Una mujer se enfrenta con su vida.

Lucy nació en el barrio habanero de Cayo Hueso, en el corazón de CentroHabana. Entre escaseces, consignas y contrariedades, sus padres se las arreglaron para que fuera feliz. Única hija, creció con el amor y dedicación de sus padres. El tiempo que su padre estuvo en la cárcel por problenas políticos, no logró que ese amor y esa dedicacion por Lucy, disminuyera.

Lucy cumplió 18 años en febrero de 1980 y los celebró presentando a sus padres su novio Adrian, compañero de estudios de la Universidad. Adrian y Lucy se amaban y complementaban y sus padres aceptaron con gusto esa relación de su hija con un buen muchacho.

A mediados de Abril, La Habana y toda la Isla se estremecieron con los sucesos de la embajada del Perú y la apertura del puerto del Mariel para un éxodo masivo de cubanos en busca de una nueva vida y libertades.

Una tarde Lucy, al llegar a casa, encontró a sus padres con cara de preocupación , hablaban bajito entre ellos. Su madre la llamó y le pidio se sentaran, tenían que hablar.

-Lucy, mi hermana, tu tía Elena, viene a buscarnos en un camaronero, nos vamos todos para Miami.

Lucy, casi quedó sin palabras, sólo alcanzó a balbucear entre lágrimas.

-Yo no mamá, yo no.

Lucy respiró hondo y contuvo el llanto.

-Mamá, papá, yo los amo entrañablemente, tambien amo mi carrera, siempre soñé graduarme, ser un médico de prestigio, ayudar a todos, amo tambien este país, este barrio, no podría vivir en otro sitio. Tambian amo a Adrian y queremos casarnos pronto; hacer nuestro futuro. Yo sé que papi siempre ha querido irse, desde que salió de la prisión hace años, sólo habla de eso, pero siempre pensé ese momento nunca llegaría. No puedo pedirles que se queden conmigo, pero no me pidan me vaya con ustedes; respetemos nuestras decisiones, aunque el dolor nos destroce. Yo creo en la Revolución, es imperfecta, lo sé, pero tengo fe en ella, a pesar de lo que le pasó a papi, creo en la Revolución y quiero que mis hijos nazcan y crezcan en este país.

Los padres de Lucy se miraron atónitos y desarmados. Cuando su padre quiso hablar, su madre hizo un gesto y comenzó a hablar.

-Mi hija, tú eres lo que mas amamos en este mundo y sin ti, nunca seríamos plenamente felices, pero nosotros también tenemos derecho a otra vida. Tu padre es abogado y desde que salió de la cárcel, trabaja en una fábrica como sereno; él no se merece esta vida, ni yo tampoco que sufro su situación y tener a mi madre y hermanos del otro lado del mar. Tienes derecho a decidir quedarte, nosotros a irnos.

Se volteo a su esposo y le dijo.

-Nos vamos Manuel, nos vamos.

Los días siguientes fueron de caras largas, ojeras profundas y ojos rojos; el llanto fue intenso y abundante en la casita de Cayo Hueso.

Vinieron a buscarlos de madrugada, eso evitó gritos, actos de repudio, golpes y ofensas. Manuel y Elena se iban sin saber cuando volverían a ver a su hija, pero decididos a todo, por recuperarla en el futuro.

Lucy quedo desolada, la fuerza del primer momento se derrumbo ante la certeza de la ausencia, el no volver a verlos hasta Dios sabe cuando. Adrian estuvo todo el tiempo junto a ella, apoyándola y tratando de llenar espacios. Al mes, dedidieron casarse, una boda sencilla, simple formalidad para que Adrian se mudara definitivamente a su casa.

Lucy se graduó de medicina, hizo la especialidad en Pediatría y la ubicaron en el Hospital infantil Pedro Borras, un lugar que llegó a amar y hacer suyo. Tuvo un hijo varón al que llamó Manuel, como su padre. Era feliz, aunque la ausencia de sus padres hacía incompleta esa felicidad; hay ausencias eternas.

Lucy mantenía constante comunicacion con sus padres y asi llamadas, cartas y fotos, ayudaban a paliar ausencias.

En el 94, cuando los Marielitos recibieron permiso para visitar la Isla, los padres de Lucy fueron los primeros en llegar; hicieron el viaje como en un sueño, mirando las fotos de Lucy y su hijo.

El reencuentro detuvo el tiempo en la casita de Cayo Hueso. Lágrimas de felicidad, risas, abrazos interminables y besos fueron abundantes; siempre son así los reencuentros felices.

Durante la visita Elena habló a solas con su hija.

-No voy a insistir, sólo quiero dejarte saber que tu padre y yo, en el momento que lo decidas, haremos todo por sacarlos a ustedes del país. Somos ciudadanos y tenemos buena posición económica, no nos sería difícil, creeme.

-Mamá volverlos a tener se compara sólo a la felicidad del día que parí a Manolito, los amo intensamente, pero sabes que amo mi profesion, mi hospital es como mi segundo hogar, este barrio que me vio nacer, es mío, este es mi lugar mamá. No te lo había dicho pero soy militante del partido, fue algo que no busqué, pero por mi dedicación al trabajo me propusieron y lo acepte; este es mi lugar y lo será siempre. Estamos viviendo un momento difícil, este período especial ha sido duro, pero seguiremos adelante, una vez mas; yo me quedo mamá.

No se volvió a hablar del tema. El adiós fue breve y desgarrador, como son siempre las despedidas, entre las gentes que se aman intensamente .

La vida seguía su curso, entre dificultades, guardias, trabajo y ausencias, Lucy trataba de no desmayar, de criar a su hijo con todo el amor del mundo, mientras se entregaba a su trabajo y a su hospital que tanto amaba.

Manolito crecía y se hacía un hombre, se graduó de inginiero industrial y lo ubicaron en una fabrica ruinosa, en las afueras de la ciudad. Allí se le fueron quemando sueños e ilusiones. Allí conoció a Luisito y el amor y los misterios de lo oculto. Lucy, entregada a su trabajo, entre guardias y reuniones no se dio cuenta de la especial “amistad”entre su hijo y Luisito.

Una noche de agosto Adrian no fue a dormir, Lucy pensó que seguro había tenido un accidente, recorrió hospitales y estaciones de policía buscándolo. Adrian se apareció en la casa a las 12 del día, le dijo a Lucy.

– Ven, siéntate, tenemos que hablar. No quiero engañarte, tengo otra mujer y quiero vivir junto a ella, es enfermera y las guardias juntos y el roce diario terminaron por juntarnos. Tú, no te mereces que te engañe, me voy con ella Lucy, te amé, pero el amor se acabó, tanto amor a tu trabajo, no te dejo ver que me perdías. Entre reuniones del partido, guardias y llamadas a todas horas del hospital se perdió nuestro amor. Eres una gran mujer, pero amo a Yeny y me voy con ella.

Lucy contuvo el llanto y apreto los puños para contener rabias y despechos.

-Vete cuando quieras, llevate todo lo tuyo, hasta el polvo.

Cuando Adrian se fue, Lucy lloró, lloraba por el amor perdido, por ausencias y decisiones, lloró hasta la noche que regresó Manolito del trabajo y se controló para no preocuparlo.

Una mañana, Lucy asistio espantada al derrumbe del hospital que tanto amaba, en esas ruinas, estaba también, parte de su vida. La reubicaron en el pediátrico de CentroHabana, pero nada fue como antes. Ese no era su hospital, nunca lo sería. Solo su profesionalismo impidió que nadie notara su desamor al lugar.

Una noche, al llegar Manolito del trabajo, le dijo a Lucy las palabras malditas; ven siéntate, tenemos que hablar.

-Mami, tú eres todo para mí, pero tengo 26 años y no hay futuro para mi en este país. He decidido irme del país, ya hablé con mis abuelos y van a mover cielo y tierra para sacarme. Cuando esté allá me casaré con Luisito, lo sacaré y viviremos en Miami, en una vida nueva.

-Tú y Luisito son amantes y yo en el limbo. Te vas mi hijo, no puedo pedirte que te quedes conmigo, no sería justo, sólo quiero lo mejor para ti y respeto tu decisión, aunque mi corazón se me rompa hasta casi detenerse, ¡Te amo hijo mío! .

Madre e hijo se abrazaron, se fundieron en uno; separarse fue un nuevo parto para Lucy.

Por primera vez, Lucy llamó al hospital para decir que estaba enferma y no podía ir a trabajar.

Pasó el dia sola en la casa, por la tarde salió a caminar y llegó hasta el Malecón, se sentó en el muro inmenso y repasó su vida. Decisiones frustaciones, ausencias, pasaron por su mente, volteo el rostro y vio su barrio que amenazaba derrumbarse, miró al mar y pidió consejos; no podía con tanta pena en el alma. Comprendió, de golpe, lo que antes se negaba a ver, buscó en su cartera un carnet rojo que le pesaba como plomo y sin pensarlo, lo arrojó al mar. Se desnudó de promesas y consignas, de mentiras y discursos; se parió a si misma en acto supremo de entrega a una nueva vida.

Cuando llegó a la casa, ya Manolito estaba atareado en la cocina, lo llamó.

-Ven hijo, sientate, tenemos que hablar. ¡Llama ahora a tu abuela, ahora mismo, dile que yo también me voy, que ya no aguanto una ausencia más!

Fotografía de Alberto Maceo.

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Un triángulo amoroso.

Manolito nacio en una casita hulmide, en el barrio de Buenavista, allá donde no llegan turistas, ni discursos. Su mamá Elena, murió cuando él tenía 5 años, dejó a su padre sólo, con el niño, la casa y un perro enorme.

Juan no volvió a casarse, cuido de su hijo, fue madre y padre, desbordó moldes y patrones. Hacía los mandados con Manolito y con Canelo el perro que habia sido de su mujer y que cuidaba, como se cuidan los recuerdos del amor y la vida. Varias mujeres del barrio se le acercaron y tuvo sus aventuras, nada serio. Nunca quiso equivocarse poniendole la madrastra incorrecta a su hijo. Juan se bastaba para ser padre y madre y criar a su hijo en principios y valores.

Manolito creció, buen estudiante se graduó con honores de la CUJAE como inginiero industrial. En su tesis la dedicatoria emocionó a Juan y conmovió a muchos; a mi padre que supo ser padre y madre. Sus brazos seguros me esperan en cada meta de mi vida, a mi madre que logró que su amor la sobreviviera y guió a mi padre en cada momento difícil.

Manolito comenzó a trabajar en una fábrica destartalada, pero que con su empeño y ganas logró mejorar. Allí conoció un día a Leonor, linda como un atardecer habanero y ardiente como el fuego. Juntos parecían ser la pareja perfecta. La llevó a conocer a su padre, Juan la miró profundo, como queriendo adivinarle el alma. Les hizo café, le brindó dulce de guayaba con queso y la invitó a almorzar el domingo.

-Te voy a hacer el arroz con pollo como me enseñó Elena, te vas a chupar los dedos.

Al día siguiente cuando Manolito llego del trabajo le preguntó al viejo.

-Dime papa, ¿Qué te parecio Leonor?

-Es linda, tal vez demasiado linda, te quiere, eso se ve, pero..

-Pero qué viejo, dime.

-Es una mujer que ama demasiado lo material, si un día tuviera que decidir entre tu amor y lo material, te dejaría por vivir mejor, lo sé.

-Viejo, viejo, no hables asi, ella es de oro y me ama, quiero casarme pronto y vivir aqui contigo, sabes que no podría dejarte nunca.

-Sientate Manolito y mírame a los ojos y escuchame sin interrumpirme. Estoy jodió del corazon, te lo he ocultado para no preocuparte, pero el médico me ha dicho que no tengo muchas esperanzas. El infarto del año pasado no fue sólo un susto, estoy mal mi hijo. Nada me haría mas feliz que irme sabiendote casado y feliz, pero asegúrate bien que Leonor es la mujer perfecta para ti, sólo eso te pido.

Manolito abrazó a Juan llorando. Hay veces que las palabras no bastan y entre lagrimas y abrazos expresamos sentimientos que las palabras no alcanzan

-Viejo no me dejes por Dios, ¡Cómo me ocultaste tu estado?¿Cómo pudiste sólo con esta carga papá?

-Fue lo mejor hijo, hablé con el médico y lo convencí para ocultarte todo. No quería que sufrieras por adelantado, esto es inevitable, solo te ahorre un sufrimiento mi hijo, entiendeme. Ahora, con tu enamoramiento y tus planes de boda, tengo que decirtelo, así tu alegría del amor, hace menos intenso el dolor. Tampoco es que me voy a morir mañana, pero es algo que puede ocurrir y quiero que lo sepas. Ya eres un hombre, creo que cumplí con Elena y con la vida la tarea de criarte y de hacerlo bien, eres mi orgullo y mi alegría.

-Papá, papá, te amo tanto, mi amor hará el milagro de apuntalar tu corazón, ya verás. Por lo pronto, nada de hacer mandados, pesos, ni limpiar la casa, eso me lo dejas a mi; se acabó eso de compartir las tareas de la casa. Mañana vamos a ver al médico, quiero hablar con él

El médico corroboró todo lo dicho por Juan; su corazon estaba muy débil. Lo peor podía ocurrir en cualquier momento.

Manolito quiso casarse cuanto antes, Leonor estuvo de acuerdo en todo. La boda fue sencilla, la luna de miel breve, Manolito no quería dejar muchos días sólo a Juan.

Al regreso de la luna de miel se encontraron un nuevo huesped en la casa, un hermoso cachorrito estaba en las piernas de Juan, mientras él lo acariciaba.

-Le puse Canelo como el perro que tuvimos Elena y yo y que me acompañó cuando ella murió. Lo tenían unos muchachos en la calle jugando con él y se los pedí, me acompañó estos días.

-Nos quedaremos con Canelo, sabes que me gustan los perros. Siempre quise tener uno cuando murió el primer Canelo.

Una tarde Leonor le dijo a Manolito que estaba embarazada, la doctora se lo había confirmado. La alegría en la casa fue enorme. Juan sonreía enigmaticamente, mientras pensaba para sí; un perro que llega, un bebé que nace, un viejo que se va, Dios quiera que no se repita la historia.

El bebé nació hermoso, Juan lo cargó y lo bañó en lagrimas; fue como un bautizo especial, nunca pensó vivir para ver a su nieto.

Le pusieron Juan Manuel, porque sería como su abuelo y su padre.

Una tarde una vecina llamó a Manolito al trabajo.

-Corre para el Calixto Garcia, una ambulancia se llevo a tu padre, le dio una sirimba y lo encontraron desmayao en la sala.

Manolito voló al hospital, llegó a tiempo para abrazar a su padre y besarlo. Fue el quien le cerró los ojos con un beso y se quedó un rato abrazado a su cuerpo, como quien se niega al adiós y no acepta despedidas.

Los días pasaron y la vida continuaba en la casita de Buenavista.

Un dia Leonor le dijo a Manolito que tenía que ir a cuidar a una amiga al hospital, que se quedara con el niño. Ella dejó todo preparado. Cuando regresó, Manolito la notó extraña, en sus ojos había algo raro.

-¿Qué pasa Leonor, hay algo que debas decirme?

-Si Manolo, yo te quiero y mucho, pero esto no es vida para mi. Hay otra vida, sin escasez, sin miserias y yo quiero esa vida.

-Esto es todo lo que puedo darte, esto y mi amor.

-Lo sé, pero no me basta y me voy. Conocí a Antonio un empresario español y me voy con él. Me llevaré al niño conmigo, vivirá en Madrid, no le faltará nada.

-El niño se queda Leonor, ni muerto dejaría que te llevaras a Juan Manuel. Para criarlo y hacerlo un hombre me basto sólo. Si te espanta la miseria de esta casa, puedes irte ahora mismo, pero sin el niño. ¡Que claro estaba mi viejo cuando te conoció! El viejo no se equivocó nunca.

Leonor no durmió esa noche en la casa y al mes siguiente viajaba hacia Madrid. De nada valieron sus ruegos e intentos de soborno para llevarse al niño; Manolo se aferró a su hijo como quien se aferra a la vida.

Cacha la santera del barrio pasó un día frente a la casa de Manolito, un Ave Maria purisima estremeció la tarde noche.

-La historia se repite, por la memoria de Juan y Elena no puedo permitir esto, tengo que hacer algo.

Entró a la casa, en el sofá, con el niño en brazos y el perro recostado a él, Manolito estudiaba proyectos y tomaba notas.

-La historia se repite mi hijo, pero esta negra va a mover los caracoles y te va a juntar con la mejor mujer de la tierra; se lo debo a tu padre y a tu madre.

Colocó el ramo de girasoles que llevaba en la mano en un bucaro, rezó un Ave María y un Padre Nuestro y se fue. Mientras se iba susurraba, yo me encargo de todo.

Un día la sobrina de Pancha, la mulata que vivía en la casa de al lado, se mudó con ella. Pancha estaba enferma y sola y Reglita venía a acompañarla.

Cuando Manolito y Reglita se vieron, un viento fuerte recorrio el barrio, los girasoles apuntaron todos a sus ojos, la Ceiba del parque se inclinó a darles sombra, mientras colibríes y sinsontes volaban a su alrededor.

Apenas se hablaron, de mirarse ya se sabian su historia y adivinaban su futuro. Reglita sólo le dijo.

-Tú sabes que tengo que cuidar a mi tía. Tendré que ver como hago con el niño, tú y el perro. Tambien tengo mis estudios, no quiero dejar mi carrera

-Entre tú y yo nos arreglaremos, hay tiempo y amor para todo.

La tomó de la mano y la llevó a su casa. Canelo saltó sobre ella lamiendole la cara y moviendo la cola de alegría. Juan Manuel sonrió y le extendió los brazos.

Cacha, hacedora de milagros, sonreía feliz y segura.

Fotografía tomada de Google.

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Cacha, una madre con ojos de futuro.

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Cacha, de joven, fue una mujer hermosa, tenía unos ojos grandes, con una mirada especial, como si quisieran adivinarlo todo. Se casó, se dedicó a criar sus hijos, a llevar su familia adelante. De esa belleza de su juventud, conservaba solo sus ojos, la fuerza de su mirada.

En el pueblo donde vivían, llego un alcalde nuevo con un grupo de gente que lo ayudaban a gobernar.  Al principio fue bien recibido, sus promesas y discursos lograron cautivar a muchos. Poco a poco todo empezó a cambiar, el alcalde gobernaba con mano de hierro. Todo comenzó a escasear, la comida, la ropa, medicinas, hasta la libertad.

Muchos jóvenes se fueron a otros pueblos en busca de una vida mejor. Mandaban algo a sus familias, en intento de paliar escaseces y miserias. Muchas madres se miraban tristes, conteniendo llantos y angustias, abrazaban en el recuerdo a sus hijos ausentes y esperaban algo que lograra reunir de nuevo a la familia dispersa,

Cacha vio partir a dos de sus hijos. Fuerte e invencible les dio el beso de despedida.

  • Vayan con Dios, yo siempre estaré esperándolos.
  • Volveremos pronto mamá . Espéranos siempre.

Se fueron sin mirar para atrás, dejando un vuelvo pronto, flotando en el aire.

Las mujeres del pueblo andaban con la cabeza baja y la mirada apagada, como muertas en vida. Hay dolores terribles, desgarradores y ese del hijo ausente, es inmenso, inmedible. Solo Cacha caminaba con la cabeza alta y sus ojos no perdían brillo, ni esplendor, a pesar de años y penas.

Algunas mujeres del pueblo murmuraban a sus espaldas.

 

  • Cacha parece que no extraña a sus hijos, cualquiera diría que tiene el corazón de piedra.
  • Siempre ha sido una buena mujer, pero coño, esto de no sentir el dolor de la ausencia de sus 2 hijos, da mucho que pensar.
  • ¿Como es posible que conserve esa alegría y brillo en la mirada, que no baje la cabeza por el peso de la pena?
  • Cacha es dura, jamás pensé que sobreviviera la partida de sus hijos y mírala con esa mirada que parece sonreír, como si estuviera de fiesta.
  • Alabao, pero esta mujer no quiere a sus hijos. No es posible tener dolor en el corazón y andar por el pueblo con ese brillo que no se le quita en los ojos y esa mirada como si no hiciera un año que no los abraza, que no les da su calor. Cacha no es lo que pensábamos; no tiene corazón.
  • Yo la conozco y es una buena mujer, ustedes lo saben, pero no me puedo explicar que no se le apaguen los ojos y se le marchite la mirada.

Las dificultades seguían aumentando en el pueblo. A pesar de que el alcalde había ordenado poner una cerca inmensa alrededor del pueblo para impedir que los jóvenes se fueran, todos los días se iba alguno, aunque más de uno murieron en el intento; los jóvenes se arriesgaban en busca de una vida mejor.

Las madres lloraban a sus hijos muertos, a sus hijos ausentes; solo Cacha caminaba por el pueblo con la cabeza alta y una sonrisa en la mirada. Un día llegaron a ella los comentarios de las mujeres del pueblo, las reunió a todas en el portal de su casa. Les brindó café y meciéndose en su sillón comenzó a hablar.

  • Amigas, todas hemos sufrido las mismas dificultades y penas. Todas dormimos con el dolor de la ausencia de un beso de buenas noches. Todas tenemos el corazón destrozado de tanta angustia y pena por nuestros hijos y el futuro del pueblo. Sé que muchas se preguntan por qué no bajo la cabeza, por qué no camino triste por el pueblo, por qué mi mirada parece sonreír y mis ojos no pierden su brillo.
  • Es verdad Cacha, perdónanos, pero parece que no quieres a tus hijos, que su ausencia no te mata en vida como a nosotras.
  • Mis hijos son lo más grande que tengo en la vida, tenerlos lejos me quema el alma, es un dolor que no hay palabra que describa, ¡Es el dolor! Les voy a revelar mi secreto, eso hará que me entiendan y les ayudara a soportar penas y dificultades. No sé por qué razón, mis ojos ven el futuro y créanme en ese futuro, que no demorara en llegar, no tendremos alcaldes tiránicos ni cercas alrededor del pueblo. Nuestros hijos regresarán y los hijos por nacer no tendrán que marcharse a buscar libertades, ni pan. El futuro es una fiesta del pueblo, de libertades, de abrazos, reencuentros, de manos unidas en hacer. Mis ojos lo ven y aunque mi corazón llore día y noche por mis hijos y los hijos de ustedes, mis ojos viven esa fiesta del futuro y sonríen de felicidad; ese es mi secreto.

Las mujeres se abrazaron a Cacha llorando, mientras en sus ojos, poco a poco, comenzaba a dibujarse una sonrisa.

 

 

Cuca y Mimì, dos hermanas diferentemente iguales.

Dos hermanas , fotografia tomada de google
Cuca y Mimí, siempre fueron dos hermanas muy unidas. Su infancia fue feliz, muy feliz. Vivian en una casa muy linda con palmeras en el patio y girasoles y mariposas en el jardín. Crecieron, siempre orgullosas de su casa y su familia.

Un buen día se mudó una familia nueva a su acera, justo en la casa vecina. Todo empezó a cambiar en ese lado de la calle. Ponían el radio a todo volumen con discursos interminables. Se pasaban el día hablando mal de los vecinos de la acera de enfrente, criticándolos y culpándolos por todo. Los vecinos de siempre, empezaron a hablar bajo, no querían buscarse problemas con esos vecinos nuevos que dictaban reglas y decretos de conducta. Algunos decidieron mudarse para la acera de enfrente, les molestaban prohibiciones y regulaciones. Acostumbrados a hablar claro y sin miedo, no querían hablar bajo para evitarse problemas.

Una mañana Mimí le dijo a su hermana Cuca, siéntate, tenemos que hablar.
-Sabes que siempre me ha gustado vivir aquí, tú y yo hemos sido más que hermanas, lo hemos compartido todo, lo bueno y lo malo. No tolero más a esos vecinos nuevos, se han adueñado de la acera, apenas podemos salir a dar un paseo. He decidido mudarme a la acera de enfrente.
-Yo me quedo, alguien tiene que cuidar de mamá y de la casa. Vete, yo me quedo, este es mi lugar.
De nada valieron las insistencias de Mimí, Cuca, se mantuvo firme en su decisión.

Pasaron los años, muchos. Entre las dos aceras la comunicación era poca, casi nula. Alguna llamada por teléfono, algún paquetico que Mimí lograba enviar para ayudar a su familia, nada más.

Una tarde, sin previo aviso, sin decretos, ni folletos aclaratorios, se permitió la visita a los vecinos de la acera de enfrente. A esos que habían decidido mudarse al otro lado de la calle.

Mimí llego a su casa, la sorprendió el jardín abandonado, solo dos girasoles y una mariposa casi marchitos, como recuerdo de tiempos mejores. La fachada de la casa sin pintar. Tocó a la puerta.
-Entra la puerta está abierta, llevo días esperándote, tal vez años.
Mimí empujo la puerta, los muebles viejos, las paredes agrietadas y el techo amenazando desplomarse la estremecieron. Sintió angustia, se le oprimió el pecho. Se sorprendió al ver a su hermana Cuca, sentada en una silla de ruedas. Corrió a abrazarla, un abrazo largo, entre lágrimas y recuerdos.
-Mi hermana ¿Qué te paso? Tú tan linda y vital siempre y ahora en este estado, en esta casa, casi en ruinas.
– Hemos pasado mucho, pero sigo viva y eso es lo importante. A pesar de esta silla de ruedas, de estas arrugas, de esta casa ruinosa, soy la misma Cuca de siempre. Ni años, ni penas han podido vencerme.
-Debiste haberte ido conmigo, tus hijos tendrían un mejor futuro. Tú estarías mejor. Te recuerdo tan linda y sonriente, no soporto verte así.
-Todos no podíamos irnos Mimí, alguien tenía que quedarse a cuidar la casa, a mantener viva la esperanza. Una casa vacía se muere, los que nos quedamos la ayudamos a mantenerse viva.
-Esto no es vida Cuca, yo si he vivido, he viajado por barrios diferentes. Mis hijos fueran a buenas escuelas, tienen buenos trabajos. Puedo decir lo que quiera, hasta hablar mal de los vecinos en voz alta, sin que me pasa nada.
-Todo es vida Mimí, la mía ha sido dura, pero no me quejo. Mis hijos se esforzaron y pudieron estudiar, son hombres de bien y eso es lo que importa. Tú puedes hablar mal de tus vecinos sin que te pase nada, a tus vecinos tampoco les pasa nada porque tú hables mal de ellos. A veces con hablar, no se resuelven los problemas. Voy a hacer café.
-Déjame a mí.
-No mi hermana, aún en esta silla de ruedas me basto para colar mi café y para muchas cosas más.
Cuca, fue hasta la cocina, el olor del café recién colado inundo la casa. Regreso con una bandeja con dos tazas sobre sus piernas.
-Como en los viejos tiempos Mimí, el mejor café del mundo, mamá me enseño a colarlo.
-Delicioso, me trae muchos recuerdos. Cuando mamá murió quise venir, pero sabes que no nos dejaban cruzar la calle.
-Yo le cerré los ojos. Murió con una foto de cuando éramos niñas en sus manos. Sus últimas palabras fueron; la familia volverá a reunirse, vendrán tiempos mejores.
-Ay mi hermana ¡Cuanto has pasado! Estas tan acabada, tan viejita. Esta casa en cualquier momento se viene abajo y te aplasta.
-Esta casa y yo, seguiremos juntas hasta que Dios quiera. No pienses que estoy acabada, que mi vida término. En esta acera aún quedan sueños y esperanzas, ganas de hacer. Que no te engañen las ruinas o mis arrugas, hay Cuca para rato.
-Mi hermana, la vida está del otro lado de la calle, en la acera de enfrente. De este lado ya no queda nada, solo recuerdos, ruinas.
-La vida esta donde estemos, una casa no se salva abandonándola. Tú sigues siendo mi hermana aunque vivas en la acera de enfrente. Tenemos que unirnos para salvar la casa Mimí, yo sola no puedo. ¡Es hora de unirnos y salvar la casa!
-Que más quisiera mi hermana. Ver esta casa con flores en el jardín y las palmeras al viento en el patio, pero ya todo está perdido, no hay nada que hacer. Tú en esa silla de ruedas, la casa casi en ruinas, el jardín destrozado, abandonado.
-No te dejes engañar por las apariencias. Las cosas no son lo que parecen, te equivocas. En esas gavetas, hay semillas de girasoles y mariposas para sembrar en el jardín. Las palmas del patio están medio secas, pero con un poco de agua y dedicación, volverán a ser las de antes.
-Y tu mi hermanita, tú, ¿Qué podrás hacer en esa silla de ruedas?
-Vuelves a equivocarte. Estoy en esta silla, casi detenida, pero en cualquier momento me paro y vuelvo a caminar, a echar a andar la vida.
-Mi hermanita, admítelo, tu tiempo pasó. Nada volverá a ser como antes.
Cuca miro a Mimí con fuego en los ojos, el mismo fuego de hace muchos años. Se puso de pie de golpe, le dio un empujón a la silla de ruedas que se estrelló contra la pared.
-Vamos mi hermana, dame la mano, empecemos juntas a arreglar la casa. Es tiempo de unirnos, de hacer juntos, sin reprocharnos nada, sin idas, ni regresos aplazados, sin sueños rotos. Cuca y Mimí harán el milagro que la esperanza vuelva a florecer en esta acera. Ayúdame a ponerme el vestido azul, rojo y blanco de mamá.

Se abrazaron, un abrazo con olor a futuro y a sueños. Un abrazo de uniones. Sin calles separando a las dos aceras. Un abrazo como Dios manda, “con todos y para el bien de todos”.

Fotografia tomada de Google. Blog Adictamente. http://adictamente.blogspot.com/2013_10_05_archive.html

Monólogo de una madre, mientras se mece en el sillón del tiempo.

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Ya falta poco, solo unos días y estará aquí. Siempre que regresa es como si nunca se hubiera ido. Aunque aquí, en mi corazón, está siempre conmigo. El corazón de una madre no cree en distancias, ni ausencias, no las entiende ni acepta. Esto de no verlo todos los días, es duro, solo yo sé de este dolor. Levantarme y no verlo, usar besos gastados de tanto uso y abuso, mirar fotos, hablar de él, hacerlo presente cada día a fuerza de recuerdos. Ahora tengo sus escritos, los releo, los aprieto contra mi pecho, cada palabra es un abrazo, cada frase un beso y un te quiero.

Nunca me dice cuando está enfermo, no le gusta preocuparme, ni cuando tuvo la fractura del tobillo me dijo nada. No sé cómo se las arregló 2 meses sin trabajar y no dejo de enviarme nunca el dinero, ni llamarme, hasta fotos me enviaba; claro nunca dejaba que se le viera el yeso. No puedo reprocharle que me oculte cuando está enfermo, lo aprendió de mí. Nunca les dije cuando me sentía mal, hasta les negaba que tenía fiebre para seguir haciendo los quehaceres de la casa y atenderlos.

Mañana debe llamarme, le encanta hacerme reír, creo que mi risa le hace bien, le es necesaria. Como si cada semana tuviera que renovar su provisión de mis risas y usarlas una a una, ante cada problema o tristeza que enfrente. Sus ocurrencias, sus halagos, siempre terminan haciéndome reír, siempre ha sabido hacerme sonreír por muy triste que estuviera.

Recuerdo la primera vez que le dije que no quería que llorara el día que yo no estuviera. Que no quería que sufriera, que me iría sin que me debiera nada, que todo me lo había dado en vida, solo me abrazo fuerte y me beso mientras me decía al oído, prometido. En otra ocasión le dije que sentirse querida como él me quería, era tener la gloria en la vida. No me dijo nada, sus ojos inundados en lágrimas hablaron por él. En eso salió a mí, en llorar fácil, aunque saco el carácter fuerte de su padre y lo peleón de él. Aunque conmigo nunca pelea, ni siquiera cuando salía y al besarlo le decía; ¿A dónde vas? ¿A qué hora vienes? Solo me miraba y yo le decía; ay mi hijito es la costumbre, dime lo que quieras, pero no puedo evitarlo. Volvía a besarme y reíamos juntos.

Ay mi hijito, siempre te dije que no quería morirme dejándote de este lado del mar. Fueron muchos años soñando con irte. Tu primer intento de salida, me destrozó, nunca lloré tanto en mi vida. Después comprendí que era lo mejor para ti. Los hijos crecen, les damos alas para que vuelen, no para que se queden a nuestro lado. Las mismas alas que te di, te traen a mí en vuelo necesario, recurrente.

Te he dicho un montón de veces que quiero verte con una pareja buena. Te niegas a enamorarte, a veces pienso que lo haces para atarme a la vida, para obligarme a seguir aquí, al alcance de una llamada o de un vuelo. Quiero conocer a esa persona especial y poderme ir tranquila, pero te prometo vivir un poco más con tal que decidas tener alguien a tu lado. Cuando vengas, hablare contigo sobre eso, haremos un pacto.

Hace días me dijiste que podría dejar de cocinar a los 100 años, ¿Cuantos años piensas que voy a vivir? Siempre me dices que vendrás a celebrarme los 100 años y pondrás un cartel enorme frente a la casa, ¡Mamá cumple cien años! Eres tan cabeciduro que sé que lo vas a lograr. Cuando se te mete algo entre ceja y ceja, no paras hasta lograrlo.

Un día te enfrentaste a la muerte por mí. Creo que ese día era mi hora, pero la muerte se encontró frente a frente contigo y no pudo vencerte. Recuerdo que estuviste toda la noche tomando mi mano, sujetándome a la vida. Yo, en mi estado, solo sentía un calor que venía de ti y llegaba hasta mi corazón, increíble, pero fue así. Me diste tu vida esa noche, casi toda. Cuando amaneció estabas deshecho y con la presión por la nubes, pero ya lo peor había pasado; la muerte se fue con las manos vacías, tu amor la derrotó y aquí estoy 14 años después, esperándote otra vez. Siempre te espero.

Ser madre es una carrera sin retiro, vacaciones, ni días libres. Si volviera a vivir quisiera volver a tener a tus hermanas y a ti junto a mí. Esta carrera sin retiro, es la mejor del mundo, la he disfrutado cada minuto. Llegar a mi edad y saberse querida, admirada, necesaria, es el mejor premio que me ha dado la vida.

Esta rodilla me está doliendo un poco, ya pronto se me quitara ese dolorcito. Cuando él llegue y me lleve a pasear por la ciudad, es como si mis achaques se escondieran o salieran corriendo, no quieren vérselas con él. Me encanta caminar de su brazo por la ciudad. La primera vez que me llevó por el centro histórico de la ciudad, le dije; ¡Que ganas tenia de caminar por aquí! No se lo decía a nadie, quería que fueras tú quien me trajera.

La gente pasa, me saluda, ni se imagina que estoy pensando en ti, en tu regreso. Cada regreso es una fiesta, soy tan feliz de saberte aquí, que hasta dormida soy feliz. Espero no hagas gastos este año, ya te dije que no tengo espacio para una blusa más, ni una batica de casa más. Cuando entenderás que el único regalo que necesito es tenerte junto a mi unos días, pasar el día de las madres contigo, mirarte y decirme una vez más; por instantes como este, ¡Vale la pena vivir 100 años!

¡Nos Fuimos!

nos fuimos, tomada de Cuba, fuera de Cuba.
Nos fuimos, mirando hacia adelante, cortando ataduras, desgarrándonos, muriéndonos un poco y renaciendo luego.
Fue duro. Nadie dijo que irse fuera fácil. Irse es una extraña alegría, mezcla de agonía, sollozos y de sustos.

Muchos se fueron en silencio, hay nudos que ahogan las palabras, que impiden pronunciarlas; el adiós, a veces, es mejor como un suspiro, involuntario y breve. Un día una llamada, entre llantos, recuerdos; llegue bien, ¡Te quiero mucho! Y el llanto incontenible a cada lado contando historias, acariciando sueños. Hay muchas formas de decir te extraño, estoy bien, no te preocupes vieja, todas las intentamos, las hicimos nuestras en usos y abusos. Desde aquel día que cargados de sueños y olores del futuro, nos fuimos, sin saber realmente a donde ni como, pero nos fuimos.

El punto fue dispararse a otra vida, inventarse unas alas enormes y volar, volar aunque sudáramos sangre y el frio nos helara. Algunas alas se rompieron, el volar ha sido duro, supimos entonces caminar. Inventamos caminos. Los andamos seguros, estrenando pisadas y andares de gigantes.

¡¡Porque nos fuimos, coño!! Y un lo logramos, enorme recorrió nuestras calles, el barrio, nuestra infancia. Desde la Isla, la espera, aliviada, apunto uno más en su lista. Partimos, sin regreso al pasado, un viaje definitivo, como un disparo a la luna, o un flechazo a la selva. Después de mil intentos, nos fuimos y el futuro sin maquillajes se nos paró delante, asusto a más de uno, pero no nos venció; nada puede vencernos ya, ni la muerte.

Nos fuimos y un vuelvo pronto en el aire, aseguraba regresos, apuntalaba vidas. Hacía, sin saberlo, menos duro el adiós, suavizaba angustias, aliviaba dolores.
Una esperanza ayuda a irse y también a quedarse. Allá detrás del muro enorme, las madres se consuelan, en un tejer y destejer sueños y vidas; volverá, se repiten día a día y ese volver les da fuerza, las encadena a la vida, las alimenta y sostiene.

Quedarse no fue fácil, dos verbos diferentes y ambos conjugados en tiempos y personas, una y otra vez, hasta el cansancio. Hasta que los sueños se rebelen y conquisten la ciudad y partidas y regresos, se conjuguen en pasado. Entonces, alegrías inmensas borraran ríos de lágrimas y angustias, levantaran la esperanza, más alta que las palmas. La madre que espera, detendrá su mecerse en el sillón del tiempo y abrazada a la vida, en un grito o alarido que le brotara del alma, estremecerá la historia con su, ¡Aquí estoy hijo mío!

Fotografia tomada de la pagina de Facebook, Cuba fuera de Cuba.

¡Annia! A su manera.

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Tengo varios escritos comenzados, pensé terminar un par de ellos este fin de semana. Tendrán que esperar unos días, un fin de semana un poco “movidito”, la presencia e interpretación de una cantante cubana en una fiesta de Navidad, me hicieron cambiar mis planes.

De un modo u otro, le debía un escrito. Era mi cantante favorita en La Habana, asistí a todos sus conciertos. Les confieso que nunca hice “colas” para comprar las entradas, la amistad con uno de sus más fíeles seguidores, me garantizaba siempre un buen lugar en los teatros. La primera vez que asistí a un concierto suyo fue en el Mella, La Habana se estremecía con el RM de Roberto Morales. Alguien me comentó del espectáculo, me dijo; Annia canta “A mi manera” y en la parte final se aleja el micrófono, ¡Que voz! Les confieso que lo vi varias veces, Annia seducía al publico habanero en complicidad con Consuelito Vidal, en un binomio inolvidable.

Asistí a muchos de sus conciertos, en el teatro inmenso de la Habana, el Nacional, el Mella. Annia repletaba los teatros y sus entradas se vendían como pan caliente, pero pan del bueno, no del de la cuota. Recuerdo una noche en la sala Covarrubias del teatro Nacional, que hasta un apagón habanero quiso escuchar a Annia y lo logró. En lo mejor del concierto, se hizo presente, se fue la luz, como decimos nosotros. Creo que Annia se dijo; bueno si el apagón vino a escucharme, va a escucharme y dicho y hecho. El concierto lo continúo cantando a capella y un público enardecido y feliz con esta cantante que iba más allá de la técnica y las dificultades.

En los conciertos de Annia, descubrí a María Antonieta. Nos impacto a todos por su presencia, belleza y talento, después el tiempo y la geografía terminarían uniéndonos en amistad y admiración.

Cuando estaba en plena efervescencia y popularidad, en un viaje al extranjero, decidió asentarse en Miami. Annia se quedo, repetía su público consternado, ella, como otras, dejo un vacío, un espacio que aún continua esperándola, reclamándola.

En Miami, no he asistido a sus conciertos, hasta ahora. Les confieso que temía a este reencuentro con su voz y los años, prefería recordarla luminosa y triunfante en La Habana. Cuidaba esos recuerdos, los recuerdos, son un tesoro muy valioso. Anoche en una fiesta de Navidad en casa de unos amigos, Annia canto dos canciones. Embellecida por amigos, adornada por el amor de amigos y publico, comenzó a cantar, “A mi manera” le hice algunas fotos. Poco a poco Annia subía el tono, volvía a alejar el micrófono en los agudos, derrochando voz y arte. Deje de hacer fotos, me recosté a un muro y me deje llevar por su voz que como la flauta mágica del cuento, me llevo en el tiempo y la geografía. El publico aplaudía y yo suspiraba por amigos y ciudades ausentes, por La Habana que se pierde de disfrutar esta voz por absurdos y decretos.

En el segundo número Annia invita o “arrastra a la fuerza“, a Samuel Calzado y a María Antonieta a cantar junto a ella. ¿Que voy a hacer sin ti? Adquiere un matiz diferente en este trío de lujo, de voces cubanas decididas a no darse por vencidas, a ser escuchadas.

Saludo a Annia, le prometo un escrito que le debo hace años, desde que retomé el oficio de escribir. Me invita a su concierto el próximo 28 de diciembre en Alfaro’s, prometo ir, seguro que su voz hará el milagro de despedir el año, entre recuerdos y sueños.

Recuerdo a mi amigo, el que me resolvía las entradas para los conciertos de Annia. Anoche hubiera sido feliz escuchándola sabiéndola en plenas condiciones vocales, vital y espontánea, con la fuerza de siempre. Sus cuerdas vocales no creen en exilios ni en años, en tumbas de artistas, ni retiros. El junto a mi, hubiera aplaudido anoche, enjugado una lagrima de emoción y nostalgia. Juntos hubiéramos recordados conciertos y teatros al influjo de una manera que vence el tiempo y la distancia, la de Annia.
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Luisito, un muchacho en venta.

la maleta, serie de fotografias de Kevin Slack
Luisito, siempre cuido mucho su físico, le gustaba el gimnasio y a pesar de las escaseces que existían, se las arreglaba para hacer dietas y tratar de comer sano. Era un muchacho muy bien parecido. Siempre tenia varias muchachas tratando de conquistarlo, ninguna lo atraía. Desde que se mudo de un pueblito perdido en el mapa en el centro de la Isla, para estudiar en la Universidad, siempre andaba solo y pensaba en sus estudios. Las muchachas trataban de conquistarlo, en la beca lo invitaban a salir, él solo decía; tengo que estudiar o voy saliendo para el gimnasio.

Un día, Luisito, pensó que tenía fiebre, fue el mismo día que Tony, el muchacho nuevo en el aula y él se encontraron. Cuando Tony y Luisito coincidieron a la entrada del aula, se quedaron mirándose. A Tony, se le cayeron los libros y Luisito dio un traspié que por poco se rompe la cabeza contra la pared. No se atrevían a hablarse, sentían ese miedo extraño de que las palabras pudieran traicionarlos. Se evadían uno al otro, se sentaban en extremos opuestos del aula. Tony, siempre sacaba una foto de su novia y la ponía en el pupitre, como si fuera la estampa de un santo o virgen que pudiera protegerlo de las urgencias que a la vista de Luisito se despertaban en él.

Lusito, se despertó 2 ó 3 veces soñando con Tony.
– ¿Qué coño es esto? ¡Soñando con un hombre!
Fue hasta el bebedero del albergue, tomo agua, se echó un poco por la cara y regreso a su litera. Esto no le gustaba, algo andaba mal.

Una mañana, se encontró con Tony en el albergue de la beca, ¿que hará este aquí? pensó, lo escucho conversar con una muchacha.
– La amiga que me daba albergue en su casa, se junto con un tipo y me di cuenta que molestaba, soy de Pinar del Río, hable con la vicedecana y me dieron la beca.
– ¡Pinareño! Este debe ser de los que dejaron la concretera dentro del cine, pensó Luisito, mientras se reía.

Los días pasaron, una noche, mientras estudiaba solo, en su cuarto, aprovechando que todos habían salido, Tony entro al cuarto.
– Disculpa que te moleste, pero ayer falte a clases, ¿puedes prestarme tus notas?
Luisito, le dio la libreta sin mirarlo, tenia miedo de perderse en esos ojos negros.
– ¿Te molesta si me siento aquí y apunto lo necesario para estar al día mañana?
Luis, negó con la cabeza y le hizo espacio en la litera. Paso, lo que tenia que pasar, ni perjuicios, temores, ni fotos de novias pudieron evitarlo; Luisito y Tony, dejaron a las ganas hacer, fueron dos tigres en una lucha nueva y desconocida, pero que ambos disfrutaron a plenitud.

Con los días, la necesidad de estar juntos se hizo mas intensa. Aprovechaban cualquier momento para dar rienda suelta a sus deseos. Estar juntos, se les hizo necesario y urgente. La inexperiencia, lo intenso de ese sentimiento raro y nuevo para ellos que los unía, los hizo descuidarse. Una tarde, los sorprendieron besándose. Los llamaron al local de reuniones, les entregaron su carta de expulsión, sin una explicación, sin un por qué. Salieron juntos, recogieron sus cosas en la beca y se sentaron en un banco del parque.
– ¿Que hacemos ahora?
– Ni idea Luisito, solo se que estar juntos es lo que importa. No podría perderte ahora, todo perdería el poco sentido que le queda sin ti.
Luisito, recostó la cabeza de Tony en su hombro.
– Tranquilo nene, nada ni nadie podrá separarnos. Tenemos que quedarnos en La Habana, es el único modo de seguir juntos. Tengo un amigo, un poco loco, pero buena gente, se que nos ayudara hasta que encontremos una solución.

Luisito llamó por teléfono a su amigo.
– Joaquín, necesito verte, nos botaron de la Universidad a Tony, el muchacho que te conté y a mi, no se que hacer.
– Vengan para acá, mi apartamento tiene dos cuartos, aquí podrán quedarse por un tiempo. No se desesperen, todo tiene solución, menos la muerte.

Llegaron al apartamento de Joaquín, muy confortable y bien amueblado. Los recibió sonriente, abrazo a Luisito.
– Y tú debes ser Tony, él me hablo mucho de ti, hacen una linda pareja. No se preocupen, yo los ayudare a encaminarse en “la capital”, yo también soy guajiro como ustedes, soy del pueblo de Luisito, de allá nos conocemos. No hay mal que por bien no venga, solo Dios sabe si esto que hoy parece una desgracia, es para un bien mañana.

Cuando estaban solos en el cuarto, Tony le pregunto a Luis.
– ¿Joaquín trabaja en alguna firma o embajada? Este apartamento parece de película, todo es nuevo y lujoso, hasta la comida del refrigerador es de la Shopping.
– No Tony, Joaquín no trabaja, un día, como a nosotros, lo botaron de la Universidad. Ahora tiene amantes de ambos sexos que lo mantienen.
– ¡Jinetero!
– No le gusta que lo llamen así. El dice que esto es un trabajo como otro cualquiera, que para algo tienen que servirle los dones físicos que Dios le dio. Dice que unos explotan su fuerza física, otros su inteligencia y el vive gracias a su físico, me cuenta que no es fácil, pero se vive bien.
– Yo no podría, de solo pensarlo me dan ganas de vomitar, no podría acostarme con alguien por dinero.
– Joaquín, se vio solo en La Habana, esa fue la vía que encontró para sobrevivir, ni tú, ni yo somos quienes para juzgarlo. Es mi hermano y lo quiero y punto.

Esa noche, la primera que dormían juntos, no hicieron el amor, demasiadas emociones. Durmieron abrazados, como si tenerse el uno al otro, bastara para alejar desgracias y malos ratos, para ser felices.

Una mañana que Tony había salido a trabajar, Joaquín le dijo a Luisito.
– Ven, siéntate, tenemos que hablar de negocios.
– ¿Negocios? Pero si yo no tengo ni un kilo, sino fuera por ti, Tony y yo estuviéramos durmiendo en la terminal de ómnibus.
– Tranquilo, digamos más bien que voy a proponerte un trabajo. ¿Recuerdas a María, la española que vino a recogerme anoche? Me dijo que lucias muy bien y que parecías serio. Quiere presentarte a una amiga de ella que esta buscando compañía para pasarla bien mientras esta aquí por negocios. La tipa tiene un baro que pa’ que.
– Sabes que no tengo ni donde caerme muerto, pero no se si podría, déjame digerirlo y te digo después, por favor, ni una palabra a Tony, él no lo entendería.

Esa noche, Luisito durmió mal, la idea de venderse, no le hacia mucha gracia, pero no encontraba trabajo. Tony, trabajando de camarero en una paladar ganaba muy poco, con eso no bastaba para alquilar un cuarto y mantenerse. Miraba a Tony dormido, indefenso, a pesar de ser solo 2 años mayor que él, se sentía responsable de su suerte. No quería perderlo, tampoco quería verlo pasando trabajo.

A la mañana siguiente, Lusito le dijo a Joaquín.
– Voy a intentarlo, aunque sea por un tiempo y después me salgo, dile a la amiga tuya que si, coordina todo y déjame saber. Discreción Joako, si Tony se entera se sentirá muy mal y yo me moriría de vergüenza.
– Tranquilo, le diré que vas a trabajar de camarero en una fiesta. Te prestare unas ropas mías, tenemos mas o menos el mismo cuerpo. Somos unos cuerpones, je, je, je.

Luisito llego pasadas las 3 de la mañana, fue directo al baño, demoro más de lo habitual. El agua y el jabón, no bastan para quitarse manchas del alma. Se sentó desnudo en el inodoro, sin valor para salir y darle la cara a Tony. La tipa, le había pagado bien, 500 dólares, le dio el dinero a Joaquín para que se lo guardara, solo le enseñaría 50 a Tony, para que no sospechara. Se dibujo una sonrisa fingida y salía del baño. Tony, lo esperaba despierto en la cama.
– ¿Cómo te fue?
– Mira nene, 50 dólares. Ojala me contraten para otras fiestas, pronto podremos alquilar algo y quien sabe, tal vez comprarnos un apartamentito o un cuarto.
– Estas ojeroso macho, ven acuéstate, te ves raro, como extenuado.
Luisito, se acostó de espaldas a Tony, no quería que lo viera llorar.

Los supuestos contratos de Luisito para trabajar de camarero en fiestas, aumentaron. Una noche Joaquín le dijo.
– Hay un tipo que esta interesado en ti, esta dispuesto a pagar lo que sea. Dice que no regresa a Suiza, sin acostarse contigo aunque sea una vez. Te ha visto un par de veces con mujeres y lo tienes loco.
– ¡Con un hombre! No, no podría, seria como engañar a Tony.
– Esto es trabajo Luisi, y del bueno, ese tipo te va a pagar por una vez, mas de lo que te pagan todas esas mujeres. Piénsalo bien, con un tipo así no te hará falta nadie mas, podrías dedicarte solo a él. No viene muy seguido, es un hombre de negocios muy rico.
-No Joako, no. Si se entera Tony me dejaría y prefiero morirme de hambre que perderlo.
– El no tiene porque enterarse, si sabes hacer bien las cosas. Hay muchas parejas que viven de un tipo o una tipa extranjera, es trabajo, Luisi, ¡trabajo!

Luis, tardó una semana en decidirse. Termino aceptando, hay mundos que son como una tela de araña, los tocas y te atrapan, no puedes zafarte de ellos.

El suizo, era súper esplendido, en 3 días saliendo con él, había reunido mas dinero que en todo un mes. Las dos primeras noches, solo se dejo tocar y robar algún beso, la tercera tuvo que ir a la cama con él. Le costo trabajo reaccionar, pero su juventud y vitalidad lo ayudaron.

Por suerte los negocios del tipo lo obligaron a viajar antes de lo previsto. Le dejo una buena cantidad de dinero a Luisito.
– No quiero que te falte nada y ve pensando en irte conmigo un día, no te quiero para unos días, te quiero conmigo a tiempo completo.
Luisito, fingió una sonrisa de alegría, mientras lo despedía.

Llego a la casa como un zombie, Tony estaba acostado, lo despertó hicieron el amor desenfrenadamente con furia. Como si desatando todo su deseo pudiera limpiarse de las horas en venta, de ponerse un precio.

Luisito seguía saliendo con algunas mujeres. Joaquín le aconsejo no dejar sus clientas, hasta estar bien seguro del suizo. Siempre le decía a Tony que iba a trabajar en alguna fiesta, cuando regresaba le daba 50 ó 60 dólares.
– Guárdalos para reunir pa’ tener lo nuestro le decía.
Si Tony descubría la cantidad que había reunido en tan poco tiempo, sospecharía, haría preguntas y terminaría descubriendo todo.

Una tarde, Joaquín le dijo a Luisito.
– El suizo esta aquí, acaba de llegar, quiere verte, me llamo al celular, Tony estaba delante y embaraje para que no se diera cuenta de nada, te espera esta noche en el Meliá Habana.
Luisito se dejo caer en el sofá, de nuevo el suizo aquí, pensó. No sabía si podría soportarlo, ni como terminaría eso.

El tipo se le aparecio con un montón de regalos y una propuesta.
– Toma este dinero y saca el pasaporte lo antes posible. Cuando lo tengas iremos a la embajada para que te den la visa. Cuando estés en Suiza, nos casaremos, te daré una vida de rey, la que tú te mereces.
– Suave, suave que yo tengo familia y esto de irse hay que pensarlo muy bien, dame un tiempo para conocernos más.
Al tipo la actitud de Luis, le gusto, le sonó desinteresado. En un país donde muchos buscan desesperadamente como irse a cualquier precio, este muchacho le pedía tiempo, eso le agrado.
– Tomate el tiempo que necesites, creo que conocerte ha sido una suerte, tienes la belleza de un dios griego y la inocencia de un chico del campo. Te advierto, no desistiré; te quiero conmigo en Suiza.

Una noche el suizo invito a Luisito a comer a una paladar famosa en La Habana. Esa era la primera noche que Tony trabajaba ahí, no le había dicho nada para darle la sorpresa de llegar con una buena propina. La sorpresa fue enorme para ambos, cuando se vieron frente a frente y Luisito con el suizo al lado. Tony, los atendió cortes y profesionalmente. Luisito, apenas probo bocado. El suizo, dejo una buena propina que se quedo en la mesa hasta que el viento se la llevo, alguien la recogió sin saber su origen y maldición.

Cuando Tony llego al apartamento, Luisito, lo esperaba en el cuarto.
– Déjame explicarte nene, es algo que algún día tenias que saber. Ese tipo es muy rico, quiere llevarme para Suiza, me haría ciudadano enseguida y después te sacaría a ti. Viviremos muy bien nene, sin preocupaciones, cómodamente.
– Coño Luisito, parece que no me conoces. A mi no me importan viajes, ni el dinero, pertenezco al grupo de; contigo, pan y cebolla. Hubiera sido feliz contigo en un cuartucho de la Habana vieja o juntos en mi pueblito o en el tuyo. Si tú estas en venta Luis, ¡yo no! Lo que propones es una bajeza, vete para donde quieras y vive la vida que quieras, mi amor, no esta en venta. No hay suficiente oro en el mundo para comprarme Luis, yo no valgo un puñado de dólares o un reloj caro. Me regreso a mi pueblo, con mis padres, trabajare en lo que sea.
Tony, comenzó a recoger sus cosas, mientras Luisito, llorando le suplicaba que se quedara.
– Quédate nene, no te vayas, esto lo hice por ti, si te molesta mando todo al carajo y me quedo contigo.
– Es tarde Luis, no podría volver a besarte sabiendo que tus labios tienen precio, no podría, ni quiero, aunque me vaya la vida en esta decisión. Esto parece una película vieja, pero es real y muy duro para mí. Cojones Luis, ¿Quien piensas que soy? Donde esta el muchacho puro y tierno que conocí, ¿En que oscuro rincón te me perdiste macho? Ni yo nací para chulo, ni para mantenido, mucho menos para compartir al hombre que amo.

Tony recogió sus cosas, tomo el dinero reunido de las supuestas fiestas en que Luis trabajo y lo dejo en la cama.
– Tómalo, eso es tuyo. Sigue vendiéndote Luis, yo prefiero sembrar tabaco en Pinar que compartirte por dinero.

Tony se fue, sin que las lágrimas y los gritos de Luisito pudieran detenerlo. Un mes después, Luisito, con unas cuantas libras de menos subía al avión que lo llevaría a Suiza, a consumar la venta que el mismo inicio un día. En el bolsillo del saco, descolorida por lágrimas y arrugada de tanto apretarla, la foto de Tony lo acompañaba.

Fotografia cortesia de Kevin Slack, de su album, La maleta.

Un padre en el recuerdo y la distancia.

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Nació en un barrio habanero, en una casita humilde y limpia. Su mamá, trabajo muy duro para criarla bien. Fue de esas mujeres que se bastan solas para ser el hombre y la mujer de la casa.

Bertica, adoraba a su mama, también amaba al padre que nunca conoció. Pasaba horas frente a la foto de su papá, imaginando como hubiera sido compartir su vida con él. Su mamá, le había contado, un montón de veces, que era el mejor hombre del mundo. Un fatal accidente cuando Bertica tenía días de nacida, terminó con su vida. Cada vez que hablaban de él, su mamá siempre terminaba la conversación diciéndole.
– Estaría muy orgulloso de ti, lo se.

Bertica hubiera sido feliz de abrazar a su padre, besarlo, disfrutarlo. Soñaba con ese hombre bueno, con ese padre perfecto que la muerte le arrebato, lo imaginaba llegando del trabajo y ella corriendo a besarlo. Si al menos tuviera un beso para recordar, pensaba Bertica.

Cuando Berta, cumplió 15 anos, su madre la sentó en su sillón, de pie frente a ella, como quien se exorciza, le contó una historia. Antes de comenzar le dijo.
– No quiero que me interrumpas, deja todas las preguntas para el final.
– Mama, me asustas, prometo no interrumpirte.
– Conocí a tu padre muy joven, tuvimos solo un año de relación. No murió en un accidente, esta vivo, en Miami. Nos amamos desde que nos vimos, hay algo, mucho que no sabes. Nunca nos casamos, él estaba casado. Cuando pensó en separarse de su mujer, les llego la salida del país, los padres de ella, los reclamaron. Si se separaba, perdía la oportunidad de irse. Prometió que en cuanto pudiera me mandaría a buscar. Unos días antes de irse, supe que estaba embarazada, no le dije nada, preferí dejarlo así. Decidí tenerte y créeme, fue la mejor decisión de mi vida. Pensé decírselo cuando estuviera en Miami, cuando me dijera que me fuera con él. Nunca más supe de él, nunca más hasta hace unos días que recibí una carta suya.

Mientras su mamá hablaba, Bertica lloraba y se tapaba la boca con las manos, conteniendo las preguntas, sujetando las palabras que querían escapárseles.
– Ese ha sido mi secreto todos estos años, preferí decirte que había muerto, para no decirte que se había olvidado de nosotros. Es cierto que es un buen hombre, no guardo ningún mal recuerdo de él, solo su olvido. Ahora que supe de él, no puedo seguir con mi mentira, tal vez cualquier día entre por esa puerta y quiero que sepas todo por mi, perdóname por mentirte mi hijita, perdóname, quise darte un buen recuerdo de tu padre.
Bertica, abrazo a su madre llorando.
– No mama, no hay nada que perdonar, eres la mejor del mundo.

Se abrazaron tan fuerte que parecían una, tal y como habían sido desde el día que Bertica nació.

Bertica, supo de su padre, intercambiaban cartas, fotos, él le mandaba algún dinero y regalos con amigos. Nunca hablaron por teléfono, ninguno de los dos tuvo el valor de hacer la primera llamada.

Conoció un muchacho en la escuela, se enamoraron, decidieron casarse. Antes de hacer ningún arreglo acordaron hablar con la mama de Bertica. El novio le dijo, déjame a mí hablar con ella.

Bertica, miro a su mama a los ojos y le dijo.
– Mami, Luisito quiere hablar contigo.
– Y por que tanta seriedad y protocolo, no me asusten.
– Bertica y yo, vamos a casarnos, usted sabe que mi papá me reclamó hace un año y queremos hacerlo antes que me llegue la salida. Cuando este allá, veré como sacarlas a las dos lo antes posible. No queremos dejarla sola aquí, Bertica, estará junto a usted hasta que llegue el momento de reunirnos los tres.
– No mi hijo, dijo Carmen, ustedes se van los dos juntos o no hay boda. Ya hace años escuche algo parecido y no quiero correr riesgos, yo puedo esperar, se que los dos juntos, jamás se olvidaran de mi.

Carmen, se seco las lágrimas con la blusa, abrazo a su hija y a Alfredo, segura que este amor, no correría la misma suerte que el suyo.

Bertica y Alfredo se casaron, una boda sencilla, aunque el padre les mando dinero, prefirieron guardarlo y dejárselo a Carmen. Llegó el día de la partida, un día siempre contradictorio en la vida de todos los que emigran. Mezcla extraña de alegría y tristeza, de valentía y temor. Carmen, prefirió no ir al aeropuerto.
– Despedirnos aquí será mejor, no tendría fuerzas para regresar sola, además, seria como si fueran a regresar pronto. No ver el avión partir, me hará más fácil engañar los sentimientos. Estoy segura que esta separación no durara mucho, lo se.

Bertica y Alfredo, llegaron a Miami, después de los trámites en el aeropuerto y los sustos. Los recibió el padre de Alfredo, entre besos y abrazos.
– Estas igualito mi hijo, 10 años separados y al fin juntos. Escogiste bien que linda es Bertica, se ve una buena mujer, ven dame un beso tu también.
Abrazados los 3 hicieron el viaje hasta la casa. Cuando llegaron, Bertica, pidió llamar a su mama.
– Aunque sea dos minutos, quiero que sepa que llegue bien.
– El tiempo y las veces que quieras, yo también fui recién llegado un día y se lo que esas llamadas necesarias ayudan siempre, sobretodo los primeros días.

Pasaron los días, poco a poco se acostumbraban a la nueva vida. Siempre se extraña, los amigos, la cuadra, el olor del barrio, hasta los malos ratos se extrañan a veces, así somos. Cuando del otro lado se deja a una madre que supo asumir los roles de madre y padre, un afecto tan gigante no se extraña, se grita por el en cada instante, se reviven besos y abrazos, apuntalando la alegría, para que no nos deje. Recordamos todo, lo revivimos, asegurando la vida y el futuro. Así hacia Bertica cada día, cada instante. Sabía que su madre vendría pronto, entre ella y Alfredo, lo lograrían.

Con los sentimientos encontrados de los primeros días, Berta, había olvidado que le faltaba un encuentro. Ni siquiera había llamado a su padre; el tampoco lo había hecho, ambos temían a ese encuentro y lo aplazaban.

Una mañana, después del desayuno, Alfredo le dijo.
– Arréglate bien, tu padre nos espera a las 11, he hablado varias veces con él y ya es hora que se encuentren; jugar al avestruz, no resuelve nada.
Bertica, trago en seco, lo miro.
– Tienes razón, no puedo seguir posponiéndolo.

En la recepción, Alfredo le dijo a la muchacha.
– Dígale al Sr. Fernández que su hija esta aquí.
Un, que pasen enseguida, estremeció a Berta. Ese ascensor parecía no llegar nunca al 5to piso, pensaba Bertica.

Se abrió la puerta del ascensor, el hombre que solo conocía de fotos, que creció admirando y echándole de menos estaba frente a ella. Abrieron los brazos, dejaron a la sangre y a las ansias hablar por unos minutos.
– Vengan para mi oficina, tenemos mucho que hablar.
Se sentaron los tres en el sofá de la oficina, tomándole las manos le dijo a su hija.
– No pretendo justificarme, pero escúchame. Cuando llegue, desesperado por traer a tu madre pronto, escuche malos consejos, me metí en negocios sucios y termine en la cárcel, 5 años. Cuando salí, estaba como loco, no sabia que hacer. La que era mi mujer, se había separado de mi, no tenia donde ir ni a quien acudir. Por suerte había guardado bien un dinero, lo recogí y me fui para New York, allí empecé de cero. Con el dinero que llevaba y la ayuda de un buen amigo, me fui abriendo camino. Cuando logré alguna estabilidad, mandé alguien a Cuba a saber de tu madre. Cuando supe que tenía una hija, pensé que me había traicionado, que me había olvidado. Después supe que esa hija era mía y fue cuando me comunique con ella, desde ese día he soñado con este momento. No te digo perdóname, solo compréndeme.
Bertica, lo beso.
– Tranquilo papa, te comprendo.
– Se que tu madre se quedo allá y que la quieres traer, si no se oponen tú y ella, yo me encargo de todo, como madre de mi hija, todo será mas fácil. No creo que ella me perdone, pero hacer algo por ella, me hará dormir mejor. Algo más que necesites hija, dímelo sin pena.
– Solo una cosa papa; mañana, cuando salgas del trabajo, ¿Podrías ir directo hasta mi casa? ¡Me gustaría tanto recibirte con un beso!