Una Rosa vencedora del tiempo.

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En cada viaje a La Habana, siempre reservo un par de horas a visitarla. Mi viaje, estaría incompleto si no pasara a saludarla, a deslumbrarme con su sonrisa y reflejarme en sus ojos que juegan a confundirse con el mar. Desde aquella tarde que a pedido de un amigo común fui a visitarla en el cuarto de un hospital, su casa es un punto obligado en mi recorrido por mi ciudad y mis recuerdos. Cada minuto junto a ella, se convierte en un tesoro en el recuerdo.

Hace días que me dije; vas a ver a Rosita y no tienes un nuevo escrito que leerle, ¿Vas a aparecerte con las manos vacías? ¿Te perderás el privilegio de verla soñar mientras le lees? Me la imagino abriéndome la puerta de su casa y mirando mis manos vacías, sin una sola palabra que regalarle. Esta noche, sin apenas tiempo, me decidí a unir palabras que pudieran arrancarle suspiros y risas, no sé si lo logre, les cuento a mi regreso.

Puedo dejar de visitarla en su estancia en Miami, le sobran los amigos que la visitan, que se sientan junto a ella a escuchar sus historias, a disfrutarla, mi presencia no le es imprescindible o necesaria. Tiene muchos amigos y admiradores en esta orilla, tantos que una noche un grupo de ellos nos reunimos en un teatro de Miami y le regalamos una de las ovaciones más grandes que esta orilla recuerda. Allá en La Habana, el pueblo la ama de un modo especial y cubanísimo, la convierte en símbolo. Rosa, vive alejada del centro de la ciudad, a muchos les es difícil visitarla, el transporte, la lejanía, ponen un límite a sus visitas. Ella es una rara flor que necesita palabras y amigos cercanos, para nutrirse y alentar a su influjo; para existir. Sé que mi visita le es más necesaria en esa otra orilla y me doy el gusto de disfrutarla en familia, con mi madre al lado. De aportar mi granito de arena en mantener a Rosa eterna y vital, vencedora del tiempo y designios.

Recuerdo la frase de una amiga refiriéndose a Rosita; “lo que más admiro de ella, es que es una sobreviviente”, es cierto. Rosita, ha sobrevivido al tiempo y a problemas, los ha vencido. Supo reinventarse más de una vez y sin dejar de ser, ser más luz y más flor.
Sí, no tengo dudas, Rosita es una sobreviviente, no solo por su larga vida, por su fuerza para luchar, estar y continuar. Es una sobreviviente porque ha logrado ganarse el corazón de un pueblo y habitar en él, por más de 3 generaciones; esa es la acción suprema de sobrevivencia. Cuando un artista lo logra, vive para siempre, en esa memoria colectiva que la hace suya, borrando finales y retiros. Para muchos Rosita, sin proponérselo es la Giraldilla de varias generaciones de cubanos; su sonrisa apunta siempre al futuro, a sueños por realizar. Es una mezcla rara de mito y flor, sueños y hechos, pasado y futuro. Decidida a continuar eterna y vital en el corazón de su pueblo, vive y renace en cada aplauso, en cada halago o piropo, a su influjo adquiere matices de eternidades.

Faltan 9 años para celebrar el siglo de Rosita, de una Rosa vencedora del tiempo y dificultades, sin final. Una Rosa que se ha hecho eterna en el amor de un pueblo que la hizo suya y la mantiene vital y sonriente, dispuesta desafiar el tiempo con una sonrisa o un destello de sus ojos. Se imaginan mi escrito; ¡Un siglo con Rosita! Esa fiesta, en La Habana o Miami, no me la perderé por nada; ¡Lo prometo!