Allá al sur, en el origen de mi historia, de la de muchos, arden rebeldía, ansias, ganas, hay un fuego que nace, que calcina miedos; allá hierve la sangre de tanta consigna inútil, de tanto resistir lo irresistible, de soportar y sufrir sin límite o medida. Arde y duele la ausencia de pan y libertad, de futuros.
No bastan vientos de tormentas para apaciguar los fuegos que estallan en gritos de libertad. Hace falta algo más que un huracán de granizos para enfriar el ardor, para apagar el clamor de libertades, derechos y pan.
En esa Isla nuestra andan Pancho, Juan, Luis, aceres, Reglita, Cuca, Teresa, muchos cansados, agotados. Hartos de esperar un vaso de leche se hicieron viejos, se les agrio la sonrisa de tanto aplauso inútil, de tanto discurso sin acciones, de palabras borradas, torcidas, machacadas.
Allá, al sur de mis memorias, arde un futuro que puja por nacer entre relámpagos de libertades y Patria renaciendo. Ellos, solo ellos son capaces de ayudar al parto del milagro, de crecerse en el intento y alcanzar la gloria.
Allá, al sur, no alcanza todo el granizo para apagar los fuegos, ellos lo saben. Cachita los mira emocionada, escucha plegarias, abre sus brazos, les susurra: no flaqueen, no desmayen, el futuro vale la pena, ¡hagámoslo juntos!
Ese fuego que no hay hielos que apaguen va derritiendo miedos, abulias, barrotes y decretos, se fortalece en la memoria de mambises, de historias dignas.
Allá al sur, vibra mi Isla y se anuncia un futuro “con todos y para el bien de todos”. No puede apagarse ese fuego, no hay viento ni tormenta capaz de hacerlo. Allá, al sur hay un pueblo que pierde el miedo, sabe que libertades y derechos dependen de su fuerza, tensa músculos y ansias. Que los Juanes multiplicados remen con fuerza, que ese fuego consuma decretos, represiones, erizamientos de comedia . Señor aviva ese fuego, no los abandones.
Fotografía tomada de Google.