

Fotografia de la serie Balseros del pintor cubano, Feliz Gonzalez Sanchez.

El angel de La Habana.

En el corazon de CentroHabana, nacido y criado en ese barrio, vive Felix, un joven de 24 años que le gusta pintar y hacer ejercicios.  Su madre está preocupada por él. Se levanta cansado en las mañanas, ojeroso, extenuado, como si hubiera pasado la noche en vela, luchando con demonios.

Una mañana su madre, en la cocina, habla con su amiga Pancha, la negra santera que vive en el solar de la esquina.

-Ay Pancha, Felixito me tiene tan preocupá . Come bien, hace sus ejercicios, pero por la mañanas se levanta ojeroso, cansao. Despues se le pasa con el trajín del día, pero cada mañana es lo mismo. Por eso te pedí  que vinieras a tomarte un buchito e’ café,  estoy desesperá. Sólo tú  podrías ayudarme.

-Nena, llevamelo a hacerle un buen despojo, eso debe ser un muerto oscuro que no lo deja dormir. Eso se lo quito yo o me dejo de llamar Pancha.
-Mañana mismito te lo llevo, yo sabía que tú me ayudarías. Eres la mejor santera del barrio.

A la mañana siguiente, Nena convenció a Felix de ir al solar donde vivía Pancha.
-Es por tu bien muchacho. Pancha es mi amiga de los años, veras que bien te vas a sentir. Todo el mundo en el barrio le tiene mucha fe, es buenísima.

Cuando Pancha tuvo a Felix frente a ella y le miró a los ojos, tuvo un estremecimiento, como si un corrientazo le recorriera todo el cuerpo.
-Vamos para el cuarto del fondo donde tengo la Caridad del Cobre. Quítate la camisa y los zapatos cuando entres.
Cuando Pancha entró al cuarto, tuvo que aguantarse de la mesa. Una luz amarilla intensa iluminaba a Felix, arrodillado frente a la imagen de La Caridad del Cobre.
– ¿Qué es esto mi hijo? ¿Qué poder oculto te guarda? Eres un elegido de Oshún,   La Caridad te guía,  esta contigo.

Lentamente Felix se puso de pie, sus ojos brillaban y de sus manos nacían girasoles.

-Pancha, mi misión es cuidar la ciudad, guardarla para el futuro y los sueños, protegerla. Cuando voy a dormir, unas alas gigantes me nacen en la espalda. Salgo de mi cuarto y recorro la ciudad y el mar que la rodea. Paso horas trabajando. Apuntalo edificios, aliento sueños, sostengo columnas y esperanzas. Rescato jóvenes del mar, seco las lágrimas de madres soñando con sus hijos, se los traigo en sueños, alivio penas. Es duro, pero disfruto hacerlo. No permitiré que el Morro se apague, yo mantendré su luz, guiandolos a todos en el regreso. La Habana me necesita, no puedo permitir que se destruya, mantengo su magia, su encanto y erotismo, la ayudo a levantarse y olvidar dicursos y consignas, aseguro su amanecer al futuro que se acerca.
-Eres tú entonces,  dijo Pancha pensativa y enigmática . Hace años le tiré las cartas a una familia muy rica antes de irse. La mujer lloraba, decía que amaba a la ciudad y no quería que se destruyera, me pedía un conjuro que la protegiera y guardara. En eso me bajo un muerto, que según me contaron, le dijo a la mujer; vaya tranquila, La Caridad del Cobre enviará alguien a cuidar la ciudad, a protegerla. Aunque parezca que se derrumba, que se rinde al abandono, no lo hará, siempre será La Habana. Todos se fueron llorando, impresionados por las palabras del muerto. Yo no entendí muy bien ese mensaje, ahora sé que ese enviado eres tú mi niño y tenemos que ayudarte. Te voy a regalar esta cadenita, era de mi abuela Nicolasa. Te dará fuerzas, no te despertarás tan cansado. Cuando creas que te faltan las fuerzas, aprietala fuerte.

Cuando Pancha y Felix salieron, Nena preguntó.

-¿Me lo curaste Pancha, fue bueno el despojo?
-Felixito no tiene na’ Nena, tu hijo es grande, es un angel; ¡El angel de La Habana!

Fotografia de la obra “El angel de La Habana”, del pintor cubano radicado en Miami,  Felix Gonzalez Sanchez 

Fe de erratas de un cubano en el exilio. 

No sé  la causa, pero  a veces, cuando intento escribir, se me confunden las palabras. Trato de corregirme en una interminable fe de erratas.  Cuando quiero escribir olvido, salta una ola gigantesca, se me corre la tinta y escribo, amor intenso, del bueno. Las palabras no significan lo mismo, del otro lado de las olas.

Quiero escribir, deshojo tulipanes lentamente y un ramo de girasoles, destroza mis palabras, casi me golpea el rostro;  reclama espacio y recuerdos. Asi, hablando de Jazz,  las letras se rebelan, dibujan tumbadoras;  termino escribiendo, Rumba, guaracha y son.

Pretendo vestir personajes a la moda con camisas Armani, Prada; mis letras dibujan guayaberas, a un muchacho descalzo y sin camisa, andando, bajo la lluvia, los caminos de su infancia.

Brindemos con champagne querida y un trago de ron revuelve las palabras, el aguardiente de caña rehace las palabras. Pretendo contar la historia de dos que juegan cartas y el ruido del dominó confunde mis palabras, ¡Caballero me pegué! Y mi historia huele a caña, tabaco y ron.

Y el hombre se vistio de verde en el día  de San Patrick,  un amarillo intenso cubre el papel, cambia el color de la tinta. Cambia imágenes y aparece Cachita  en mis historias

Sirvió el té, ¿esta bien de azúcar? ¿crema?. Un fuerte olor a cafe inunda el cuarto, borra palabras y allá  en el norte, una pálida joven,  se toma un buen café cubano y su rostro cambia de color, sonríe. 

Sus amigos pasaron a recogerlo en su Mercedes y mis letras dibujan empujones,  me quedo en la que viene, caminen que hay gente afuera. Comparto sudores, soy uno mas corriendo a coger la guagua. 

Quiero hablar del exilio, de ese dolor de estar lejos de historias y comienzos, termino hablando de mi patria, de esa Cuba que nos lleva atados en las palmeras. No hay dolor en mis palabras, no hay pena. En mis palabras estallan recuerdos y futuros y abrazo emocionado mi bandera, presiento, esa patria, “con todos y para el bien de todos”.
Fotografía de una obra del pintor cubano residente en Miami, José Chiu