Lázaro, regresa a casa.

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Mis amigos saben que uno de los sitios obligados a visitar por mí, en cada viaje a La Habana es la iglesia de San Lázaro en el Rincón. Siempre voy llevando a mami del brazo, sosteniéndonos ambos, con amor y Fe.

Desde que nos bajamos del auto, sabia que seria una visita especial, algo en el aire lo anunciaba, lo presentía. Nos recibía una iglesia pintada, restaurada en su totalidad, conservando su humildad y encanto, su magia.

Por vez primera, antes de entrar a la iglesia, vimos a un hombre cumpliendo una promesa. Desde la entrada, de rodillas, avanzaba hacia la iglesia, le hice algunas fotos. Sus familiares le ayudaban. No se detuvo hasta llegar al altar, allí siguió de rodillas, dando gracias, orando, con Fe.

Cuando llegamos frente al altar de San Lázaro, mami y yo nos sorprendimos; Lázaro había cambiado su imagen. Despojado de lujos y vestiduras de obispo, prefería vestir de mendigo, humilde y enfermo, con sus perros acompañándolo. En la mano derecha el cencerro que llevaban los leprosos para anunciar su paso, la izquierda extendida, pidiendo limosna. Hasta imagine que nos decía; tarde, pero ya estoy de vuelta, este es mi lugar.

Sin dudas, esta imagen es la que buscan y veneran todos los que llegan al Rincón, cumpliendo promesas, orando con fe o conversando con Dios. Siempre digo que Dios esta en todas partes, pero por alguna razón desconocida, tal vez por su ausencia de lujos o la fe de los que la visitan; su presencia en este lugar, la siento mas fuerte, mas intensa. Es mi lugar preferido para orar, para dar gracias y de rodillas, con mami apoyada en mi hombro decir; Gracias por este encuentro, gracias por todo.

En esta visita vivimos un momento superespecial. Como Si Lázaro mendigo, en su regreso a casa, nos regalara un milagro, un milagro de amor y Fe. El cura, un muchacho joven, llamo a todos a sentarse frente al altar mayor, dijo una oración a la Virgen María, nos pidió que nos acercáramos para bendecirnos y rociarnos con agua bendita. Yo, entre la gente, trataba de llevar a mami cerca de él, quería que la bendijera de forma especial, cuando estuviéramos cerca pensaba pedírselo. Cuando nos acercábamos al altar, el cura vio a mami, se acercó a ella, le puso la mano en su cabeza y dijo una oración bendiciéndola a ella, a su familia, a todos sus seres queridos. Sin necesidad de pedírselo, entre todos, la eligió a ella para una bendición especial. Mami yo lloramos emocionados, por suerte pude atrapar el momento en una foto, constancia de un momento de fe y amor, de milagros y lagrimas.

Después de casi 100 años, Lázaro mendigo, regresaba a casa, él no era el único; yo también regresaba a casa. No importa el tiempo lejos, dificultades o decretos, todos terminamos regresando a casa. Mas tarde o más temprano, todos regresaremos a casa, una casa enorme donde entre milagros y sueños, construiremos esa patria soñada, “Con todos y para el bien de todos”.

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¡Traeme La Habana y a mi madre!

Nadie sabia exactamente, como había salido de Cuba, ni siquiera el día de su llegada a Miami; apareció un buen día en la ciudad. A pesar del auto, regalo de un tío, gustaba de caminarla, en un intento de hacerla suya, de descubrir misterios. No, esta no era una ciudad para caminar, se dio cuenta muy pronto y decidió hacerla suya de otro modo; triunfando. Poco a poco fue conquistando el éxito, haciéndose parte imprescindible de  negocios e inversiones. Sin proponérselo, casi como un don, muchos lo miraban como ejemplo de emprendedor, de cubano luchador y tenaz en sus empeños. El éxito le sonreía o mejor aun; él sonreía al éxito, lo seducía y lo ganaba, se le entregaba como una amante, sin fuerzas para resistirse a sus mañas. Era popular, mas de lo que le gustaría, ser un tipo sencillo, de barrio, a veces no combina muy bien con tanta popularidad.

Nunca regreso a Cuba, no volvió a recorrer esas calles de la Habana. Cuando hablaba de su ciudad, sus ojos se humedecían y su voz adquiría un tono especial. En el fondo, a pesar del carro lujoso, de sus propiedades, de su triunfo, seguía siendo aquel muchachito que andaba las calles habaneras, persiguiendo el amor y sus sueños. El, como muchos, había cambiado solo en apariencia, por dentro era el mismo. Su tesoro mejor guardado eran sus recuerdos. A solas en su habitación, cerraba los ojos, viajaba en el tiempo y el espacio. Se veía entrando a su casita allá en su barrio y abrazando a su madre, sentándose junto a ella y hablando del día, como hacían siempre al llegar de la Universidad. Recordaba aquel día que se gradúo; recibió su diploma, fue hasta donde estaba su madre, se arrodillo ante ella y se lo entrego. Se besaron entre lagrimas, casi paralizan la ceremonia, todos olvidaron por un instante lo que sucedía para mirarlos solo a ellos. Por más que había intentado traer a su madre, siempre sus intentos se estrellaban contra prohibiciones y tramites, papeleos y absurdos.

Los que lo conocían y sabían cuanto añoraba a su ciudad  y a su madre, le preguntaban siempre por qué no regresaba.

– Vuelve a ella, aunque solo sea un par de días, le dijo un amigo.

– No puedo, quisiera, pero no puedo. Dios, sabe cuanto deseo poder volver, aunque fuera solo un instante. Una caminata, un abrazo y me regreso.

No explicaba las causas, muchos se imaginaban que se jugaba la vida en ese regreso y no insistían. Su respuesta, no dejaba margen a más preguntas.

No bastaban sus éxitos, estar rodeados de amigos. Su ciudad, la nostalgia por ella, eran un vacío que nada lograba llenar. Hasta comenzó a escribir sobre La Habana y su madre, en un intento de traérselas, de inventárselas en el recuerdo. No enseñaba a nadie sus escritos; eran solo para él, un desahogo de su alma y añoranzas. Inventaba historias de amantes que nunca tuvo, vivía aventuras en esas calles perdidas en el recuerdo y en la historia. Creaba y recreaba personajes y sitios, intentaba traer a su ciudad que como amante esquiva le hacia guiños antes de desaparecer ante él, cuando casi creía tenerla al alcance de la mano.

Un día, una amiga en su página de Facebook escribió; ¡Esta noche, me duele La Habana! Termino de leer la frase  y se llevo las manos al pecho, como si un infarto súbito fuera a terminar con su vida; su ciudad le dolía cada día, cada instante, con un dolor constante y cortante que le traspasaba el alma y los recuerdos. La Habana, dolía a muchos en la distancia, pero su dolor tenia una intensidad y un desgarramiento terrible para él. Sin ella, estaba incompleto, impar, perdido, se la inventaba en cada esquina, en cada recuerdo; constante fantasma que jugaba a los escondites, en esas calles perdidas en la memoria. Una ciudad en la distancia, puede ser como una amante, reclamando sus derechos, llamándonos. Si allì vive nuestra madre, la ciudad puede convertirse en el centro de la vida y los recuerdos.

En su intento de reinventarsela, busco entre conocidos pintores, uno que fuera capaz de pintarla, tal y como la soñaba, en las paredes de su casa. Creyó haber encontrado al mejor, lo contrato. El pintor, empezó su obra con entusiasmo. El hombre que extrañaba a La Habana, le hablaba de su ciudad, de sus recuerdos. El pintor iba creando lo que creía interpretar de sus historias. No conocía  esa ciudad de la que le hablaba. Cuando termino la primera pared, se la mostró orgulloso. Víctor la miro con tristeza y decepción.

– No esa no es mi Habana, exclamo triste y desilusionado.

Le pago al pintor y mando a pintar la pared de azul, así al menos le parecería mirar al cielo de su ciudad. Hay ciudades que no pueden atraparse en pinturas y escritos, por mas que se intente; pensó Víctor, mientras miraba la pared, recién pintada de azul.

Una vez estuvo muy enfermo con fiebre muy alta, tuvo alucinaciones; su ciudad alucinante, se aparecía una y otra vez en su habitación del hospital. Traía sus fantasmas que jugaban traviesos en su cuarto. Cuando se recupero, volvió a intentarlo todo por visitarla. Esas visiones que tuvo, se le aparecían noche tras noches, extendiéndole los brazos, invitándolo a amar. Hizo gestiones, compró pasaportes falsos, pensó en hacer el viaje desde Europa. Le contó sus planes a su mejor amiga, ella lo miro a los ojos.

– Estas loco, sabes que te juegas la vida, ni tu madre ni tu ciudad, quieren verte entre rejas o muerto.

Víctor, bajo los ojos y lloró en silencio, un llanto contenido por años, lagrimas con sabor a mar y rocío, sollozos con ruido de palmas al aire y olas golpeando contra el malecón. Un llanto por recuerdo y raíces, incontenible y necesario.

– Tienes razón, toda la razón del mundo, respondió.

Días después, Nora, su  mejor amiga fue a visitarlo, se sentaron juntos a conversar. Hablaron de mil cosas, hasta que ella se decidió y le dijo.

– Te tengo noticias, buenas noticias; hay un pájaro extraño, vive en las montanas de  África, si sabes entrenarlo bien, pronto tendrás la solución a tu problema.

– No pretenderás que el pájaro me lleve hasta La Habana, me atrevo a todo, pero eso es imposible.

-Tranquilo Víctor, el sabrá como ayudarte, depende de ti saber que hacer con él. No te preocupes por nada, aunque estamos en agosto, este pájaro será mi regalo por Navidad, mañana debes recibirlo. Es una mascota especial, ha ayudado a muchos como tú

Víctor, se despertó temprano, estaba ansioso. Paso la noche soñando con un pájaro enorme que lo cogía con el pico por el cuello y cuando estaba sobre La Habana, lo dejaba caer. Despertaba sudando y gritando, su miedo a las alturas, convertía este sueno, en una terrible pesadilla. Temprano tocaron a la puerta, en el portal, una caja enorme, firmo los papeles, entró la caja a la casa y llamo a su amiga.

– La caja es enorme ¿Qué clase de pájaro me has regalado, no será un cóndor?

Su  amiga río.

– Tranquilo, abre la caja y déjalo hacer, es muy inteligente.

Víctor, abrió la caja, un pájaro casi de su tamaño, con un pico enorme, lo miro fijo  a los ojos, como intentado adivinarle el alma y los recuerdos.

Los días pasaron, Víctor y el enorme pájaro, se hicieron amigos, muy buenos amigos. Cuando escribía, el pájaro con el pico apoyado en su hombro miraba detenidamente a la pantalla de la computadora, como si entendiera, tal parecía que podía leer. Si Víctor, se entretenía mirando fotos de La Habana, el pájaro se sentaba a su lado y las miraba, a veces una llamaba su atención y la apuntaba, con su pico.  Cuando Víctor se emocionaba y se le humedecían los ojos, creía adivinar lágrimas en los ojos del singular pájaro. Su nuevo amigo no hablaba, solo le faltaba eso para ser perfecto.

Una noche, Víctor, sintió un dolor terrible, se llevo las manos al pecho y cayo al suelo, parecía muerto. El pájaro fue a la cocina, casi trajo a rastras a la criada que llamo a amigos, ambulancias y doctores.

– Llévenlo a su cuarto, dijo su medico personal.

– No sobrevivirá si lo movemos de aquí, su estado es muy delicado.

Alguien pretendió impedir que el enorme pájaro entrara al cuarto. La mejor amiga de Víctor, la misma que se lo había regalado, fue tajante.

– Déjenlo entrar, tal vez de todos, a él es a quien mas necesita.

El pájaro, se quedo a su lado, junto a la cama donde yacía Víctor, debatiéndose entre la vida y la muerte, entre recuerdos y realidades. De pronto, Víctor abrió los ojos, miro fijo al pájaro y en un susurro que tenia la fuerza de un grito, la intensidad de un alarido, le dijo.

¡Tráeme La Habana y a mi madre, por favor!

Nora, su eterna y fiel amiga, abrió de un golpe el enorme ventanal del cuarto, el pájaro miro a Víctor y emprendió vuelo al sur.

Pasaron dos días, Víctor, seguía grave, debatiéndose entre la vida y la muerte, según los médicos, solo un milagro podría salvarlo. Por órdenes expresas de Nora, las ventanas del cuarto permanecían abiertas día y noche, en espera de algo que solo ella sabia. Una tarde, cuando el sol comenzaba a esconderse, se escucho un fuerte aleteo, el enorme pájaro irrumpió en el cuarto, trayendo en su pico algo extraño que no lograban saber que era. Víctor se incorporo, miro al pájaro que sacudió su pico con fuerza llenando el cuarto de olas rompiendo contra el muro de todos, lloviznas de mayo, girasoles, vendedores ambulantes, grillos y palmeras. Volvió a sacudir su pico y ante médicos y amigos asombrados pedazos de La Habana aparecieron en el cuarto, calles, muros, casas. El pájaro dio una última sacudida a su pico y apareció una viejita de pelo blanco, hermosa a pesar de los años, traída de la distancia y el recuerdo, sin permisos ni papeleos.

-¡Mama! Grito Víctor, estremeciendo las paredes y a los presentes. Se levanto de la cama arrancándose sueros y aparatos.

Se abrazaron salpicados por las olas que rompían contra las paredes del cuarto, se besaron entre mieles, girasoles y humo de tabaco. Su madre y su ciudad hacían el milagro de salvarlo.

Desde un rincón el pájaro y Nora los miraban con lágrimas en los ojos. Habían planeado juntos hasta el ultimo detalle desde hacia tiempo. Los milagros, llevan a veces el nombre de nuestros mejores amigos y afectos.

Fotografia de una pintura de Fuentes Ferrin, destacado pintor cubano que reside en Houston

Regalos de La Habana.

La Habana, tiene una magia especial, es una ciudad capaz de mejorarle el día y la vida a cualquiera. Cuantas veces, cuando vivíamos allá, nos levantamos mal humorados, molestos hasta con nosotros mismos. Maldecíamos al despertador, al cepillo de dientes, al café mezclado, a  la guagua que no llegaba, al centro de trabajo, al almuerzo escaso y a todos con los que tropezábamos. Nuestra ciudad, nos miraba, se burlaba de nuestro mal genio, guiñaba un ojo y hacía el milagro. Se las ingeniaba, para hacernos algún regalo que nos hiciera olvidar disgustos y molestias. Bastaba caminar por sus calles, sentir una mirada sobre nosotros, detenernos a conversar, intercambiar teléfonos. Las muecas de disgusto, se transformaban en sonrisas, las miradas adquirían un brillo especial. Nuestra ciudad, experta en asuntos de amores y de la vida, sabe como dibujar sonrisas, hacer regalos especiales, guarda siempre, una carta de triunfo, para sacarla en el momento justo, cuando creemos que todo esta perdido.

Me cuenta un amigo que su último viaje a La Habana, fue un poco desafortunado, a pesar de su amor por la ciudad, casi jura no regresar más. La Habana, se las arreglo para hacerle un regalo que compensara malos ratos, que le dejara un sabor dulce en el alma y en los labios. Casi a punto de cancelar su viaje y regresar a Miami, mi amigo se reencontró con un amor de  20 años atrás. Paso días maravillosos entre te quieros y recuerdos evocados. El viaje que amenazaba convertirse en el último y dejarle un  eterno sabor amargo en el alma, tuvo un final feliz, inesperado. Fue como si La Habana,  dijera; te vas y no piensas regresar? Ya veras como vuelves pronto, yo se como hacerlo!

No hay otra ciudad capaz de hacer regalos especiales, es algo que se fue conformando desde sus orígenes,  su posición en el mar, los vientos que la acarician o algún conjuro u oración dicha a tiempo, hicieron el milagro! La Habana, regala amores, sonrisas  y te quieros capaces de cambiarnos la vida, de volver un día gris, en un día de soles y arco iris.

Mi amigo, habanero por amor y por decisión, hijo adoptivo de nuestra ciudad, no escapo a su magia. Estoy seguro que se imagina andando de nuevo entre columnas, esquivando la lluvia, negándose a despedidas, escondiéndose en el bolsillo de su amante, para escapar del tiempo y de finales.

La Habana, carga un saco enorme de oportunos y necesarios regalos. Hace uso de ellos como el hada del cuento, en el momento justo; cuando todo oscurece, un rayo de luz ilumina la esperanza y la vida. Hace años que mi ciudad, no me regala una aventura de amor, muchos. Es inteligente, sabe que necesito otro tipo de regalos, otro tipo de aventura de amor. Ella y mi madre, se alistan para mi regreso, intercambian entre si secretos para regalarme una estancia feliz, inolvidable. Me esperan los brazos de mi madre, los únicos que necesito para ser el hombre mas feliz. Brazos mágicos que tienen la rara virtud de convertirme en niño y hacerme olvidar penas y años, desencuentros y ausencias. Gracias Habana, por regalarme cada mes de mayo, la mejor aventura de amor, del brazo de mi madre!

Una niña atrapada en el espacio.

Un amigo me hablo de ella, tiene solo 12 años. Es una de los tantos niños que viven en La Habana, que sufren limitaciones y escaceses. La vida, sin querer, sumo una limitacion mas; una complicacion en algo que pudo ser sencillo, obligo a los medicos a amputarle parte de una pierna. Sus ojos tristes no se resignan a verse asi. A veces toda la tristeza del mundo puede encontrar albergue en una niña. Cuando alguien la mira, trata de esconderse detras de ella misma, de pasar inadvertida.

Mira a los niños correr despreocupados y sus ojos se humedecen. No le gusta hablar de eso, quisiera ser invisible y poderse mover en el viento, escapar a miradas y ataduras. Mira al cielo y pide el milagro de tener alas.

Hasta ahora, pudo mal adaptarse a una protesis, de no muy buena calidad, que al menos le permitia moverse sin utilizar muletas ni sillas de ruedas. Dice que preferiria no salir de la casa, renunciar para siempre a ver el sol y La Habana, si tuviera que hacerlo en silla de ruedas.

Me contaron que un problema con la pieza de la protesis que ajusta con su pierna, le impide usarla ahora. La niña, se niega a ir a la escuela, no quiere que la vean asi, se abraza a la tristeza y se esconde del sol. Se refugia en las sombras para esconder su tristeza. Su padre, busco desesperadamente, en todos los sitios la respuesta fue igual; no tenemos, no hay en los almacenes. Familiares de mi amigo, al saber de la niña, le escribieron, le dieron los datos de la pieza; trata de conseguirla, le dijeron. Mi amigo hizo el intento, pero el alto precio de la pieza le impidio comprarla. Una amiga peruana, cuando supo la historia de la niña, le pidio los datos, llamo a su hija en Peru. Ahora esperamos que ella pueda conseguirla y el precio no sea muy alto. Otra amiga cubana, se ofrecio a hacer gestiones a ver si aqui, en Miami, podia conseguirse mas barata. Varios amigos nos hemos unido en el intento de dibujar una sonrisa en el rostro de Yoanet. Todos los que hemos conocido la historia, hemos tenido que desatar nudos en la garganta, sobreponernos a la angustia y a la impotencia, para unir esfuerzos y alientos. Cuando encontremos una opcion mas facil de costear, uniremos voluntades y esfuerzos. Yoanet, regresara a la escuela, nosotros, haremos el milagro!

Tal vez La Habana, en un gesto supremo de comunicacion, me hizo llegar la historia de Yoanet, sabe que despues de conocerla, no podria voltear el rostro, abandonarla. Mi ciudad, fue hasta su casa, trato de hacerla volver a la escuela, pero no pudo, no se dio por vencida, busco aliados, la quiere de nuevo en sus calles. Toco puertas, llego a amigos comunes, unidos todos, devolveremos el andar y la sonrisa a una niña atrapada en el espacio. Unos amigos desconocidos, seran las alas que con tanta fe pidio al cielo!

84!

No, el número no indica los post en mi blog, tampoco las visitas a uno de mis escritos. Es el número de años que cumple la persona más importante de mi vida. Allá en La Habana, en una horas, soplara la vela de su cake, ella y yo, sabemos cual será su deseo.

Ya le prometí viajar a La Habana a celebrarle los 85, el año próximo. Siempre ríe cuando le hablo de la fiesta que haremos cuando cumpla 100 y del cartel inmenso que pondremos en la fachada de la casa; ¡Mamá, cumple 100! Cada nuevo año que cumple, lo celebramos con la alegría que se recibe un regalo especial.

En  mi ultima visita a La Habana, comentamos uno de mis escritos sobre ella; ser querida, como tu me quieres, es tener la gloria en vida, me dijo entre sonrisas y suspiros. Olvida que no tuve otra opción que quererla así. Cuando me rompí en pedazos, fue la única capaz de volverlos a juntar y pegarlos  con amor y paciencia.

En unos instantes hablaremos por teléfono, nuestra conversación, como siempre, terminara con una competencia sobre quien quiere más al otro. Siempre termino ganando cuando cito las palabras finales de Pepito en uno de sus cuentos; Madre, hay una sola y esa, es la mía!

Recuerdo hace más de 12 años, cuando me dijo; no quiero irme sabiendo que te dejo de este lado, Su voluntad, hizo el milagro de mi viaje, después de años de espera. Ahora, cada vez que la visito, me dice; quiero saberte con una buena pareja a tu lado, alguien que te haga feliz. Le explico una y otra vez que soy feliz, para serlo, no necesito a alguien a mi lado, tengo montones de buenas personas junto a mí. Ella sabe, que nunca tendré alguien junto a mi  para mitigar soledades o que me ayude en la difícil y postergada tarea de envejecer, solo el amor, podría hacer el milagro. A veces, es difícil enamorarse, sobretodo, cuando se es exigente y se renuncia a hacer concesiones, ella, lo sabe y pide que llegue a mi ese amor, que me haga sentir en el aire y multiplique felicidades, quiere sumar un hijo mas a su lista.

Alguien, me pregunto ayer; y eso que no fuiste a celebrarle el cumpleaños? Quien le dijo que no estaré junto a ella hoy, que no sostendré su mano  en el instante de soplar la vela, que no la sentare en mis piernas y le diré una y mil veces cuanto la quiero. El amor, hace milagros, alguien lo duda?

Siempre se me olvida algo!

Anoche, fui al teatro, el autor de la obra, el elenco y el director, prometían una buena función. Cuando faltan los recursos y sobra talento, pueden hacerse milagros. Sin apenas estenografía, apostando por el desempeño de los actores, en un teatro pequeño, todos pasamos un buen rato. Disfrutamos de buen teatro, salimos satisfechos, felices. De pie, aplaudíamos a los actores, que en despedida inusual, daban la mano y saludaban al público, se mezclaban con nosotros, nos daban las gracias por asistir. Sin proponernoslo, todos fuimos actores y cómplices, de una puesta en escena diferente.

Para los que desde nuestra primera juventud, descubrimos el teatro y hasta incursionamos en él, en festivales universitarios; disfrutar de una buena obra, de un buen hacer teatral, es como un exorcismo. Liberarnos de malos fantasmas que nos dicen al oído, una y otra vez; Miami, no tiene vida cultural, si quieres salir, ve al Mall o a comer fuera! Mientras reía y agradecía la puesta en escena, evoque los teatros de La Habana, los grandes, los pequeños, nuestras salas teatros, todos! Que nos enseñaron a mar y respetar al teatro, lo hicieron parte nuestra.

Tengo un proyecto de obra teatral a medio terminar, una noche un amigo me dijo, te atreves? Le respondí, me atrevo a todo! La escribí casi de un tirón, mi musa y un buen amigo poeta, me aconsejaron agregarle escenas y diálogos. Un día escribí una escena para un nuevo personaje, una mujer, que debía desgarrarse en escena. Aún no la he terminado. Anoche, mientras aplaudía, recordé mi obra abandonada, me prometí terminarla, se la debo al amigo que me la pidió, a mi musa y me la debo a mi mismo. Entre nosotros, anoche, mientras todos aplaudían, me imaginaba, rodeado de los actores, saludando al público y dando gracias; todos tenemos algo de vanidosos!

Se, que para terminar mi obra, tendré que convocar fantasmas, Eliseo, vendrá en mi auxilio y Virgilio también, aunque tenga que invitarlo a almorzar. Le haré un potaje de chicharos, que no podrá resistirse, allá, en La Habana, mis amigos, decían que me quedaba exquisito. Vendrá, sin miedos, tranquilo, tal vez me diga; esto no sirve, hay que rehacerlo completo, me dejare guiar, seré un buen alumno. Con un maestro así, cualquiera!

El teatro en Miami, se abre caminos, Akuara Teatro, Miami Studio, entre otros, abren nuevos horizontes, no se dan por vencidos, mantienen vivo y con buena salud, el quehacer teatral de la ciudad. Nuestros actores y directores, ponen todo su empeño en nuevas ofertas, a veces, olvidamos que, ellos, como nosotros, también tienen cuentas que pagar, familias que alimentar. Apoyar el buen teatro, es una obligación de todos los que lo amamos, de los que no queremos que muera.

Como decía un personaje en la obra, voy a tener que tomar fosfatos para la memoria y si tienen el efecto secundario que decían en la obra, de hacer crecer pelo, mejor todavía! Casi se me olvidaba decirles el nombre de la obra. Me puse a hablar del teatro en Miami, de mi obra inconclusa, hasta anduve por los teatros habaneros ven, Siempre se olvida algo!

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Maria de Jesus, entre rosas y palmeras del querer.

La conocía de verla por televisión hace años, cuando tuvo un triunfo arrasador en Cuba. Como muchos, seguí su breve, pero intensa carrera en nuestro paìs. Como muchos, fui atrapado en la magia de su voz. Nunca mas supe de ella, algunos decían que vivía allá por Suecia, entre nieves y  vikingos. Pensé que la habíamos perdido para siempre, que nunca mas volveríamos a escucharla. A pesar del tiempo y la distancia, su voz seguía regalándonos rosas.

Soy de los que creen en la magia de la Navidad, en su encanto especial. Hay navidades especiales, de esas en que recibimos regalos inesperados, que desbordan nuestras expectativas.

Este año, al influjo de la Navidad, me reencontré con ella. Su nombre, por si solo, es un canto a la Navidad, resume el espíritu de la mejor época del año. Las navidades pasadas, recibí el regalo de su amistad, de su voz. No fue un reencuentro con una artista admirada, fue ganar, para siempre, una amiga; ¡María de Jesús! La muchacha que siempre viste de blanco al cantar, tal vez en un intento de mostrarnos su alma, su transparencia.

La amistad, rompe barreras, dinamita obstáculos, hace realidad sueños. Un grupo de amigos nos propusimos presentarla en Miami, regalarle un reencuentro con su público, en un escenario de prestigio. Apenas una semana tuvimos para prepararlo. The Place, como siempre, abrió sus puertas a un nuevo Encuentro entre amigos, corrimos la voz, logramos presentarla en televisión, sobre la marcha ultimamos detalles.

Sin planificarlo, solo por ser la única noche disponible del lugar antes de la partida de María, el Encuentro, se  planifico para el viernes 6 de enero. Ese seria el regalo del Dia de Reyes para ella y para nosotros. Su nombre hacia el milagro de reencontrarnos en Navidad y materializar su presentación un 6 de enero y aún hay quienes no creen en los milagros.

Cuando les hablaba a mis amigos de María de Jesús, les confieso que todos los que estaban en Cuba y fueron testigos de su éxito, la recordaban; la muchacha que vestía de blanco, la de te llegara una rosa. Otros, más jóvenes, no la conocían, ayer en la tarde una amiga, me confirmaba su asistencia, la vio cantar por televisión; canta como los ángeles, me decía, tengo que ir a verla.

Así, por las redes sociales, de boca en boca y con la ayuda de su participación estelar en el Show de Fernando Hidalgo, muchos decidieron asistir a un Encuentro entre amigos, donde María de Jesús, seria nuestra invitada especial.

Siempre confíe en ella, en su talento, carisma, su extraordinaria voz. Como me dijo mi amigo-hermano, solo hay que dejarla cantar, ella sola se gana al público.

Poco a poco, el público, comenzó a llegar a The Place, todos los asientos disponibles fueron ocupados, la noche prometía hacer historia. Entre el público, familiares de María de Jesús, que quisieron saludarla en el camerino, más de 30 años sin verse. El reencuentro arranco lágrimas a todos los presentes, el parecido de  una prima segunda con su mama, emociono a María, que rompió a llorar. Tal vez Dios, se la envío para compensarla de ausencias, para dejarle saber que su madre, en una rosa, en un aplauso o en la luz que la iluminaba, también estaba presente esa noche, junto a  ella, tomándole la mano, apoyándola.

Cuando María de Jesús, apareció en escena cantando, sin previo aviso, convocada por un escrito mío que inspiro su canción, el sueño, el propósito de  un grupo de amigos, se materializaba. María, cantaba y el público, se dejaba seducir por su voz. Muchos, la descubrieron esa noche y se sumaron, para siempre, al grupo de sus admiradores. En el público, Juana Bacallao, la aplaudía y le dedicaba halagos a su modo, haciéndonos reír a todos, dando un toque de humor cubano a la noche. Aymee Nuviola, hizo un dúo con ella, evocando el inicio de ambas en “Todo el mundo canta”, un extra de la noche, así es la magia, una vez desatada, todo puede suceder.

María, canto alrededor de 10 canciones, pudo estar horas cantando, todos nos quedamos con ganas de seguirla escuchando. De su voz, salían palmeras, arco iris, girasoles y  giraldillas, que se adueñaban de la noche y nosotros, que abrían el camino a un próximo concierto de María de Jesús, donde, ténganlo por seguro, ¡nos  regalara un montón de rosas!

¡Corazon Cubano!

Un corazón que no se rompió al abandonar nuestra isla, que nos permite ser ciudadanos del mundo y llevar, para siempre, a Cuba en el alma. Un corazón, que no tiene de 60 a 100 pulsaciones por minuto, que puede parecer que se para y luego desbocarse, querer salirse del pecho. Un corazón, donde cabe todo, la pena, la dicha, la angustia, la paz, la tristeza y la alegría; ¡un Corazón cubano! Que dice adios, vuelve pronto, te espero, que se estruja de dolor y se disfraza con sorisas, en espera de tiempos mejores.

Alguna razón especial, algún hechizo mágico o decisión divina, decidieron darnos un corazón sui generis. Un corazón, capaz de soportar la pena de dejar la patria, para siempre y la fuerza para inventársela donde quiera que llega. Un corazón echao pa’lante, sin miedo a nada.

Nosotros, los cubanos, no tenemos un corazoncito, tenemos un corazón gigante que no nos cabe en el pecho, que se inventa islas y malecones. Un corazón, que no acepta derrotas, que no se da nunca por vencido. Se echo un día al mar, no lo pensó dos veces, se hizo ciudadano del mundo, sin olvidar sus raíces. En él, caben La Habana y Madrid, Santiago de Cuba y Miami, Paris y Trinidad. Aprendió a hablar ingles y sigue diciendo, ¡Qué bola, acere! Habla francés y suelta, ¡Compadre, usted esta loco! Salpica La Cibeles con olas del Malecón, derrite hielos en Copenhagen. Se inventa palmeras y ceibas, tocororos y colibrìes, entre hielos y en desiertos.

Un corazón cubano, soporta penas gigantes, sin romperse, late al ritmo de palmas al vientos y olas saltando el malecón. Llora y ríe, sin límites, sin pausas. Capaz de guardar la tristeza y la pena más inmensa, deja siempre espacio a la alegría, no pierde la ternura. No late en pulsaciones regulares, explota, estalla, se desborda.

Llevamos una tumbadora en el pecho y nuestras penas y alegrías se encargan de tocarla. Nuestra vida, con otro corazón, seria diferente, hubiéramos muerto un montón de veces en el intento. Estaría cansado de vaciarse soñando, seco de tanto llorar, arrugado de tanto reír. Cansado, usado, viejo, casi inservible.

Un corazón cubano, es eternamente joven. Sabe que si no puede andar, baila sentado y hace mover los hombros, cuando no puede correr, camina lento, pero no se detiene nunca, sabe que siempre hay un mañana y sale a su encuentro, a conquistarlo.

Nuestro corazón, no conoce de rejas, ni prohibiciones, se sabe libre. Se mece al ritmo de palmeras, se desata indetenible en las alas de un colibrí. Convierte el vinagre en miel, sabe de milagros y hechicerías, de remedios y soluciones. Se  las sabe todas y si no, las inventa. No se da nunca por vencido, borro, para siempre la palabra imposible. Lleva años inventándose colores en otras banderas. Late desde el centro de  un solar y en lo alto de una loma, en una nube  y en un rayo de sol. LLega hasta el Rincón y va al Cobre, le pide al viejo Lazaro y a Cachita, se los lleva con él.

Corazón cubano, que busca hijos dispersos por el mundo, los convoca a la unión, a derribar muros. No conoce de infartos, mucho menos de paros. No acepta, ni necesita operaciones  a corazón abierto, lleva anos, abriéndose a nosotros, al mundo. Sabe que un día, en un latido poderoso e inmenso, hará el milagro. Mientras tanto, no nos falla, sigue ahí, modesto y exagerado, en medio del pecho, cocinando el mañana, ¡Latiendo a ritmo de futuro y esperanzas!

Fotografia tomada de Google.