Olas.

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Esas olas que rompen contra el muro,
Que salpican la ciudad y nuestras almas.
Esas olas que saludan mi regreso, se vistieron de adiós,
En mi partida, intentaron seguirme, aún me buscan.

Esas olas que llevan y traen suspiros y sonrisas,
Carcajadas y gritos, que cuentan los días del regreso.
Esas olas y yo tenemos una historia, salpicada de gotas y de lágrimas.

Esas olas, borraran un día las distancias,
Saltaran más de un muro gigantesco,
Lavaran la ciudad de angustias, penas, adioses sin regreso.
Esas olas, se llevaran para siempre la tristeza.

Esas olas, nos bautizan de esperanza, mientras juntos,
Esperamos fundirnos sin distancias.

Santiago de Cuba, despues del huracán.

Solo la visité en dos ocasiones; de niño, con mis padres y en el año 91 con un amigo que me invito a casa de su familia. Santiago de Cuba, es una ciudad, con un encanto especial, uno lo siente al llegar. No es solo el clima, el calor o las montañas, es su gente, su gracia natural. Nuestra islita, a pesar de ser pequeña, exhibe una diferencia marcada en paisajes y ciudades. Somos, siempre lo digo, un delicioso ajiaco donde puede incluirse todo, absolutamente todo, nada nos falta, ni nos sobra.

En estos días leímos y escuchamos sobre el paso de un huracán por el Oriente de  Cuba. Las noticias hablaban de destrucción, de gentes sin casa, de muerte. Vi algunas fotos, me preocupé, les confieso que deje un margen a la duda. A pesar del video de un locutor de la televisión cubana, informando de derrumbes y pérdidas de vidas, seguía pensando que acá, exageraban el daño, como al sur, exageran lo bueno. Algo en mi se negaba a aceptar tanta destrucción, tanto dolor.

Un nuevo amigo, uno de esos amigos virtuales que aunque desconocidos, terminan compartiendo con nosotros; amigos de nuevo tipo que nos regalan la Internet y la Globalización, se excuso hace un par de noches por no haber leído mi ultimo cuento. No puedo leerlo por ahora, me decía. Allá, en Oriente, su familia había perdido su casa, estaban sin techo, incluyendo a su abuela de 90 años. Yo, que tanto me gusta jugar con las palabras, me quede en silencio, no encontraba un par de ellas para consolarlo, devolverle la paz. La realidad es aún más terrible que las noticias.

Dicen que hasta El Cobre, llego la destrucción, que el viento daño la Catedral, que se ensañó con la ciudad, pretendiendo destruirla, borrarla. Se necesita muchos más que un huracán o un cataclismo para poder borrarla, para vencer al oriente cubano. Nuestro pueblo aprendió a sobrevivir a todo, a revivir la esperanza, aunque sea lo único que nos queda.

Imagino a nuestros hermanos, levantándose de las ruinas, muchos lo perdieron todo y no saben si algún día, lo podrán recuperar. En un país todo se guarda por si algún día se necesita, amanecer sin nada, es un golpe terrible, devastador. Se que miraran a su alrededor desolados, secaran sus lagrimas y se levantaran sobre ellos mismos. Nada puede ya vencerlos, quitarles la esperanza. Se inventaran un techo y un sueño y seguirán adelante, esperando el mañana que llega, seguro y prometedor.

Una muchacha que soñaba viajar.

La muchacha de nuestra historia, recordaba que desde que tuvo uso de razón, soñaba con viajar. Siendo muy pequeña, escuchaba extasiada las historias que le contaba su abuela, una vieja que había viajado medio mundo, antes de enamorarse de su abuelo, una tarde que estaba visitando un pueblito perdido en la geografía y los recuerdos. La muchacha que soñaba con viajar, conocía de memoria, ciudades y lugares lejanos. Estaba segura de poder andar, con los ojos cerrados por sitios desconocidos. Vivir encerrada en un pueblito donde los medios de transporte eran escasos, tener que tener autorización firmada del jefe de la guardia del pueblo para poder salir y regresar, convertían su sueño de viajar por el mundo, en casi un imposible.

Ante la imposibilidad de viajar, la muchacha comenzó a escribir cartas a desconocidos, contando historias de su pueblo y su  vida. Muchos que solo la conocían por fotos leían sus cartas que se pasaban de mano en mano. En un pueblo lejano, hasta las reunieron todas y publicaron un libro. “Cartas desde un pueblo lejano”, lo llamaron, fue un éxito, su fama aumento. Sus cartas, lograban lo que ella nunca había podido hacer; viajar por todo el mundo, andar y desandar esos caminos que  aún guardaban los pasos de su abuela.

Desde que tenia uso de razón, había pasado su vida, suspirando por subirse a un camión, a un bote, a un barco o avión; viajar, conocer otros pueblos, se fue convirtiendo casi, casi en una obsesión. Una tarde la llamaron de la jefatura de policía, le entregaron su permiso para viajar, salio corriendo. No preguntó como, ni por qué. Solo tuvo tiempo de recoger su vieja máquina de escribir, con ella al hombro y una sonrisa de felicidad iluminándole el rostro, se subió al primer camión que encontró. No le importaba para donde iba, solo quería conocer otros pueblos, viajar, no importaba a donde.

Andar nuevos caminos, visitar lugares que se sabia de memoria, sin haberlos visitado fue, para la muchacha que soñaba con viajar, un regalo inesperado a pesar de años soñándolo y ansiándolo. Miraba al mundo con ojos enormes, unos ojos donde cabían todo el asombro y la sorpresa. Cuando pasaron los primeros días de estar fuera de su pueblo, la mirada de la muchacha, comenzó a perder brillo. Sus cartas, famosas por todo el mundo, se fueron haciendo cada vez mas escasas, una nostalgia enorme por su pueblito, apenas la dejaba escribir. Sus pasos al recorrer el mundo, se hicieron lentos, desganados. Su mente, antes obsesionada con viajar, solo recordaba su pueblito, sus calles sucias, sus casas a medio derrumbar o medio construir. Un día se levantó decidida; se miro en el espejo y se dijo a si misma; ¡Es hora de regresar!

La muchacha que soñaba con viajar, armó sus maletas, recogió los regalos que le habían hecho, hasta diplomas de reconocimiento. Volvió a echarse su vieja maquina de escribir al hombro. Sacó pasaje en la vieja diligencia que hacia el viaje a su pueblito natal. Llego una mañana de abril, abril es un mes especial para los regresos. Nadie la esperaba, casi todo el pueblo estaba seguro que no regresaría, que se perdería por esos caminos del mundo que su abuela un día recorrió, que olvidaría su pueblito.

Cuando regreso, fue directo a su vieja y humilde casita a un costado del pueblo, se sentó a su vieja maquina de escribir y envío a sus amigos la mas hermosa de todas las cartas que jamás se habían escrito. Mientras escribía, sinsontes y colibríes, se acercaban a su ventana, un girasol enorme, inclino sus pétalos en dirección a ella, olvidándose por un instante del sol. Cuando termino, salio al portal de su casa, el pueblo reunido, la esperaba, le preguntaron de sus viajes, sus escritos, de su regreso. Los miro y sonriendo les dijo:

– Viajar es bueno, uno aprende cosas, tiene puntos de comparación, se aprende que a pesar de sus calles viejas y rotas, de sus casas abandonadas, uno ama a su pueblo, de un modo especial, lo necesita, mas allá de romanticismos y nostalgias. Lejos de este pueblo, no puedo escribir, necesito de ustedes, de este viento y este sol para poder crear.

Una vieja, se le acerco, le dio una tacita de café recién colado. La muchacha que soñaba viajar, sintió que la esperanza renacía, su mirada adquirió un nuevo brillo, los miro a todos y les dijo:

-¿Que tal si hacemos de este pueblito un lugar mejor, que en vez de soñar con irnos y viajar, soñemos en reconstruirlo? Unamos nuestras fuerzas, logremos que un día muchos sueñen con visitar nuestro pueblito, que los que se han ido, regresen, juntos haremos el milagro!

Un aire fresco recorrió el pueblo, el jefe de la guardia del pueblo, sintió un fuerte dolor en el pecho y se inclino sobre su buró, así lo encontraron la mañana siguiente, cuando vinieron a limpiar su oficina. Empeñados en reconstruir el pueblo, nadie había notado su ausencia. La muchacha que soñaba viajar fue electa jefa de la guardia del pueblo, un nuevo cartel en la puerta de su oficina fue colocado; responsable de los sueños del pueblo.

La muchacha que un día soñara viajar, comprendió que no fue solo el amor por su abuelo, lo que decidió a su abuela, un buen día, a quedarse a vivir, para siempre, en un pueblito lejano.

Fotografia de una pintura de Fuentes Ferrin, pintor cubano, radicado en Houston, Texas.

De la seria Suitcases, Maria.

Nosotros y las colas.

Para nosotros, los cubanos hacer colas, esperar horas para adquirir algo o por recibir un servicio, se fue haciendo, poco a poco, algo cotidiano, parte de nuestro día a día. Expertos en colas y esperas, desarrollamos habilidades, un sexto sentido que solo tiene el que ha vivido entre colas y racionamientos.

Muchos de nosotros, una de las primeras e imprescindibles preguntas que aprendimos a hacer fue; ¿Quién es el último? Después desarrollamos habilidades y preguntábamos quién iba delante del último y delante del otro. Así hasta asegurarnos que ni un terremoto, podría hacernos perder nuestro lugar en la cola. Quién no recuerda la cola del pan los domingos, olvidarla, seria borrar parte de mi infancia. Los domingos por la mañana, mis hermanas y yo, queríamos ser invisibles, transparentes, escapar al dedo selector de mi padre, cuando escogía a uno de nosotros y le decía; ¡ve a hacer la cola del pan! Ese domingo, no había muñequitos, ni comedia silente, ni juegos. Hasta el mediodía no regresaríamos, extenuados y obstinados de la mefistofélica, inacabable y siempre presente, cola del pan. Nunca tuve bien claro si el pan lo hacían en esa panadería o era traído de algún país lejano perdido en la geografía. Hacer la cola del pan los domingos, era la versión cubana del suplicio de Prometeo.

Hacíamos cola para todo. A pesar de la división de la población en grupos de compra, con días específicos para mujeres trabajadores. Salir de compras aunque solo fuera a comprar un triste desodorante o un calzoncillo, equivalía a enfrentarse a largas colas que a veces terminaban con un; hay, pero no te toca o el ultimo se lo llevo la que compró antes que usted, se imaginan lo que significaba escuchar eso después de 2 horas de cola!!! Pobre de nosotros, en particular. Mami, desde que se caso, no volvió a trabajar nunca mas de secretaria, trabajaba de domingo a domingo, largas jornadas de 24 horas. En la clasificación para comprar, era una simple ama de casa, una mujer de 2da categoría, que tenia que conformarse con comprar lo que quedaba del día de la mujer trabajadora, para colmo nuestro grupo de compra era la E, un grupo fatídico que nos hacia suspirar por pertenecer un día al selecto grupo A o B, que disfrutaban, inexplicablemente, de un mejor surtido.

Cuando llegaban los esperados y racionados mandados a la bodega, las colas duraban horas. Ahí también existían privilegios para la mujer trabajadora. ¿Quién no recuerda el plan jaba? Y  las pobres amas de casa o sus no menos pobres hijos, haciendo colas maratónicas y agotadoras.

Vivíamos en un mundo de colas, de preguntas y respuestas, ¿Quién es el último? ¿Detrás de quién va usted? Aprendimos a vigilar a los que teníamos delante, a estar alertas al más mínimo movimiento que delatara intención de irse y salir disparados; ¿Usted se va? ¿Detrás de quién va? Aprendimos a identificar personas por el color de la blusa o la camisa, el peinado, por los tenis que tenia puesto, por su estatura, hasta por el color de los ojos. Tengo amigos que en ocasiones me dicen; como es posible que puedas recordar tantos detalles! Si aprendí a memorizar rostros y reconocer las 3 personas que estaban delante de mi en una cola, con 7 u 8 años, recordar conversaciones de hace 2 ó 3 años, es un desafío menor a la memoria, casi un juego de niños.

Colas para comer en los restaurantes, colas para comprar la leche en el cercano y lejano punto de leche. Colas para las vueltas a Cuba, con pases de lista incluidos. Recuerdan aquellos carteles; solo la presencia física garantizara a su turno en la cola. Era toda una cultura de las colas y los coleros. Nada ni nadie del cubano medio escapo a las colas, a ese mundo kafkiano, donde todo podía suceder y sucedía.

A pesar de colas y frustraciones, todos, sin excepción, decidimos marcar un día en una cola gigantesca. No hay pase de lista de madrugada, ni nos interesa saber quién es el último o el primero.  Seguros que alcanzara para todos; un pueblo entero, allá en la isla y dispersos por el mundo, decidió marcar, para siempre, en la cola de la esperanza, de los sueños por realizar, en la cola de una patria, “con todos y para el bien de todo”. Seguros y confiados que nos tocara a todos, ¡Del primero, al ultimo!

Fotografia cortesia de Michel Blazquez.

¡Apagones!

Anoche un inesperado apagón, sorprendió a un grupo de vecinos en Miami entre ellos a mí. Llegue del trabajo, con la idea fija de conectar el nuevo MODEM para la Internet que recién ese día había recibido. Llegue, vi las casas a oscuras, pregunte a un vecino desconsolado; qué paso? Una rotura, ¡No hay luz desde las 5 de la tarde! ¡Tremendo apagón!

Nosotros nos acostumbramos a decir siempre; se fue la luz, aunque sean las 12 del día. Si falla la electricidad, no importa el sol radiante, se fue la luz o hay apagón, a la hora que sea. Para los cubanos la electricidad, es como sinónimo de luz, su ausencia, es un apagón. Los apagones y nosotros somos viejos conocidos. Nunca llegamos a ser amigos, pero terminamos acostumbrándonos a ellos, a tolerarlos. Hasta se convirtieron en algo racionado o esperado; hoy toca apagón, era una frase que obligaba a prepararse, para el previsto y nunca bienvenido apagón.

Anoche, en mi primer e inesperado apagón Miamense, unos cuantos vecinos, nos reunimos en el portal, todos cubanos, claro, se me olvido decirles que vivo en Hialeah, el barrio, mas cubano, de todo Miami! Todo el mundo sabe que si hay dos cubanos juntos, lo primero que decimos es; ¡Que calor! Y eso que estamos en julio, deja que llegue agosto. Que dirán mis amigos que viven en Suecia, Dinamarca o  Canada? Que frío!! Hace años no se veía un frío como este! Después que hablamos del calor, lo segundo, es hablar mal del gobierno, es una costumbre nuestra, todos somos especialistas en política y cuando nos reunimos, criticamos a cuantos gobiernos se nos pongan delante! No hay presidente, alcalde, ni político, que se salve de ser criticado si cae en lenguas de cubanos.

Después de hablar del clima y criticar gobiernos, nosotros, los cubanos, tenemos que tomar algo. Anoche, mientras conversábamos a la luz de la luna, unos tomamos refrescos, otros vodka con jugo de naranja, otros cerveza. Mientras hablamos, tenemos que darnos un traguito de algo, es como ayudando a salir las palabras, remojándolas, para que fluyan sin trabas, vaya  lubricarnos las cuerdas vocales y la lengua.

En este inesperado apagón Miamense, evocamos apagones anteriores, de aquellos que podían durar 4, 5 y hasta 8 horas. Yo, que viví los años 90s en su totalidad en Cuba, recordé aquellos terribles apagones. En esa época, los apagones, eran lo único que no escaseaba. Desaparecían gatos, barrigas, libras de mas, casi hasta la esperanza, pero los apagones, ahí, puntuales y multiplicados, casi omnipresentes. Mi familia, se reunía en el portal o en la terraza, hasta que el sueño nos vencía. Recordábamos infancias, adolescencias, historias. Cada apagón, nos traía historias y recuerdos diferentes. Cuando la ciudad se oscurecía del todo y el silencio se hacia denso, casi corpóreo, reunirnos en familia, recordar los buenos momentos, revivir sonrisas y carcajadas, nos ayudaba a vencer la oscuridad. Era nuestra manera, de no darnos por vencidos, de no dejarnos oscurecer el alma y la alegría.

Este grupo de vecinos reunidos, en un portal, en Miami, termino, que raro! Hablando de Cuba. Hasta de la Crisis de octubre conversamos, de aquellos terribles 13 días en que el mundo casi canta el manisero y nosotros, en la primera fila, dando las primeras notas de despedida, sin tener siquiera, un triste cucurucho en la mano.

Los cubanos, los mismos que vivíamos allá y dormíamos con las ventanas abiertas, para que la brisa nos refrescara. Los que nos bañábamos con un cubo de agua y un jarrito. Los que nos íbamos para el trabajo, con la barriga vacía, con solo un buchito de café claro entre pecho y espalda, ahora no podemos quedarnos dormidos sin el aire acondicionado. Bañarnos con el agua fría! Ni soñarlo. Aunque en el fondo seguimos siendo los mismos, las comodidades, nos han malcriado un poco, si ya se, que uno, se acostumbra fácil a lo bueno.

Anoche, este grupo de cubanos reunidos en un portal, en Miami, casi llama a las Naciones unidas y pide la protección del Comité para refugiados. Casi, casi, que demandamos a la FPL, por daños sicológicos. Cuando a la Una de la madrugada, se hizo la luz! Todos respiramos tranquilos y felices. Yo, regrese a mi casa, dispuesto a acostarme, mire de reojo el MODEM nuevo, para la Internet, tentador y provocativo, mirándome desde la mesa, fui al baño, volví a mirarlo, lo tome en mis manos y les juro que hasta que no termine su instalación, no pude dormir, feliz y relajado, olvidándome del apagón, pero, como siempre, con el alma y la mente, plenas de recuerdos y esperanzas. Mientras me dormía, pensaba, los apagones, buen tema para un escrito.

¡Ha muerto un hombre libre!

Cuando se muere en brazos de la patria agradecida, la muerte acaba, la prisión, se rompe; ¡empieza al fin con el morir, la vida!

José martí

Es domingo, la tarde languidece, poco a poco, anochece. Es hora de llamar a mi madre, entro al sitio de Internet que uso para hacer las llamadas a Cuba, pongo 10 dólares a mi cuenta. Mientras me preparo a nuestro encuentro telefónico, escucho a Ricardo Arjona, interpretando; Mi novia se me esta poniendo vieja. Reviso los comentarios de mis amigos en facebook, una noticia, me hace un nudo en la garganta, se me salen las lagrimas y se que no es a causa de la canción de Arjona; ha muerto un hombre libre! No se que hacer con este dolor por la muerte de alguien que nunca conocí, de alguien que nunca abracé, que ni siquiera le di la mano. Trampas de la Internet y la información, que nos hacen conocer y estimar, sentir afectos, por personas que no conocemos.

Ha muerto un hombre libre, no puedo decir, descanse en paz; espíritus como el suyo, nunca descansan. Agitados e insomnes, siguen andando por la vida y la gloria. Nunca pude conversar con él, discutir nuestras diferencias. Se puede admirar a una persona y no coincidir en todos sus puntos de vista. Otro mas que se me va, dejando una conversación pendiente.

Es hora de llamar a mami, pero tengo que esperar, con este dolor en el pecho, mi voz no sonaría como siempre, la dejaría preocupada. Mi novia, tendrá que esperar un par de horas.

Un hombre, realmente libre, siempre impresiona, gana seguidores.  No todos los días, nace o muere un hombre libre. Un par de lágrimas, no bastan para sacarme el dolor por su partida, por su ausencia. Pienso no solo en lo que hizo; lo que le quedo por hacer, me desconsuela, me hace pensar en el mañana sin él.

Me seco otra lágrima, tomo un poco de agua, pienso en sus familiares y amigos. Se me sale otra lagrima y otra, mi amigo, el hombre de las lagrimas, pensaría que le estoy haciendo la competencia. Tomo un poco del café de la esperanza, recobro fuerzas. Se que otros hombres libres, seguirán sus pasos, andarán su camino hasta el final. Antes de dejarnos, este hombre libre, supo sembrar la semilla de la esperanza y la libertad, en tierra fértil!

Nuestro hombre libre, no ira al cielo, se queda con nosotros, sin descanso, terminando su obra, nuestros sueños!

¡TALISMAN!

Arrancó un vuelo tricolor de su bata, lo lanzó al aire y una inmensa bandera cubana, cubrió la casa, protegiéndola de lluvias y vientos.

Habanero2000.

Andamos dispersos por el mundo. Nos hemos inventados nuevas casas, nuevas tierras, nuevos mundos. Otros cielos y nubes, adornan nuestros amaneceres y noches. Nosotros, los que nos fuimos, los que un día decidimos partir, cargando solo con recuerdos, sin mirar para atrás, por miedo a no poder irnos. Nosotros, los cubanos, más allá de religiones y creencias, llevamos siempre, en el alma, visible en la piel, tatuado en la frente y en los ojos! Un talismán o resguardo que nos protege de penas, tormentas y angustias. No es un resguardo del folklore, tampoco una estampita, oración o escapulario que tomamos en la mano en momentos difíciles, es algo más fuerte, más importante. Nos acompaña en las buenas y en las malas. Cuando faltan las fuerzas, cuando el cielo oscurece, lo desplegamos, nos cubrimos con él, seguros y confiados que nos basta para capear temporales y relámpagos. Bajo su protección, nada nos asusta, nada nos vence ni intimida; nuestro talismán es; nuestra bandera!

Basta mirarla ondear al viento y sabemos que todo va bien, no hay dolor que se le resista. No importa donde estemos, si muy al norte o muy al sur, entre hielos y nieves o sudando a mares, entre rayos de sol y sequías extremas. Nuestra bandera, cambia de forma, se adapta a climas, esta siempre con nosotros, no nos abandona. Es el brazo poderoso de la patria, que nos sostiene, nos levanta en alto, cuando el vacío se abre a nuestros pies. Lo dejamos hacer, seguros que a su sombra, todo esta bien. Talismán único e inigualable que no distingue entre cubanos, protege a todos por igual.

Sus poderes, le permiten ser puente, transporte, cielo y tierra, mar y viento. Alfombra mágica que nos lleva a recuerdos y nostalgias, mezcla inigualable de color y sabor cubano. En este, nuestro andar por el mundo, hemos aprendido a amar y respetar otras banderas, pero el lugar de la nuestra, permanece intacto, intocable, seguro.

No hay cubano, que no ame a su bandera, especialmente entre los que un día, decidimos o tuvimos que partir a luchar por nuevas vidas. La trajimos con nosotros, allí, donde decidimos quedarnos, la clavamos bien hondo. Ella, como nosotros, echo raíces en otras tierras, se rodeo de palmeras, girasoles, se ungió de miel, guarapo y ron. A su alrededor, revolotean colibríes y tocororos. Junto a ella, armamos vidas, familias y sueños, a su influjo nos trajimos nuestros barrios y ciudades, nuestros campos, nos inventamos una Cuba, en el exilio.

Muchos, la llevan en el auto, otros, la ponen en la casa, en el jardín, o la llevan en la camisa y la blusa. Cualquier pretexto u ocasión es bueno, para lucir una bandera cubana. En esta forma nuestra de gritar; cubano ciento por ciento!

Nuestra bandera, se despliega por el mundo, como nosotros. Va a nuestro lado, abre caminos. No nos deja olvidar nuestro origen, asegura el camino de regreso, se lo inventa en cada franja, lo ilumina con su estrella. Nos recuerda la sangre derramada, nos compromete y alienta, a regar la tierra con la nuestra, si fuera necesario.

Talismán gigantesco, que es a veces un nudo en el pecho, unas ganas inmensas de hacer algo. No son tiempos de esperar a verla deshecha en pedazos, para que muertos y vivos, se levanten a defenderla. Son tiempos de hacer algo por ella, antes que se nos rompa de tanto extenderse en esa ansia de cuidarnos, de tanta pena acumulada, de tantas lágrimas secadas. Pongamos la bandera en nuestro pecho y a su fuerza e influjo, seamos, entre todos, el asta que la levante a lo más alto, segura del futuro y la esperanza.

Fotografia de Yohandry Leyva.

Mi vida.

Mientras viva, que he decidido será por mucho tiempo,
para placer de amigos y disgusto de enemigos, todos tenemos alguno, armaré sueños día a día.
Mientras viva, lo haré a toda prisa, sin detenerme en el ayer, sin olvidarlo.
Construiré mañanas e historias. Inventaré amigos y arco iris,
ambos dan color a mi vida, la embellecen, me gustan las cosas coloridas.

Mientras viva, entre letras y prisas,
guardare el calor del último beso de mi madre y el ansia indetenible por el próximo.
Detendré el tiempo en sus abrazos. Mis sueños,  llevan todos su nombre y su perfume.

Mientras viva, no aceptaré falsos amigos, aduladores,
no quiero abrazos con cuchillos escondidos, odio besos de Judas, dobles caras.
Me alejaré de hipócritas y mediocres, que sin fuerzas, ni valor, intentan nublar vidas.
Mientras viva, que repito, será por siglos, seguiré amando al mar,
acostumbrándome a la eternidad, cuando disuelto, fundidos él y yo, regrese una y otra vez a mis raíces.

Mientras viva, lo haré sin mentiras, ni artilugios, sencilla y plenamente, seguro del mañana y de mis fuerzas.
Fabricaré abrazos y te quieros que repartiré, generoso y feliz entre los buenos.
Mirare siempre a los ojos mientras hablo, gustaré de gentes transparentes, hermosas de alma y de ideas.
Recordaré a musas especiales, que soplaron el polvo de mis alas, un día de noviembre.

Mientras viva, diré lo que pienso sin temores, dialogaré con todos, tendré oídos sordos a ladridos.
Olvidaré ofensas y rencores, como olvido a los que un día, sin querer, sin dejar huellas, cruzaron mi camino.
Defenderé libertades, causas justas, ayudaré a todos, daré siempre una mano, abierta y limpia, ¡sincera!

Mientras viva, andaré mis ciudades favoritas. Mantendré anclada en La Habana, mi alma y mi memoria.
Seré siempre yo, mejorado, renovándome, sin renunciar a principios, guardando intacta, la voluntad del primer día.
Mientras viva, sonreiré a la vida, cuidaré de mi alma y de mi cuerpo, ambos andarán por este mundo un largo trecho.

Mientras viva, que repito, será por mucho tiempo, estrenaré sonrisas cada día, amaré intensamente, disfrutando cada beso, cada orgasmo.
Haré travesuras de muchacho, aunque sume siglos a mi espalda.

Mientras viva, llevaré a Cuba, en el alma y en mis ojos, renovando día a día su recuerdo, tomándome el café de la esperanza!

Una Rosita, entre zarzuelas, operetas y recuerdos.

Visitarla en cada uno de mis viajes, se ha hecho costumbre, desde la primera vez que fui a verla, en el hospital, recién operada. Siempre recuerdo su emoción y el brillo de sus ojos, cuando le leí mi primer escrito sobre ella. Pasar unas horas disfrutando de su compañía, escucharla hablar de su vida y su arte, es un punto obligado en la geografía de mis viajes a La Habana.

Conversamos, siempre nos cuenta algo nuevo. Su larga y exitosa carrera, necesitaría muchas visitas para agotarse, para poder contarla toda. Visitarla, tiene siempre una magia especial para mi; la mujer que tantas veces admire desde la sala de mi casa o la platea de un teatro, se viste y maquilla, especialmente para mi. Nunca sabré, si entré yo, a su mundo o ella decidió ser parte material del mío.

Nos habló de cuando en Méjico, durante un intermedio, en el teatro, le dijeron que dos personas muy importantes la esperaban en el camerino; no quisimos que esperaran afuera, le dijeron. Abrió la puerta, ante ella, el músico y el libretista de Luisa Fernanda, la zarzuela en la cual ella hacia una creación del personaje de la Duquesa Carolina; vinimos a ver a la mejor Duquesa Carolina!  Le dijeron al verla, Rosita, con esa sencillez que la caracteriza, trato de restar meritos a su actuación en ese personaje; ustedes, no me han visto, como pueden decir eso! Dijo, mientras se sonrojaba, no la dejaron  hablar más. En Méjico, en España y en La Habana, todos los que la han visto, coinciden que usted es la mejor Duquesa Carolina! Afirmaron, mientras sus ojos se abrían de asombro, ante tanta belleza. Estoy seguro que no esperaban a una Duquesa Carolina, vestida de bataclana, mostrando unas piernas dignas no de una Duquesa, de una Reina!

Nos contó, como construía los personajes; no me limitaba solo a la parte vocal, si como en el caso de Luisa Fernanda, interpretaba a una Duquesa, pues asumía porte y gestos que caracterizaran al personaje. Mueve los brazos, gesticula, la Duquesa Carolina, se hace presente, por unos segundos.

Nos contó de La Viuda Alegre, de como la hacían repetir cada noche, la salida, la Ninfa y otras partes de la opereta, hasta 3 veces. El público no se cansaba de escucharla. En esta ocasión, nos recibió, vestida de negro, mientras hablaba, en mi imaginación, la cubrí de plumas y lentejuelas y la imagine, haciendo solo para mí, la salida de La Viuda alegre.

De la mano de Antonio Palacios debuto en zarzuelas. Una noche, finalizando la temporada, Ernesto Lecuona, fue a verla al teatro, se rindió a su arte y su belleza. Nos contó de la emoción que sintió cuando fue a felicitarla. A partir de esa noche, Rosita seria parte de la compañía de Lecuona, alternaría actuaciones con figuras consagradas. Cuenta, entre risas, como alternaba con otras cantantes; algunas, con más voz que yo, nos dice. Baja los ojos en su acostumbrado gesto de modestia y nos dice; sin embargo, el teatro se llenaba, cuando yo interpretaba el personaje. Es que el público, siempre me ha querido, dice Rosita. Me siguen queriendo, agrega, mientras una luz ilumina sus hermosos ojos; a veces, pienso que no he estado bien del todo, pero vienen, me felicitan, es el cariño que me tienen.

Nos habló, de como sigue vigente en el amor del pueblo, cuando va de compras o al teatro, siempre la reconocen, la saludan, le piden una foto. Será siempre, nuestra Rosita. Una rosa, que a punto de cumplir sus 90 años, aún se sube a un escenario, entre aplausos y ovaciones.

No vive anclada en el pasado, es parte del presente, se asombra y fascina con el avance de la tecnología. Su voz y su risa, no tienen edad, a veces, parece una niña traviesa, contando historias y riendo. Estoy seguro, que cada mañana, la vieja de mis historias, le da una taza de su café mágico; la esperanza, vive en ella, alienta en esta mujer, que juega con los años y los recuerdos, haciendo magia con su arte y su belleza.

Le pregunto; Rosita, algún deseo insatisfecho? Algo que quisieras ver, su voz adquiere un tono serio; Paz, José, que exista paz en el mundo, que se acaben las guerras, que nos dediquemos a cuidar la Tierra, a construir y no a destruir.

Antes de irnos, le leí mi escrito, “Una puesta de sol con Rosita“,  me pregunto si lo había publicado. Le expliqué que estaba en mi blog, en Internet; no todos tienen Internet, dice mientras busca el apoyo de mami; verdad que debe publicarlo? Le prometo que estará en mi libro, que le traeré un ejemplar dedicado, insiste de nuevo; debes publicarlo, lo espero. Rosita, se une a mis amigos, a mami, a mi musa transoceánica y a La Habana, reclamándome mi libro, saben que no podré negarme.

Nos vamos, con el goce interior de haber tenido, no una cita con Rosita, una cita con el arte, con la historia. Cada instante junto a ella, es un recuerdo de lujo, lo sabemos. En mi casa, en La Habana, comienzo a darle forma a este escrito. Mami, a mi lado, me mira y sonríe; escribiendo sobre Rosita, verdad? Hoy recién, convocado por una foto que un amigo me envío, recordé mi escrito sin terminar, solo corregí algunas palabras. Con mami a mi lado, desde La Habana y con el calor del beso de Rosita en mi mejilla, las musas bien pudieron tomarse un descanso. Gracias Rosita, por abrirme las puertas de tu casa y de tu alma!

¡Olor a Cuba!

Hace días, leí en un periódico, un articulo sobre la memoria del olfato, como este sentido, nos hacia recordar, por ejemplo, el “olor a casa”. Ese olor peculiar que nos remonta a nuestra infancia de ropa recién lavada, sofritos, casa limpia. Esos olores que nos recuerdan tiempos pasados, nuestra casa o la casa de abuela, el barrio y la escuela. Recordando olores, de pronto, olí a Cuba, nuestra isla, fue como un viento desde el sur, trayéndome el aroma de nuestras vidas.

Ahora, que vivimos en Miami, y decimos que peste a comida! Y hacemos hasta muecas de desagrado, recuerdo cuando en casa, mami, hacia sus sofritos y todos le decíamos, que rico huele! Respirábamos fuerte, queriendo adelantar el almuerzo. Cada casa, tenía un olor diferente cada cuadra, cada cuarto, no conocíamos de ambientadores o velas de olor, igualando olores, eliminando particularidades y esencias propias. Nuestras casas de la infancia con las ventanas abiertas de par en par y la puerta dispuesta a quien quisiera entrar, olían a nosotros.

Siendo un niño, los amigos de mi padre cuando nos visitaban, al llegar, siempre decían; desde la esquina se siente el olor de la sazón de Concha! Sin dudas, ese olor a sofrito, nos recuerda a todos a nuestras madres, a Cuba, las comidas del domingo. Se mezcla con el olor a ropa lavada, a toallas y sabanas hervidas y tendidas al sol, conforma, entre otros, el olor de nuestra infancia, de nuestras vidas.

Hay un olor que caracteriza a La Habana, al andar por el Malecón; ese olor a mar rompiendo contra el muro de todos. Un olor único que a veces adivinamos en la distancia, en esas trampas que la nostalgia y La Habana, nos tienden día a día.

Diferentes olores se mezclan y conforman el olor de Cuba, los campos aportan su aroma, su olor a tierra, a monte, a cosechas, a tierra recién labrada. Las ciudades aportan el olor de cada cuadra cada barrio, tipificando y caracterizando cada ciudad, nuestra isla. Entre ciudades, café, campos de tabaco y caña, surge el olor de nuestra Isla.

Recuerdo, de niño, la primera vez que sentí el olor del guarapo. En un central, un vaso de guarapo fresco, frente a mi, que aún puedo oler en el tiempo y la distancia. Hay olores que se nos meten bajo la piel y nos acompañan para siempre. El olfato, hace su parte en nuestra teoría de la relatividad y nos mueve en el espacio y en el tiempo. Hay olores que me recuerdan etapas y momentos de mi vida. Cada vez que siento olor a leña ardiendo, recuerdo las escuelas al campo, sus cazuelas inmensas, las líneas para comer y el despertar con un; DE PIE! A pesar de malos recuerdos, ese olor, me hace feliz.

En cada casa cubana, se cuela café a cualquier hora del día, su aroma se une y mezcla a otros olores. Cada vez que sentimos ese olor a café recién colado, La Habana, Cuba, se hacen presentes, la nostalgia y los recuerdos nos guiñan un ojo, nos sonríen, los gorriones revolotean. El olor de un buen tabaco cubano, se mezcla con el aroma del café y crean una esencia única, capaz de hacer creer a cualquier cubano por el mundo, que camina por La Habana o por cualquier pueblo de la islita al sentirlo.

La Habana vieja tiene su olor peculiar, un olor a años e historias, a pasos de todos perdidos en el tiempo. Como me dijo un amigo; La Habana vieja huele a ladrillos viejos y humedad, tiene su olor propio. Nos pueden vendar los ojos y los olores nos guiarían por nuestra ciudad, por nuestra Isla. Cada pedazo de La Habana, aporta su esencia al olor general de la ciudad, al de Cuba. Estos olores, nos acompañan por siempre, están en nosotros.

Cuando llueve, La Habana adquiere un olor peculiar, durante la lluvia y al secarse el agua en el asfalto, dos olores diferentes que se unen y crean una magia irrepetible. A veces llueve en Miami y los olores me confunden, busco a mi ciudad entre expressways y anuncios lumínicos, no la encuentro, esta en mi corazón.

Cuba, se huele con la nariz y con el alma, en el recuerdo y en el presente. La llevamos en nuestra piel, orgullosos de oler a cubanos, dondequiera que estemos. De ser parte ayer y siempre, del olor de nuestra Isla.

También el amor, tiene su olor en Cuba, como lo tiene la esperanza, cada vez que sobrevuelo La Habana, cuando desciendo del avión, un viento con olor a esperanza, me golpea el rostro. Me anuncia un mañana que de un modo u otro, también nos traerá su olor, entre banderas al viento y sueños realizados, un olor nuevo que se sumara a otros y nos marcara para siempre, cambiandonos definitivamente.

Fotografias de Yohandry Leyva.