¡Freddy! o Fredesvinda Garcia Valdés.

freddy, tomada de la pagina de Marvin Jui-Perez

Hasta una canción de Freddy, la enorme Freddy, en el sentido metafórico y exacto de la palabra, me llevo la voz de Elena Burke. La señora sentimiento, desde la gloria, propicio este encuentro. Fue un regalo de navidad adelantado. Escuchando a Elena, descubrí un video con una voz que no parecía terrenal, como si desde otra galaxia alguien cantara para mí.

Me habían hablado de ella antes, un amigo que desde muy joven vivió intensamente la vida nocturna de nuestra ciudad, la recuerda de un modo especial. Una noche conversando sobre mil cosas,  entre ellas, por supuesto, La Habana, la mencionó y la trajo desde sus memorias.

– Nunca has oído a Freddy? Una gorda enorme, con una voz ante la que nadie podía resistirse, cuando la escuches, me darás la razón. No hay adjetivos para describirla.

Sus palabras fueron proféticas, desde hoy en la mañana, estoy atrapado en esa extraordinaria voz de contralto. La escucho y me parece la voz de mi ciudad, desgarradora y única.

Al escucharla por vez primera, lamente no tener un video, o una mala película para poder ver el espectáculo de esa mujer cantando. De ese “hipopótamo en puntas“, como la llamo Cabrera Infante. Su voz hizo el milagro, a la tercera o cuarta vez que la escuchaba, ya la tenia aquí, en mi cuarto; cantando para mi. Balanceándose en medio de la habitación, con un trago en la mano, entregada a la canción, poseyéndola en éxtasis.

Me la imagino conversando conmigo, riéndose, diciéndome; tu siempre luchando por estar en forma, midiendo calorías y grasas y yo; un monumento andante al colesterol y triglicéridos, terminaron matándome, lo sabes. ¿Como puedes admirarme, dejarte seducir por mí? Es tu voz Freddy, ¡Tu voz! Una voz que no sale de tu garganta, brota de tus entrañas, atrapa corazones y sentimientos. Créeme, no es una voz humana. Cantar así, no se vale, es hacer trampas, juegas con ventaja, sabiéndote inevitable, recurrente, todo un embrujo.

Freddy, la invito a sentarse, ríe, ¡Unicamente en la cama y no se si me aguantaría! Reímos juntos. Me mira, se sienta en la cama que amenaza romperse y me dice; no me quedare mucho tiempo, eres capaz de ponerme a dieta y hacerme correr en la estera, te conozco.

En mi cuarto mientras miro fotos de La Habana, canta para mí. A capella, como en sus inicios que no permitía acompañamientos de guitarra o piano, de pronto interrumpe su canción; sabes, es mejor si vamos hasta el bar Celeste, en esa Habana que tú y yo amamos tanto. Me toma de la mano, viajamos en el tiempo y el espacio. Llegamos justo unos minutos antes de que alguien apague la victrola o vitrola como decimos y diremos siempre nosotros en buen cubano. Una luz de eternidad envuelve a Freddy, que recrea canciones, sabiéndose estrella, en la noche y el día, de la gloria y nuestra música.  Visitar La Habana de fines de los 50s, es un sueño hecho realidad, aunque no pueda salir del bar y estar solo unos minutos. Pido un trago, para disfrutarla a plenitud, tengo que tener algo de alcohol en las venas, me recuesto a la barra y la contemplo y disfruto mientras su voz, convoca lo mejor de mis recuerdos y el arte.

Termina de cantar, viene hacia mí; vamos, ya es hora. Estoy de nuevo en mi cuarto, escuchando por enésima vez, una voz eterna y terminando un escrito. Concluirlo, publicarlo es más que un homenaje, especie de exorcismo necesario a una gorda genial que junto a las grandes, sigue cantando en la eternidad.

Fotografia tomada de la pagina de Marvin Jui-Perez.