El carné de identidad.

                           

Recuerdan cuando éramos felices e indocumentados? Un día, fuimos censados, medidos, contados y nos preguntaron, hasta donde el jején puso el huevo.

El primer censo de población y viviendas, nos contó, nos dio números, nos asigno espacio. Nada fue igual, a partir de ese día, nos acompaño para siempre, el carné de identidad!

A las señoras y a muchos, se les dificulto quitarse la edad. Ahí estaba el número de identidad, gritando a los cuatros vientos la edad de su portador.

El carné de identidad, no vino solo, lo acompaño el registro de direcciones y el encargado de controlarlo y actualizarlo. Como siempre dice mi mama,” bienvenido mal, si vienes solo”. También aparecieron modelos absurdos que había que llenar a la hora de mudarse. Un modelo si la mudada era permanente y otro si era temporal. Aún existen y cada día aparecen nuevos términos y consecuencias de aquel censo de población y viviendas, del portado y odiado, carné de identidad.

Recuerdo el primer carné de identidad, grande e incomodo, deteriorándose a diario. Después, disminuyo su tamaño, pero siguió siendo un librito, un cuéntame tu vida en miniatura. La ultima versión que conocí, justo unos días antes de salir de Cuba, fue un carné pequeño, plasticado, mas cómodo y duradero, pero igual de odiado.

Tal vez no me crean, pero una noche, en Neptuno, un policía, nos paro a mí y a un amigo. Nos pidió el carné de identidad, bruscamente me dijo; usted, nos acompaña. Me vi, en una estación de policía, luciendo mi atuendo de fiesta; jeans, botas, un pull- over de licra transparente y oliendo a Kouros, se imaginan?! Le pregunté al policía, la razón de mi detención, me miró como si yo fuera el hermano mayor de ET, me preguntó; donde tú vives, en Playa, respondí, donde te detuve? en Centro Habana. Hizo un gesto de triunfo que aún me da risa. Sólo pude decirle; estamos en toque de queda que los que viven en playa, no pueden estar en Centro Habana después de las 9:00 de la noche? No respondió, se fue. A la hora me devolvieron el carnet de identidad. Esa noche no hubo fiesta, a pesar de la risa, el mal rato, se llevo las ganas de fiestar.

El carné de identidad, el registro de direcciones, ha traído un termino nuevo en La Habana, una exclusividad más. Somos la única ciudad del mundo que usa el termino de “ilegales” para los residentes de otras provincias que sin autorización y llenar los modelos correspondientes, son descubiertos viviendo en la capital.

La Habana, sabe que muchos de los que la habitan y andan a diario, vienen de otras provincias. Nuestra ciudad, se sabe la capital de todos los cubanos donde quiera que se encuentren. A todos, abre sus brazos y acepta, sin llenar modelos y pedir carnés. Una vez que pisas La Habana, por decreto, te conviertes en habanero, no importa de donde vengas. Nos da su brisa, su calor, nos bautiza sus hijos y asienta para siempre en su corazón. La única identidad que reconoce es la cubania. Se sienta a tomar ron con sus hijos e invitados, cuela café sin pedirnos documentos, sin absurdos. No reconoce censos, ni modelos, no los necesita para sabernos suyos. Para ella, seremos siempre, felices e indocumentados.

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